El tema de los "cuida coches", se ha instalado en la consideración general, producto de actos de prepotencia por parte de quienes se consideran dueños de lugares públicos y fijan "tarifas" para el cuidado de los autos, que muchas veces son superiores a las que perciben algunas playas particulares. A esto se suma el hecho de que todos sabemos que el dinero que se entrega a ese tipo de personajes no va destinado al cuidado en sí, sino a evitar daños que estos puedan provocar en los vehículos.
De allí también que resulte interesante la decisión de algunas comunas del Gran Mendoza en el sentido de actuar sobre el particular.
Debemos partir de la base de que en situaciones económicas difíciles como las que está atravesando el país y con un alto porcentaje de desocupación como lo demuestran las encuestas de la última década, no resulta extraña la aparición de algunas "salidas laborales" independientes, como la de los "trapitos" o los limpiavidrios, por señalar sólo dos de los ejemplos. En la gran mayoría de los casos se trata de actividades surgidas por una necesidad económica, pero el problema se plantea cuando algunos cruzan los límites y se convierten en verdaderos propietarios de las calles o de las esquinas, fijando tarifas o abalanzándose sobre los automovilistas que deben frenar ante un semáforo, en actividades que se convierten prácticamente en hechos extorsivos.
De allí también que no resulte extraño que algunas comunas del Gran Mendoza, como Capital, Godoy Cruz y Luján hayan decidido tomar cartas en el asunto y actuar dentro de un marco de convivencia que prohibirá la presencia de aquellas personas que efectúen "reclamos económicos o que incurran en un tipo de acoso, sin respetar a los ciudadanos que estacionen, retiren, cuiden y ordenen los vehículos". Decisiones ciertamente valiosas que deberían contemplar algún tipo de apoyo hacia quienes desarrollan la actividad por necesidad y dentro del necesario marco de respeto.
Al de los trapitos y cuida coches podríamos agregar otros aspectos que hacen a un necesario marco de convivencia y de respeto por los semejantes.
Entre estos podríamos señalar por ejemplo la actitud de algunas organizaciones gremiales o sociales que, en su afán de reclamar por determinada situación, proceden al corte de calles, generando caos y molestias al resto de la población. Podríamos hacer mención también a la actitud de algunos automovilistas que se sienten dueños de las calles y que no respetan al peatón ni tan siquiera cuando la persona va caminando por la senda peatonal y lo hace con el semáforo a su favor o la decisión de ciclistas y motociclistas para quienes los semáforos o las reglas de tránsito no tienen ningún valor.
Un párrafo especial merecería la actitud de algunos taxistas, que son los menos, pero que terminan lesionando una actividad que tiene a centenares de trabajadores que cumplen con las normas mínimas de convivencia. Se trata de aquellos que, a pesar de tener que trasladar personas en sus vehículos, percibiendo para ello una suma de dinero, lo hacen calzando ojotas, se visten con la camiseta del club de sus amores, utilizan mallas en lugar de pantalón y fuman mientras conducen, sin preguntar a los viajeros si les molesta o no.
En la gran mayoría de los casos se trata de reglas que deberían surgir naturalmente de parte de los ciudadanos y quizás la base de sustentación se encuentre en el necesario respeto hacia las autoridades, que debe surgir en la actividad escolar y trasladarse luego hacia otros estamentos y también hacia la ciudadanía en general.
Normas de conducta que supieron existir pero que se fueron perdiendo en el tiempo y que, de a poco, podríamos intentar rescatar.
