La economía transita un contexto claramente recesivo: la caía del PBI superará el 2% en 2018 y volverá a caer el 2019 según todas las proyecciones (FMI, Gobierno y consultoras).
La crisis impacta en la rentabilidad de gran parte de los sectores económicos: quienes dependen del consumo interno enfrentan un poder adquisitivo en retracción, quienes deben exportar enfrentan costos crecientes y nuevas retenciones (más presión impositiva) que atentan contra la competitividad que generó la devaluación. Sin embargo, el BCRA divulgó esta semana que los bancos aumentaron un 121% sus ganancias en 2018. Esta situación no es nueva; ya en 2017 los bancos argentinos nuevamente figuraban entre los más rentables del mundo (según ratios de rentabilidad de 1.000 bancos publicado por The Financial Times).
La paradoja es que los bancos escapan a la profunda recesión económica (capitalizando las exorbitantes tasas de interés que paga el BCRA) al tiempo que 1 de cada 3 pymes en Argentina posee problemas de financiamiento, y 2 de cada 3 muestran retrasos en los pagos de sus clientes (según el Observatorio Pyme).
Hace casi un año, la tasa de referencia era del 30%, llegó al 73% en octubre pasado, 60% en diciembre y en febrero (2019) promedió el 45%. Las metas del nuevo acuerdo con el FMI (segunda versión) difícilmente generen un alivio significativo sobre esta situación en el corto plazo. En este contexto, los bancos seguirán siendo la actividad más rentable de la economía; al tiempo que las pymes se exponen a una inminente descapitalización que, de mantenerse en el tiempo, atentará contra la viabilidad económica de muchas empresas.
La actual política de financiamiento implica un elevado riesgo para nuestras pymes (y paradójicamente, en el mediano plazo, también para los bancos acreedores). Los bancos públicos y agencias de fomento realizan esfuerzos para reducir el costo financiero, pero se necesita aún más alcance y regulaciones más agresivas, sobre todo del sistema financiero. Esto no implica que los ahorristas carezcan de instrumentos en pesos como alternativa de ahorro, ni que los bancos vean amenazada su ecuación económica. Simplemente se necesitan regulaciones para una fracción (menor) de los créditos otorgados por el sistema financiero a las pymes, de modo de desacoplarlos de la tasa de referencia que impone el BCRA y de las tasas actuales de mercado.
La regulación de tasas existe en muchos países del mundo; gran parte de los países desarrollados intervienen en el sistema financiero destinado a las pymes. Incluso Argentina, hasta diciembre de 2017, exigía que los bancos privados debían prestar una fracción menor de sus depósitos a pymes en condiciones reguladas (exigencia que se dejó sin efecto por presión de los bancos). Los beneficios de desacoplar urgente a las pymes de los efectos de la política monetaria se sentirán a futuro, y evitarán daños que podrían ser enormes sobre el tejido productivo y el empleo. El momento es ahora.