Por Fabián Galdi, editor Más Deportes digital - fgaldi@losandes.com.ar
De los seis partidos que la LaSelección se planteó como premisa natural jugar en la #CA2016 ya han pasado dos. Más allá de sendos resultados, y con la perspectiva del encuentro contra Bolivia - cierre del Grupo D - lo cierto es que hoy la mira está puesta en las series que determinan que sólo el vencedor pasará a la próxima fase. Y es comprensible que luego de haber observado las performances dispares de potencias como Brasil y Uruguay esté germinando la idea de que el camino está más allanado para que el seleccionado argentino pueda quitarse el karma que lo acompaña desde 1993, cuando ganó su último título oficial en categoría adulta: la Copa América en Ecuador. A esta altura, en el imaginario colectivo nacional, está claro que se considerará un fracaso tremendo si es que Leo Messi no alza la Copa tras la final en Nueva Jersey. Los dos subcampeonatos consecutivos - Mundial2014 y - aún mantienen el desagradable sabor a poco.
No faltan voces que suelen cuestionar al entrenador del seleccionado argentino por su fidelidad absoluta a su plan de juego original. Tata Martino ha hecho de su modelo una fortaleza infranqueable. Suele decírselo a quien se los pregunte, tanto en cualquiera de las conferencias de prensa, notas individuales, diálogos con los dirigentes y - desde ya - con sus propios futbolistas. Se cambian los nombres, pero nunca el sistema. Así fue antes de la designación del plantel definitivo, cuando quedó claro que Carlos Tévez no tenía lugar para terciar en posición de nueve porque allí ya estaban designados dos de nivel premium: Gonzalo Higuain y Sergio Agüero. Inclusive, el delantero de Boca Juniors tuvo su oportunidad en cancha en el juego por las eliminatorias en Asunción, contra Paraguay (0-0), y si bien alcanzó un rendimiento aceptable lo hizo apareciendo más en sectores para conexión con los volantes. Ese indisciplinamiento táctico parece haberle costado caro a Carlitos: no volvió a ser convocado por el conductor del cuerpo técnico albiceleste.
Sucedió también en un duelo clave, también por las eliminatorias para #Rusia2018, cuando enfrente estuvo la verde amarela de Dunga. Por más que el 1-1 había dejado al conjunto nacional con un exigüo porcentade sólo 2 puntos sobre 9 en la tabla, las variantes que puso en la cancha de River Plate el director técnico fueron Nicolás Gaitán por Ezequiel Lavezzi, Erik Lamela por Ever Banega y Paulo Dybala por Pipita Higuaín. Modificaciones de nombres para ocupar el puesto del reemplazado, pero de ninguna manera una variación del esquema de juego. Y luego llegó la serie victoriosa contra Colombia, Chile y Bolivia, la cual ubicó al equipo en los puestos de clasificación y le restó zozobras al ya convulsionado políticamente mundillo AFA.
Dos señales lanzadas por Oscar Ruggeri y Juan Sebastián Verón llamaron la atención hacia fines del año pasado no sólo por el momento - previo a las elecciones que enfrentaron a Marcelo Tinelli y a Luis Segura - sino también porque sendos referentes de la Selección suelen haber sido identificados con preferencias sobre un plan rígido y no variable para jugar. Sin embargo, tanto el Cabezón como la Bruja coincidieron en la necesidad de que el equipo pueda mutar entre partido y partido o, inclusive, dentro del mismo encuentro.
En ésto hay un ejemplo cercano y de resultado feliz, tal como sucedió en el entretiempo del debut argentino en Brasil 2014 cuando derrotó 2-1 a Bosnia Herzegovina en el Maracaná. Allí, de un 5-3-2 demasiado esquemático y exageradamente cuidadoso ante un rival uno o dos escalones abajo, en el segundo tiempo se pasó a un 4-4-2 que por momentos se fue transformando en 4-3-3 conforme al desarrollo del partido. Al día siguiente, en el predio Cidade do Galo, fue Messi quien sorprendió a la prensa para sostener que su propio juego mejoraba si se encontraba "más acompañado". Al cabo, Alejandro Sabella aceptó la sugerencia, aunque se caía de maduro que astro del Barça había actuado como portavoz del plantel. Y Argentina estuvo a un paso de haberse coronado campeona mundial.
Tras el debut victorioso en Santa Clara, contra Chile, fue interesante una de las respuestas que le dio Alexis Sánchez a la prensa trasandina. El atacante del #Arsenal inglés explicó que los jugadores argentinos "están por todos lados" cuando se trata de recuperar la pelota y ahogar al rival que está en posesión de balón. Esta característica ya la traía el primer Newell's que condujo Marcelo Bielsa en 1991, en el cual Martino era el volante de armado desde la posición de cinco clásico y con Juan Manuel Llop cercano para la recuperación. El Loco solía explicar ese movimiento con definiciones de su sello: "Cuando se tiene la pelota hay que desmarcar para que la posesión del balón y el avance sean más fluidos. Las posiciones fijas, sin movimiento, hacen más perceptible la formación de las líneas para el rival". Ésta es la idea madre que el Tata está trabajando para su formación. Y el respaldo, además, para que se evite la dependencia absoluta de Messi. Frente a la Roja, por ejemplo, el funcionamiento colectivo se expresó de manera positiva y encima con su referencia máxima en el banco de suplentes.
Coexiste, también, en el ámbito masivo, un latiguillo que se agita como consigna y que supone que un paradigma se cambia de un día para el otro. Cómo si tal posibilidad fuera sencilla de concretarse con un simple abrir y cerrar de ojos. En fútbol, por ejemplo, la disputa ideológica entre César Menotti y Carlos Bilardo todavía se extiende luego de haber comenzado a principios de los '80s. Cuatro décadas, en síntesis. Por éso, creer que hay una fórmula única para que la Selección salga a la cancha y apriete el piloto automático se transforma en una falacia. Con el Flaco y el Narigón se obtuvieron sendos campeonatos mundiales, pero también es cierto que en los clubes que dirigieron pocas veces se coronó el proceso con una vuelta olímpica. Es simple: el rival sabe a qué juega su adversario y emplea su método para neutralizarlo. Y así también le sucedió a los dos máximos íconos como DT que ha dado la Argentina.
Martino tiene ante sí un desafío mayúsculo, el cual puede condicionar su carrera para bien o para mal. Es inamovible para dirigir en la próxima Copa del Mundo, pero la ansiedad por conseguir un logro antes de 2018 se concentra en el aquí y ahora que presenta Estados Unidos. Si optó por no variar su sistema habrá que confiar en su decisión. Si el proyecto no concluye de la manera esperada, el entrenador ya sabe que será demasiado tarde para lágrimas.