Aruba: dulce tierra

Con el tono cálido del papiamento, la isla recibe a los viajeros y los pasea entre el desierto y playas de aguas turquesas.

Aruba: dulce tierra

“Bon bini”, es lo primero que uno escucha al llegar al aeropuerto Reina Beatrix en la capital de Aruba: Oranjestad. “Pasa un bon día “, nos dicen y el idioma nos es muy familiar y muy dulce a la vez pero no podemos distinguir si nos están hablando en español o en portugués. En realidad se trata del papiamento, una de las dos lenguas oficiales de la isla (la otra es el holandés) y la que hablan los arubeños entre ellos. El papiamento es una síntesis de todos esos idiomas sumado al inglés y al originario de los nativos de la isla. De hecho, la palabra papiamento es una evolución del español y el portugués, y se refiere a algo así como hablar sin sentido, hablar paparruchadas.

Loco y simpático, como el idioma en sí. “Dushi”, es un vocablo que se escucha a cada rato. Puede traducirse como dulce, delicioso o querido, y se aplica tanto a los postres, como al mimo cariñoso y afectivo entre dos, o como a una filosofía de vida “biba dushi” como dicen miles de remeras y gorras.

Hasta su himno se llama “Aruba dushi terra”. Si escuchar papiamento suena familiar, verlo escrito llama al desconcierto y despierta una sonrisa. Asemeja la conversación de dos adolescentes en twitter, con palabras cortadas y mucho uso de la letra k. Pero no hay que preocuparse por la comunicación pues la mayoría de los habitantes habla español e inglés.

Los arubeños alegres, predispuestos y educados, hacen la estadía sumamente placentera. No es casualidad el lema de “la isla feliz”. Esta tierra era, hasta no hace muchos años, una colonia de Holanda; hoy es un país autónomo pero miembro del Reino de los Países Bajos. Holanda sigue manejando sus relaciones exteriores y su defensa, pero Aruba tiene su propia Constitución, gobierno y Parlamento.

La capital, Oranjestad, es colorida y llena de movimiento, una mixtura de espíritu caribeño y estilo europeo. Durante todo el año atracan allí cientos de cruceros transportando a más de 90.000 turistas, una parte sustancial de los que llegan a la isla. Desde el puerto parte un tranvía turístico gratuito que lo conecta con el centro de la ciudad. Recorre  las pintorescas calles y hace 6 paradas en diferentes puntos de interés. Aún quedan algunos monumentos históricos como la Torre de Guillermo III, la fortaleza hoy convertida en museo, o la casa de la familia Ecury, hoy museo Arqueológico. Pero lo más buscado por los viajeros son las tiendas libres de impuestos de las marcas más importantes de indumentaria del mundo.

San Nicolás, la Aruba más auténtica

Aún quedan algunos restos del auténtico sentir y sabor del Caribe tal como se vivía hace 50 años: San Nicolás, la segunda ciudad en importancia. Muchos de sus habitantes llegaron en la época de la refinería de petróleo a trabajar allí y procedían de las vecinas Islas Británicas. En la actualidad el barrio tiene una antigua tradición de bandas de metal, música calipso y unos muy pintorescos carnavales. También es conocido por sus cabarets. Y si de tradiciones se trata, es ineludible la visita al Charlie's Bar.

Fue en 1941 cuando Charlie y Mary Brouns, de origen holandés, decidieron abrir el bar para atender a una cada vez más numerosa clientela de trabajadores de la refinería cercana, de pescadores y hasta de buzos que trabajaban en la zona. Precisamente los buzos fueron los primeros en colgar de las paredes y del techo, objetos que encontraban en el fondo del mar. Año tras año, locales y turistas fueron abasteciendo esa colección, convirtiéndola casi en un museo de historia viviente. Jugar a descubrir lo que esconde cada pieza colgada es la excusa perfecta para demorar una cerveza helada.

La hora de comer

La pequeña isla deja ver en su gastronomía las influencias de diversas culturas, pero también están las cocinas del mundo. Hay propuestas italianas, típicamente estadounidense, japonesa, china caribeña... pero no hay como ir a un lugar junto al mar, a donde llegan los pescadores cargados de frescos productos que desembocan en manos del cocinero. Atúnidos, pargos, doradas, son servidas junto al muelle. Son platos típicos -de esos que hay que probar en la estadía- el estofado de cabra, keshi yena (es un pollo estofado), el funchi (una especie de polenta) o el pastechi (simplemente una empanada). Todas las delicias las acompañan con pan bati, que es una especie de pancake con mucho picante: el “pica di papaya”, hecho con papaya verde y la salsa “hot delight madam”, en base al pimiento Madame Jeanette, mucho, pero mucho más picante que el jalapeño. Aquí bien vale el maridaje con una Balashi, la cerveza local fabricada en base a agua de mar desalinizada.

Y esto es toda una curiosidad pues  el agua consumida en Aruba y la utilizada para los servicios, proviene del mar. La segunda planta más grande del mundo es desalinizada y convertida en agua rica y pura.

Arriba Aruba

Ubicado en Palm Beach, el Riu Palace es un enorme resort all inclusive donde todo está pensado para pasarla bien. Habitaciones grandes y confortables, denotan que esta construcción es de las primeras pensadas para el turismo en la isla. Varios restaurantes temáticos, otros bufet con todo lo imaginable para comer y tomar, gimnasio, spa y muchísimo personal sonriente que no deja faltar nada. Enormes piscinas, cientos de reposeras y una playa de las más lindas de la isla. Instalado en una hamaca, inmerso en mis pensamientos, me dejo llevar hasta que Alejandra, una simpática camarera, toda sonrisa, toda dientes blanquísimos, me ataca con una copa de “Arriba Aruba”, el cóctel tradicional. Ron, vodka, jugos de diferentes frutas y el ingrediente secreto: Coecoel, un licor que se produce sólo en la isla y que da un sabor particular al trago.

El desierto caribeño

Créase o no, la mayor parte de la isla es un gran desierto. Tierra colorada, espectaculares formaciones rocosas y el mar azul rompiendo violentamente y socavando la costa hasta formar  puentes naturales y bahías escondidas. En ese paisaje estéril e inquietante, se destaca como única vegetación una gran profusión de cactus, plantas de aloe vera y los árboles típicos de la isla: fofoti y divi divi. Incapaz de distinguirlos, Wikipedia mediante, ya no tengo dudas de que los fofoti se nutren de agua salada y los divi divi de agua dulce. Ambas especies, fueron cediendo al constante azote de los vientos alisios y se inclinaron en la dirección que los peinaban, adquiriendo esas formas tan particulares y atractivas con las que hoy crecen. No hay manera de recorrer el norte de la isla sin subirse a un todo terreno. Pueden alquilarse buggys o jeeps, pero nosotros optamos por abordar el furgón 4x4 de Rocky, un experto en el manejo sobre caminos inexistentes.

Fuertemente agarrados de los travesaños del vehículo, vamos copiando los saltos del camino intentando no salir despedidos. De repente aparecen unas ruinas de piedra que fueron las instalaciones donde se procesaba el oro que extraían de las minas hasta principios del siglo XX. Dicen que todo empezó cuando un niño encontró en un arroyo una pepita del codiciado metal. Eso desató la fiebre. Al final de la locura, este antiguo horno fue abandonado y hoy deja ver sólo muros desnudos en medio del desierto. Pero el oro dejó su marca en Aruba. Hasta el nombre de la isla dicen que proviene de una frase atribuida al colonizador español Alfonso de Ojeda: “oro hubo”. Sin embargo Rocky, nuestro guía, dice que “en Aruba todavía hay mucho oro. Sólo hay que buscarlo en las tiendas del centro de Oranjestad”. En medio de esta aridez, a cada paso aparecen curiosas esculturas hechas con piedras apiladas, iguales a nuestras apachetas puneñas.

No es una costumbre local sino que fue impuesta por los visitantes. La leyenda dice que quien las arma, 7 piedras apiladas prolijamente una sobre otra, seguramente volverá a la isla. Vale la pena hacer caso, con la ilusión de volver una y otra vez.

En el interior de la isla está el Parque Nacional Arikok, claramente destinado a preservar la flora y la fauna de este entorno único. El recorrido por la costa norte, nos lleva a descubrir los puentes que la marea y el viento tallan sobre la orilla, y que dan origen a hermosas piletas naturales y cuevas cavernosas, antiguos refugios de piratas. Hacia el final del recorrido, divisamos el Faro California, testigo de los atardeceres más imponentes.

Arena, arenita

Pero si el Norte y el Este de la isla son un paisaje lunar árido y desértico, el Oeste es casi lo opuesto. Allí es donde están ubicadas algunas de las playas más bonitas del Caribe. Sorprende su amplitud. Si bien en Aruba siempre hace calor, y bastante, los vientos alisios ayudan a pasarla bien. Soplan siempre y atenúan el efecto del sol. Hay que llegar a la famosa Eagle Beach. Es una playa soñada: arenas blancas, de ésas que no queman los pies, bien ancha y bordeada por manglares. El agua: mansa y de mil tonos de verdes y turquesas profundos.Allí se encuentran los “hoteles de baja altura”, todos separados de la playa por una calle,  muchos de ellos muy exclusivos y con concepto de hotel boutique.

Subiendo por la línea occidental de la costa, aparece Palm Beach. Allí  los “hoteles de gran altura” pertenecientes a las grandes cadenas, muchos de ellos con concepto all inclusive, donde todo está resuelto. Aprovechando la seguridad existente, impulsan a que los huéspedes no se encierren en los hoteles y salgan a experimentar el afuera. A disfrutar los bares, restaurantes, boliches y  malls, como los que están en la Avenida Palms, la que corre paralela a la costa de Palm Beach.

Existen otras playas como Baby beach, ubicada en la zona de San Nicolás y la elegida para ir en familia. O Arashi Beach, cerca del faro California, ideal para hacer snorkeling y buceo. Hadicurari Beach y Malmok Beach, invadidas por surfistas y un par de playas que son un dato secreto:

Dos Playas en el parque Arikok, que cuenta con dos calas talladas en el acantilado de piedra caliza y una amplia playa de arena protegida por las rocas con una hermosa piscina natural y  Roger's Beach, la preferida de los arubeños, situada en una bahía de pescadores al sur de la isla.

Frente a Oranjestad y a sólo 10 minutos de lancha, está la isla del hotel Renaissance, un espacio privado con dos lagunas de mar, donde retozan y comparten espacio (con los bañistas), animales silvestres como iguanas y flamencos. Otro de los rincones idílicos, de la isla feliz.

El día que me quieras

Aruba recibe a turistas del mundo cada día, y los argentinos desde hace tiempo la visitan. De hecho, el morocho del abasto eligió la isla como parte de su última y famosa gira americana. Fue en el trayecto de Curaçao a Aruba donde Gardel subió por primera vez a un avión. Carlitos, que era valiente pero no comía vidrio, confesaba sus temores. “¿A la fuerza hay que ir volando a todos estos lugares?. Yo le tengo desconfianza a estos bichos. Barquito y trencito me gustan más. Pero, en fin, ¡adelante los que quedan!”.

En Aruba fue recibido por una pequeña multitud que lo conocía por Cuesta abajo y el Tango en Broadway, algunas de sus famosas películas. Algunos de ellos habían adoptado su estilo: sombrero de medio lado y peinado engominado. Se alojó en el Hotel Palace y comió en el restaurante argentino “ El Gaucho”. Después de la función, el público lo sacó del escenario y lo llevó en andas por toda la ciudad. En esa situación Gardel logró convencer a la gente para que lo llevaran hasta el espigón del puerto porque debía viajar de regreso.

Datos utiles

Dónde comer

Old Fisherman: es un típico bar/café/restaurante que frecuentan los arubeños. Sirven comida tradicional y platos con productos del mar.

Barefoot:  Un romántico restaurante donde las mesas están sobre la arena misma. Deliciosos platos arubianos e internacionales.

Zeerover: al restaurante llegan las lanchas cargadas de pescado y allí mismo preparan la comida y la sirven en mesas comunitarias.

Hostería de Vittorio: Tradicional italiano con cocina impecable.

Faro Blanco: situado junto al faro de California, donde se disfrutan los más bellos atardeceres.

Actividades

Depalm tour: Son los principales operadores de actividades turísticas en la isla y los responsables de:

Submarino: Un submarino real, baja a 40 metros de profundidad y navega por el arrecife de coral. Más de 40 pasajeros disfrutan las vistas de la fauna marina cómodamente a través de ventanillas situadas a los costados. Precio: U$S 105 por persona.

Sea trek: una caminata a 5 metros de profundidad, sólo munido de un casco de más de 30 kg. que recibe aire a través de una manguera y permite respirar e interactuar con las criaturas del mar.  U$S 49.

Catamarán: con bebidas y comidas a bordo, tiene un trayecto con tres paradas en lugares donde, hacer snorkel, es un verdadero placer. U$S 64 por persona.

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