Por razones académicas me encontraba en la ciudad de Aalborg (Dinamarca), en cuya Universidad asistía invitado a un work-shop sobre China.
Mi institución de trabajo me había provisto de una cobertura de accidentes, a través de Prevención ART S.A. La tarde del viernes 26 de junio sufrí lo que parecía ser un ACV.
Desde la misma universidad anfitriona me comunicaron con la ART, la que pidió un número telefónico en Dinamarca para comunicarse, lo cual hicieron a los 10 minutos, sólo para informarme que un ACV no era un accidente de trabajo y por lo tanto debía arreglármelas por mi cuenta. Me acordé que mantenía mi seguro de AMEX, al cual llamamos.
Gracias a ello pocos minutos después un servicio en Aalborg se comunicó con mis colegas daneses para convenir el lugar de la atención.
Ya en el domicilio de un colega fui atendido por una médica quien, a pesar de hacer un diagnóstico de accidente vestibular, hizo consultas con el servicio de Neurología del hospital general de la ciudad de Arhus, al cual llegué trasladado en ambulancia pocos minutos después, donde luego de 24 horas de internación, exámenes y estudios, los neurólogos consideraron acertado el primer diagnóstico y dieron el alta.
La situación vivida me dejó muchos conocimientos.
Primero, la experiencia de saber que un funcionario, en situación de trabajo en el exterior, puede ser abandonado a su suerte, a pesar de haber sido provisto con un seguro de ART.
Luego, haber conocido lo que es el servicio público de salud de un país que consideraríamos “pequeño”.
De esto, más allá de la tecnología y de la calidad profesional de médicos y enfermeros universitarios -todos ellos mujeres- que podríamos considerar no muy diferentes de lo que conocemos en Argentina, lo que me dejó sorprendido fue el trato.
Cada profesional que me atendió -desde los paramédicos de la ambulancia, las dos enfermeras universitarias, las dos médicas generales y las dos neurólogas- se dirigió a mí, en todo momento, por mi nombre de pila, dándome a conocer su nombre y explicando lo que harían por mí.
En todo momento sólo recibí de ellos compañía, ánimo y estímulo, tratando de comunicarse en terceros idiomas con quien no hablaba danés ni ellos el español.
De lo que conozco cercano, Argentina y Chile, es cierto que los profesionales de la salud viven presionados por condiciones salariales y laborales que no son buenas. Sin embargo, de todas las diferencias que encontré, lo que más me sorprendió es que en Dinamarca esos profesionales, médicos y enfermeras, cursan una asignatura que en estos países del sur no se dicta y que sólo algunos aprenden de manera no formal. Se llama “humanidad”.