Alguna vez se lo llamó “el James Dean argentino” pero él, que nunca se creyó el papel de galán, seguía siendo el inocente muchacho de barrio que enamoraba a Marta González en “Ella, la gata” (1967) o a María de los Ángeles Medrano en “Carmiña” (1972).
Hoy ha pasado mucha agua bajo el puente y aunque como actor tuvo su primera nominación al Martín Fierro por “Atreverse” en 1991, ese mismo año arrancó con el que sería el programa más visto de la televisión argentina por muchos años: “Grande, Pá”, junto a María Leal y las entonces jovencitas Nancy Anka, Julieta Fazzari y Gabriela Allegue.
Hoy, aunque su carrera como actor sigue intacta, Arturo Puig se ha convertido también en un prestigioso director teatral que ha llevado a escena obras como “Cristales rotos” y “Panorama desde el puente”, ambas de Arthur Miller; y más recientemente las comedias francesas “Lluvia de plata” (2013) y “Le prenom” (2014), entre otras, antes de dirigir a Susana Giménez este año en “Piel de Judas”, obra que desde su estreno se ha convertido en un fenómeno de público.
Precisamente con Susana compartió escenario en “Sugar” en 1986 y en “La mujer del año”, de donde surgió una amistad que perdura hasta hoy.
Después del episodio cardíaco que tuvo a finales del año pasado, Arturo Puig asegura estar mejor y dice que, aunque no le teme a la muerte, prefiere seguir el curso de la vida y hacer lo que más le gusta, que es actuar y dirigir teatro.
-Hace meses tuviste una descompensación cardíaca. ¿El episodio te llevó a algún tipo de balance de vida?
-Me pusieron un marcapasos y estoy muy bien. Cardiológicamente siempre estuve muy bien, pero tenía una arritmia leve, el corazón a veces se queda unos segundos sin latido. Me faltaba el impulso eléctrico. Tuve un desmayo en casa. Por suerte Selva (Alemán, su esposa) fue fantástica en su reacción. Me llevaron al sanatorio. Me desconecté de la vida. Pero no vi la luz (se ríe). Fue un síncope.
Pensé: “Por un lado no sentís absolutamente nada si te morís... pero me gustaría que fuera algo más lento como para poder despedirme. Me di cuenta de que somos muy frágiles.
-Carnaghi decía un tiempo atrás que quisiera ser inmortal. ¿Ambicionás tanto?
-Yo no tengo deseos de inmortalidad, a lo sumo si fueran inmortales mis seres queridos... Pero prefiero seguir el curso de la vida. Creo que cuando te morís pasás a un estadio mejor. Que te reencontrás con tus seres queridos. Lo creo.
-Una anécdota de tu mujer pinta la esencia de ustedes como artistas. Ella acaba de rechazar una oferta para hacer "The Walking Dead". Otros hubieran pisado cabezas por ir a Hollywood...
-Sí, la llamaron para hacer un personaje fijo en la serie. La habían visto en un video que había mandado un representante de ella. Como está ensayando para debutar en teatro (“Madres e hijos”) no podía romper ese compromiso.
-Tienen códigos de otra época. ¿No te interesaba que se abriera ese mercado?
-La verdad fue un shock, ella se quedó helada porque es una serie de culto en el mundo. No habíamos visto la serie y fue gracioso, porque cuando vimos que era de zombies le dije: “Está bien, ibas a ser zombie, no ibas a trabajar en Mad Men”. Yo ya he trabajado afuera, Venezuela, Puerto Rico, Nueva York. ¿La fama qué es en definitiva?
-¿Qué es?
-No es nada. Que de pronto, te reconozcan. No es más que eso, no te aporta nada al trabajo. Tal vez algunas ventajas, pero a mí no me aportó nada.
-Curioso lo que decís, vos, que alguna vez con "Grande Pa" hiciste 60 puntos de rating...
-Yo salgo a la calle y la gente me pide por favor que vuelva a hacer un programa como ese. Es más, camino por la calle y “Grande, Pá” es el saludo de todos los días. En un momento me enojé mucho.
Dije: “De esto no salgo más”. Eso me impulsó a hacer obras de Arthur Miller, y todo eso. Ahora agradezco. Me ha pasado de ir por la calle y un muchacho me abrazara hasta las lágrimas, diciendo “Fuiste mi papá durante mi infancia”. Hay que ser agradecido. Entonces, que me sigan diciendo ‘grande, pá’. No sería descabellado que vuelva.
-¿Te convencieron finalmente? ¿Harías una remake?
-No hay oferta concreta, pero yo haría una remake basada en las edades que tenemos ahora y con el mismo elenco. Funcionaría.
-¿Te costó mantener una vida alejada del escándalo? ¿O es que el paradigma de los medios en época de los 60 puntos de rating era otro?
-No costó. Siempre he sido muy respetuoso con el periodismo y siempre me respetaron muchísimo. Hoy es distinto, pero hubiera podido seguir sin escándalo mi vida, porque el periodismo busca otro tipo de personaje. Soy aburrido para ellos. Es una realidad. ¿De qué voy a hablar? ¿De las obras?
-Tu primer Martín Fierro lo perdiste ante el Topo Gigio y recién el año pasado te dieron uno, pero a la trayectoria, ¿sentís que son los años los que hacen justicia? Ahora te distinguieron como personalidad de la cultura...
-Puede ser. Fui nominado siete, ocho veces al Martín Fierro y nunca lo gané. Con el Martín Fierro a la trayectoria estaban compensando (se ríe). Pero no me puedo quejar, recibí muchos premios en el teatro. Los ACE, el María Guerrero. Ahora más bien creo que recibo premios por todo lo que he trabajado.
-Cuando ves tus viejas fotos como el "James Dean" argentino ¿sentís nostalgia?
-No soy nostálgico. Y nunca me sentí un tipo buen mozo. Al contrario. Ahora que me veo de joven digo “Pero yo era bárbaro”. A lo mejor me perdí muchas chicas por no creerme eso.
Muchos creen que nací en Londres y es todo lo contrario, me crié en Belgrano cuando Libertador era angosta y yo jugaba con chicos de una villa cercana. El cine y las mujeres me refinaron. Veía a Cary Grant o a Marcelo Mastroianni y trataba de vestirme igual.
El día que se quiso "levantar" a Susana
Era 1970 y Susana Giménez seducía a todos desde la pantalla chica con su “Shock!!” en la famosa publicidad de jabón Cadum y acababa de ser tapa de la revista Gente. Arturo era por entonces un ascendente galancito televisivo que todavía no conocía a quien sería su esposa y el amor de su vida: la actriz Selva Alemán.
Así lo contó el actor en el programa “Intrusos”: “Un día me paro con mi Fiat 600 en un semáforo y veo que, al lado, estaba Susana con un auto igual y hasta del mismo color. Le dije ‘pará, pará!’, estacionamos a un costado, se bajó y la saludé”.
“Entonces me contó que no tenía registro o que lo tenía vencido y yo le dije que conocía a un actor que era inspector de un registro de autos en la Costanera Sur. La llevé y sacó el registro”, rememoró Puig.
“Al día siguiente la llamé por teléfono y la invité a salir, pero me dijo que estaba en pareja y me cortó”, finalizó el actor muerto de risa.
Susana, por su parte, salió al aire vía telefónica y contó su versión de aquel encuentro, aunque aseguró no acordarse el tema del registro.