Augusto Munaro: “Quien se acuesta y no pega un ojo, deja su lecho siendo otro”

“Noche soleada” es el último libro del escritor y periodista Augusto Munaro (colaborador de Los Andes). Allí, el autor registra de manera obsesiva el paso de las noches en blanco de un personaje cautivo del insomnio. “Necesitaba expresar cierta arquitectu

Augusto Munaro: “Quien se acuesta y no pega un ojo, deja su lecho siendo otro”
Augusto Munaro: “Quien se acuesta y no pega un ojo, deja su lecho siendo otro”

En “Noche soleada”, el escritor Augusto Munaro registra de manera obsesiva el paso de las noches en blanco de un personaje cautivo del insomnio, ese procedimiento que desiste de la metáfora a cambio de la metonimia, moneda de cambio sin valor y equivalente general de la existencia.

El libro, publicado por ediciones De la Yunta, oscila entre un registro testimonial y otro erudito, desplazamiento obligado para transmitir algo de esa extrañeza nocturna.

Munaro nació en Buenos Aires, y publicó “Todo sea por la excepción”, “El cráneo de Miss Sidad”, “Cul-de-sac”, “Compendio de Enrique de Sousa” y “Recuerdos del soñador evasivo”.

-El insomnio es materia de especulación, de hipótesis esotéricas, científicas, etcétera, pero pocas veces materia de ficción. ¿Cómo nace esta idea?

-Nació de una necesidad de querer expresar cierta arquitectura mental del tiempo. “Noche soleada” podría ser la transcripción, más o menos literal, de lo que su protagonista imagina obsesivamente tras una noche de insomnio. Tomé cierto contexto -el de la Francia de los años 60- sólo para anclar circunstancialmente al personaje. Época agitada, cabe decir, que operó como excusa para ficcionalizar los procedimientos mentales que vinculan la imaginación de Parieux, el protagonista, como mecanismo de escape. El insomnio aviva las manías a un grado de tragedia. Quien se acuesta y no pega un ojo en toda la madrugada, en verdad deja su lecho siendo otro. Hablo en el amplio sentido metafísico del término. Luego de quemar tantas etapas, y de padecer delirios colosales, se llega a la sospecha de que se ha desenmascarado nuestro destino. Todo lo que alguna vez se escribió es el resultado de horas robadas al sueño. Por eso las posibilidades que brinda se aproximan a lo infinito.

-La superposición de planos temporales, al estar el texto narrado en primera persona, introduce un elemento inquietante. A veces se hace difícil saber si lo que sucede, sucede ahora o sucede en esa cabeza afiebrada, ahora o nunca.

-Para el narrador -un insomne de vocación, vale aclarar-, la linealidad de una noche en vela no le basta. Le resulta deficitaria. Incompleta: aborreciblemente tediosa. De ahí su afán por simular una sucesión de elucubraciones concatenadas que lo llevan a explorar y rebasar varias zonas de su imaginación en simultáneo. Se proyecta en el pasado y en el futuro sin poder hallarse en ninguno de los dos planos. Hay una tensión de atemporalidad que articula su discurso astillado. Una pulsión (fermentación de sentimientos) horadada por el deseo continuo de llenar ese tiempo muerto. La búsqueda ilusoria de sentido. Siempre creí estimulante escribir para un público permeable a la lectura más activa, es decir, participativa en los desafíos formales. Por eso la antinovela, para llamarla de alguna forma, debería eventualmente destronar al modelo balzaquiano. Nuestros tiempos exigen nuevas formas de pensar y percibir la realidad. En síntesis, y a modo de sugerencia: menos Dickens y más Nathalie Sarraute.

-¿Por qué creés que el insomnio es materia de especulación biopolítica y a su vez un atractivo para la narrativa cuando en rigor no es una situación de las más cómodas de sobrellevar?

-De especulación biopolítica e infinidad de temas más… El insomnio desborda cualquier intento de clasificación. Las aniquila, se traga todo, puesto que su inercia perfila hacia el vacío. Es incómodo de sobrellevar, como bien decís, por los efectos de cansancio físico que implica, pero sobre todo por su capacidad de destruir supuestas verdades. El insomne es el gran desengañado. Alguien que hamletiza, es decir, oscila en ese estado fantasmal de apariencias entre ser y no ser. Puro vértigo de existir. En el caso concreto de Pardieux, estuvo en Argelia durante la independencia, pero del lado del general Salan. Por eso mismo, presumiblemente haya militado en la OAS -organización terrorista de extrema derecha que repudiaba la independencia de dicha colonia. Es el típico tipo que guarda un retrato del Mariscal, luego de la Liberación… Un patriota en el peor sentido de la palabra. Tal vez el término redención, más que ningún otro, lo mantiene en vela durante su noche soleada.

-En algún momento, el narrador dice algo así como que el insomnio abre la conciencia. Lo dice, creo, en solfa. ¿De dónde pensás emerge ese supuesto prestigio del insomnio?

-Sin pecar de solemne (detesto la solemnidad, porque ello implicaría la certeza de lo serio), te diría que de todas las experiencias capitales que se pueden llegar a tener en una vida, la del insomnio es esencial. Se trata de una experiencia límite donde quien no puede conciliar el sueño debe padecer esa orgía de la vacuidad que significa una noche en vela. Ese desfile de preguntas sin respuesta. Quien no duerme, vive un período extralúcido donde todo es superficie. La odisea -ese movimiento extraño del espíritu- cuesta cara, vale decir. Nos traslada a esa zona temida donde no hay impostura que valga, ni religión que pueda contenernos. Un tipo de conciencia que abre desiertos. Hay algo de mística en ese arrojo. De santidad negativa

-La cultura francesa, los juegos de palabras, las parodias de monólogos, parecen una constante del libro, menos en clave surrealista que en Joyce. ¿Algo para decir al respecto?

-Sí, sólo diré desde mi experiencia personal como lector, que la literatura francesa -exceptuando Shakespeare y al autor de Finnegans wake que acabás de nombrar- es superior en todo sentido a la inglesa. La que mejor, a mi juicio, ha sabido asumir ciertos riesgos con madurez. Desde la Ilustración, por lo menos, a la Nueva Novela; la culminación de un proceso que llevó siglos de evolución constante. El desafío que valdría imponerse: ¿cómo escribir luego de Barthes y Robbe-Grillet? Intuyo que aquí la narrativa británica está un tanto sobrevalorada. Argentina, quiérase o no, en materia libresca pareciera ser anglocéntrica, es decir, rigidez decimonónica. Es una impresión subjetiva, insisto.

-El insomnio, ¿es hijo del estrés, del déficit de atención, de las drogas o de la pasión taurina que atrapó a Michel Leiris, o de todo eso o nada de eso?

-Me temo que de mucho más también. El insomnio es ante todo un lapso combinatorio de manías. Un campo de maniobras especulativas en estado deloop continuo. Me gusta que traigas a colación a Michel Leiris, un escritor abierto a ciertas experiencias espirituales intensas. Supo abrirse del surrealismo a tiempo. Me atrae de él su faceta antropológica que alcanzó con un libro tan agudo como resulta África negra.

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