Así fue el final de Los Redondos

“Fuimos reyes”, el reciente libro de los periodistas Mariano del Mazo y Pablo Perantuono, revela varios episodios de la historia de uno de los grupos más venerados y herméticos del rock nacional. Entre ellos, algunas escenas reveladoras del fin de ciclo.

Así fue el final de Los Redondos
Así fue el final de Los Redondos

A más de una década del final de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, la mística de la banda sigue intacta. Y también muchos de los misterios del grupo, uno de los más enigmáticos del rock nacional. Buena parte del hermetismo que rodeó a los Redondos desde sus comienzos se rompió con la aparición de “Fuimos reyes”, el reciente libro de los periodistas Mariano del Mazo y Pablo Perantuono.

Con más de 70 entrevistados, “Fuimos reyes” (Planeta) reconstruye la gran trama de la historia de la banda. Desde la prehistoria en La Plata hasta el último show del grupo en Córdoba. Entre medio, el secuestro del padre de Skay por parte de un grupo del ERP, la época “yippie” del Indio Solari, cada show y cada disco. Y, al final, la ruptura.

Perantuono y Del Mazo identifican el comienzo del fin en un viaje a Nueva York del triunvirato que manejaba los hilos de Patricio Rey (Solari, Skay y la manager Carmen “Poli” Castro). Fue en 2000, para la edición de “Momo sampler”, el último disco del grupo, junto a Mario Breuer y Eduardo Herrera, encargados de la masterización. Cuenta el libro:

“Las tensiones gobernaron el viaje. Y no tenían que ver con el cortocircuito entre los líderes, sino con la imposibilidad que tuvo Solari para quedar satisfecho con el sonido. Se quedaron casi dos meses en Nueva York. El trabajo lo hacían mayoritariamente los encargados de la mezcla. Los músicos vivían en el hotel Delmónico en Manhattan.

Skay, Poli y el Indio aprovecharon para recorrer, hacer compras y ver música en vivo. Entre los shows que vieron, Solari quedó fascinado con los Liquid Soul, una numerosa banda de Chicago que fusionaba el acid jazz, el funk y el hip hop, y que además de tener músicos tradicionales, con varios instrumentos de viento, también contaban con dos MC's y un DJ en vivo. Pero el retraso de la mezcla, con los costos que implicaba, esmeriló la paciencia de la delegación, especialmente la de Skay. Cada vez más nervioso, les pedía explicaciones a Herrera y Breuer.

Ambos se encontraban en una suerte de encerrona; por un lado, recibían la presión de Skay y de Poli para apurar el trabajo; por otro, tenían la mirada inquisidora del Indio encima, obsesionado con la búsqueda de un sonido perfecto. Decidieron reunirse en el hotel. La charla subió de tono. Hasta que Solari y Beilinson comenzaron a discutir a los gritos. Incómodo, Breuer se levantó y se fue. Herrera intentó hacer lo mismo, pero se quedó y presenció todo a pedido de Poli.

Eduardo Herrera: “Fue fuerte y venía desde antes. En un momento Skay le dijo que cuando llegaran a Buenos Aires lo arreglarían en una charla a solas. El Indio lo cortó en seco: 'Con vos no me tomo ni siquiera un café'”.

Ese era el clima que sobrevolaba la cúpula redonda. Si bien la relación no se quebró, en aquel viaje a Nueva York dio muestras de fatiga y enfriamiento. Era la primera vez que los dos líderes tenían desencuentros tan hondos, vinculados no solo con diferencias de criterios estéticos, sino con el destino de Patricio Rey.”

El cierre de la banda llegó luego de la edición de “Momo sampler”, y de varios shows a modo de presentación, con un recital final en el Chateau de Córdoba, el 4 de agosto de 2001, en un país que se deslizaba hacia el abismo de diciembre. Tras una entrevista del trípode sobre el que se construyó Patricio Rey con algunos periodistas, se vivió la escena que el Indio Solari luego hizo pública. Continúa entonces “Fuimos reyes”:

“Caminaron hasta la casa de Skay y Poli. Entraron. Hablaron. Rieron, se miraron y después se quedaron en silencio. El Indio venía rumiando, desde hacía un tiempo, su intención de obtener una copia de todo el material de audio y video en vivo que había registrado la banda en los últimos tres años.

Tanto los shows de Racing, como los de River y Córdoba habían sido filmados y grabados con un estándar internacional y varias cámaras. Un tesoro audiovisual que guardaba -todavía permanece bajo su custodia- Claudio Quartero, el hijo de Poli. Aquel miércoles de madrugada, los históricos socios no se pusieron de acuerdo. Nadie lo expresó, pero los tres sabían que era el final.”

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