El Abierto de Australia, el primer Grand Slam de la temporada usualmente caracterizado por el buen ánimo y ambiente festivo, comenzó bajo una nube negra por las acusaciones de amaño de partidos.
Y a medida que el torneo de dos semanas llega a su fin, las sospechas de corrupción todavía pesan en el ambiente, aunque todos tratan de que la atención se pose sobre la cancha.
“Las acusaciones de arreglo de partidos han generado titulares, es cierto, pero como organización tenemos que estar satisfechos por la forma que respondió todo el deporte”, dijo el director del Abierto de Australia, Craig Tiley. “(La respuesta) ha sido decisiva y unánime”. Los informes de prensa vincularon a docenas de jugadores activos en el torneo, ninguno identificado, con arreglo de partidos para beneficiar a apostadores.
El alboroto ocasionado por las acusaciones ensombreció el ambiente entre los jugadores, que usualmente consideran el Abierto de Australia como su Slam favorito. Hasta ahora, nadie ha presentado evidencia concreta sobre las acusaciones y nadie ha sido acusado. Tiley dijo que las cifras de espectadores y los niveles de audiencia televisiva demuestran que el torneo no se vio afectado.
Los principales jugadores tuvieron que responder en varias ocasiones a preguntas sobre el amaño de partidos. Todos dijeron que no están al tanto de que sea un problema en el nivel más alto del deporte, pero coincidieron que el deporte tiene que tomar medidas si considera que es un problema.
Justo cuando la primera ola de acusaciones empezaba a pasar a un segundo plano, el diario New York Times sembró dudas sobre un partido de dobles mixtos en el torneo, que involucra a la española Lara Arruabarrena, quien se defendió de cualquier sospecha.