El movimiento de jóvenes en la esquina es incesante. Entran y salen de una casa ubicada en un barrio cualquiera. Al salir, revisan sus manos y se alejan presurosos. En la esquina algunas motos esperan a otros de esos chicos. Más allá se observa llegar un auto de alta gama, cuyo dueño no parece tener que ver con el lugar. Una vecina, preocupada, llama a la Policía: han instalado un "quiosco" de drogas en su vecindario y pide ayuda.
El narcomenudeo o micro tráfico de drogas es una problemática que afecta a los mendocinos en su cotidianidad. Instalados en cualquier departamento de la provincia y en cualquier barrio, algunos de estos "quioscos" funcionan en comercios que muestran esa falsa fachada. Otros, en viviendas comunes y unos pocos en "bunkers" especialmente pensados para burlar a los policías. En ocasiones las plazas se convierten en "quioscos" difíciles de controlar.
En Mendoza se desbarata un "quiosquito" de estupefacientes por día, a razón de unos cinco por semana, según las estadísticas de la Dirección General de Lucha Contra el Narcotráfico.
"Dentro de nuestra estructura tenemos dos grupos: uno dirigido al micro tráfico y otro al macro tráfico. En el micro entrarían estos quioscos, donde hay un intercambio de dinero por droga en dosis, en pequeñas cantidades, ya sea de marihuana o de cocaína. Dependiendo de la zona, varía el valor que le da el vendedor a esa dosis", explica a Los Andes el titular de la Dirección de Lucha contra el Narcotráfico, Marcelo Rivera.
En esos lugares el valor de un "porro" oscila entre los 40 y 50 pesos. Cada cigarrillo contiene aproximadamente un gramo de cannabis. Pero suelen contener menos, algo que en el mercado negro es difícil de corroborar.
El "raviol" de cocaína es más caro: esa dosis de un gramo puede conseguirse por un precio que varía entre los 300 y los 500 pesos. "La modalidad de comercio varía mucho porque es la misma cocaína pero, si la venden en un tubito de ensayo transparente, la cobran como "alita de mosca", como si fuera una cocaína refinada. Y si la venden en un raviol normal muchas veces la cobran con otro precio, pero es la misma cocaína", detalla el comisario Rivera.
El uniformado agrega que la cocaína vendida en los puestos narco está rebajada o estirada. "Es casi seguro que está al 30%. Es decir, el 30% tiene cocaína y el resto es producto adulterante, para obtener mayor cantidad", apunta Rivera.
Un negocio familiar
Generalmente, el "quiosco" funciona bajo la figura del clan familiar. "Los antecedentes nos dicen que, si desbaratamos un quiosco y detenemos al hombre, es casi seguro que después va a seguir vendiendo la esposa o un hijo. Dentro de la organización de un grupo de narcotraficantes, están en una estructura media", señala Rivera.
Esa estructura cuenta con la figura del proveedor, el vendedor y un par de "colaboradores": son quienes cumplen funciones de "satélites" o "soldaditos" y merodean el lugar para detectar y alertar si hay fuerzas de seguridad cerca. "Tenemos otros casos donde esos satélites hacen también de puntero: hacen el primer contacto, por ejemplo en la plaza Independencia. Viene el consumidor, hace el contacto con una persona que a lo mejor está en la periferia de la plaza y esa persona es quien llega a quien tiene la sustancia", grafica el comisario.
Y suma: "El satélite depende de cada estructura. Muchas veces esa gente que está cumpliendo esa función puede ser un hijo de la familia que tiene el 'quiosco' o una persona que consume. El entorno es el que le da la seguridad al 'quiosco' para tener más droga en la casa guardada o menos, cosa de que, si allanamos, encontremos poco".
Los puestos de venta de sustancias operan a cualquier hora. Incluso hay barrios en donde se organizan: atiende de día y otro de noche. Uno vende marihuana y otro, cocaína. "Si alguno no respeta esos acuerdos, después vienen los conflictos", advierte Rivera.
Según el jefe de los sabuesos antinarcóticos, "en la organización del 'quiosco' no hay un financista sino el que compra para obtener las ganancias diarias o semanales". "No hay secuestros importantes porque ellos saben que es un riesgo tener mucha cantidad", explica.
FonoDroga: las denuncias anónimas
Cuando un quiosco se instala en un barrio, llega gente de todos lados a comprar.
Cuando los vecinos de bien lo detectan, suelen llamar al FonoDroga (4233233 / 0800-80037642) y denunciar de forma anónima.
El comisario Rivera explica el proceso una vez que esa información llega a sus manos: "Ese dato anónimo (la Ley 23.737 contempla la denuncia anónima) sirve. Se hace un análisis de toda llamada para ver si hay denuncias anteriores. Se reúne información y se descartan las llamadas falsas. Se corrobora si el domicilio existe y se hacen tareas para poder comprobar el comercio".
Luego la investigación se judicializa y es la Justicia Federal la que ordena los allanamientos.
Mujeres y reincidentes
La atención en los lugares dedicados a la venta de sustancias tiene una particularidad: generalmente son mujeres quienes están a cargo de la venta. Con hijos menores de edad, embarazadas o con enfermedades terminales, son ellas las que se quedan en la casa a vender droga y sus parejas hombres, quienes realizan la vigilancia externa para cuidar la zona.
Ello responde a que, en caso de ser detectadas, esas mujeres pueden contar con penas benévolas que terminan en prisión domiciliaria, justamente, por su condición de madres, de enfermas o de personas de edad avanzada.
Pero ello trae aparejada otra característica: muchas veces se da la reincidencia.
"Tenemos personas que han caído incluso estando con prisión domiciliaria y con pulsera colocada. Con la Justicia hacemos seguimiento y, si se sigue vendiendo en un domicilio donde la persona está con prisión domiciliaria, se vuelve a solicitar allanamiento y pierde ese beneficio", cuenta Rivera.
Sin futuro
La situación refleja un problema que va más allá: "Hay lugares donde los jóvenes viven el día a día y no tienen una meta atractiva de vida y de futuro. Entonces caen en la misma. Esos chicos se criaron en el ambiente y siguen con lo mismo y reinciden y reinciden".
Para el comisario también juega otro factor: tener un "quiosco" de drogas es menos riesgoso que, por ejemplo, salir a robar. "Si alguien va a robar tiene el problema de poder encontrarse en un enfrentamiento con la Policía o de que la víctima esté armada. Además no sabe cuánta plata se va a llevar. En cambio, en un 'quiosco' pueden calcular cuánto van a ganar vendiendo y, dependiendo de la zona, se sienten más o menos impunes de que puedan ser detectados. Están en su ambiente que, en cierta forma, los protege", concluye Marcelo Rivera.
Delivery de sustancias ilegales, las 24 horas
Existe otra forma de vender droga en pequeñas dosis: haciendo entregas. "El delivery generalmente es una persona que está todo el día en la calle, en vehículo, y reacciona ante un llamado y va al lugar a entregar", detalla Marcelo Rivera.
Y cierra: "Él mismo vende, es su propio jefe, un 'quiosco' ambulante. Generalmente los quioscos no hacen entregas como en una pizzería".
Los ajustes de cuentas del negocio
Las transacciones por drogas muchas veces terminan en ataques a tiros y hasta en asesinatos. Los conflictos surgen por diversas causas. "Muchas veces entre ellos mismos se roban. En otros casos, no han cumplido con la parte de pago y en entonces vienen los ajustes", aclara el jefe de la Dirección General de Lucha contra el Narcotráfico.
"No es por eliminar competencia. Generalmente son personas que trabajaban juntas y por algo se separaron. Así empieza la competencia entre ellos porque quedó algo: una deuda o una 'batida' (delatar) o algo pasó", explica en base a su experiencia el comisario consultado.
FonoDroga
4233233
0800-80037642
El FonoDroga atiende llamados las 24 horas. Las denuncias se pueden hacer de forma anónima y confidencial. En muchos casos, permiten iniciar productivas investigaciones que terminan en secuestros de estupefacientes.