Delincuentes asaltaron este lunes una carnicería en el barrio Unimev, de Guaymallén, de donde se llevaron 10.000 pesos, 200 dólares (8.300 pesos) y un celular. Aprovechando el momento, el miedo del encargado al verse apuntado por un arma y la ausencia de clientes, los ladrones se hicieron preparar un paquete con carne para asado.
Dicen que hubo gritos, violencia y algunos golpes hasta que escaparon y por estas horas nada se sabe de ellos.
Ayer en la tarde, la carnicería "El Refugio" tenía sus puertas cerradas con candados y sólo mostraba sobre la vereda, en grandes carteles, las ofertas de los distintos cortes de carne que, por esas horas, nadie podía comprar.
En la barriada de casas bajas y calles anchas, este local se destaca en la esquina de Cangallo y María G. de Schauman y está, desde hace años pero con distintos dueños, dedicado a la venta de carne.
"Ahora le tocó a esta gente (por Juan Llanos, el encargado) pero a lo largo del tiempo acá han robado por lo menos 10 veces", aportó un vecino de la zona. Y agregó: "Parece un barrio tranquilo y tal vez por eso estos tipos aprovechan el momento".
“Por ahora parecía tranquilo pero, con esto que pasó, no sé qué decir”, aseguró una mujer que se volvió a su casa al ver las puertas cerradas. “Recién me enteré (del robo) esta mañana (por ayer)”, agregó.
Un pasado violento
Vecinos recuerdan otros tiempos donde, por ejemplo, la inseguridad terminó con la vida del quiosquero Antonio Flores (40) el 15 de junio de 2010. Cerca de las 22, como ahora, fue baleado por dos sujetos que lo sorprendieron y le exigieron la plata. Por ese caso el Ministerio de Seguridad, después de un fuerte y ruidoso reclamo popular, dispuso remover la cúpula de la comisaría 44.
Mucho más cerca en el calendario (en septiembre de 2015), vecinos de la calle Cangallo rescatan un hecho considerado "confuso" en su momento, cuando se descubrió en el interior de un templo mormón a un hombre ensangrentado.
Había roto un vidrio para acceder al lugar y, después de ser reducido, murió allí. Con un Renault 12 estacionado en Cangallo al 3700 y con las llaves que aparecieron tiradas dentro del templo, se logró identificar al hombre como Pablo Altamiranda (29).