Luis Quesada ha sido reconocido en vida. Bien sabe este hombre de aplausos y felicitaciones, de causas comunes y homenajes, de obras maestras y merecimientos que se le escapan de las manos. Luis Quesada es, como José Bermúdez, un artista ineludible del arte de Mendoza.
Así es como la escuela 4153 de Guaymallén o el espacio de arte de la Universidad Nacional de Cuyo llevan su nombre, o como han sido declarados patrimonio cultural de la provincia dos murales de su autoría ubicados en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad.
Premios, cuántos premios, y colecciones de grabados repartidos por Ecuador, Chile, México, España, Estados Unidos, Francia o Alemania. Si del Monumento al Criancero en Malargüe se habla, allí estarán las pasiones de Luis Quesada, como lo estarán, compartidas, en los paneles de Casa de Gobierno y las paredes de la Galería Tonsa.
Nació en Santa Rosa el 23 de junio de 1923; por compromisos laborales de su padre vivió un tiempo en El Carrizal y más tarde en San Rafael, donde cursó la secundaria y abrazó las primeras inquietudes políticas. En Córdoba cursó un tiempo arquitectura.
También la conoció a Acelí, por entonces estudiante de odontología. De regreso en Mendoza se casaron hace 62 años, tuvieron tres hijos -Efo, Ramiro y Pepi-, y acompañaron el crecimiento de cinco nietos: Gabriela, Pablo, Ramiro, Emiliano y Matías. La tierra prometida de Luis, El Bermejo, donde impulsó la Asociación para la Radicación de Artistas y Artesanos de ese lugar, junto con Colonia Segovia y El Sauce.
En su casa habitada de poéticas talladas a mano, los vidrios desnudan un gran jardín y los libros y las obras y las horas se amontonan para gritar la presencia de este hombre, que vive en cada rincón con su forma de ver el mundo.
Artista polifacético, gestor cultural, docente universitario y ciudadano comprometido con su época y sus convicciones más profundas, Quesada se formó bajo las influencias de la modernidad, en las décadas del ?40 y ?50, la militancia de izquierda y la certeza de que era preciso devolverle al arte su función social.
Fue decisiva su presencia en el Congreso Continental de la Cultura de 1953 en Santiago de Chile, donde conoció al muralista Diego Rivera y se codeó con artistas brasileños que animaron el armado del Club de Grabados, una experimentación técnica en la que estudiantes y colegas debatieron los medios para acercar el arte al pueblo. Luis impulsó el Taller de Arte Popular Realista, integró el Taller de Murales y promovió la creación de la Escuela de Diseño de la UNCuyo, entre otras misiones colectivas destinadas a profesionalizar la actividad y despertar las motivaciones artísticas.
Referente de generaciones, su enorme producción delata su dominio técnico y la libertad con que escoge los materiales cuando la obra lo llama: láminas, acuarelas, vitrales, óleos, tapices, esculturas, murales y pinturas llevan la impronta adherida de quien se sirvió de cuanto aprendió por su cuenta y le enseñaron, como las artesanías de antaño o aquella sierrita de calar que un día probó en el colegio.
"Es proverbial en él la permanente búsqueda de experimentación y profundización en el conocimiento del material para alcanzar su máxima expresión", describe Pepi o Acelí, la hija de Luis que lleva el mismo nombre que su madre. Miembro activo de la Asociación de Artistas Plásticos filial Mendoza, en 1965 expuso una colección de joyas y collares en Buenos Aires, que luego sería adquirida por la casa Christian Dior en París.
"Mi abuelo me enseñó el oficio de la carpintería y a usar todo tipo de máquinas en su taller. Siempre me dijo que si me proponía algo y lo encaraba con esfuerzo y dedicación lo lograría, es así que a los 14 empecé a diseñar y a construir mis propios instrumentos de percusión", cuenta Matías Barbuzza Quesada, 24 años, músico, cómplice del trabajo de su abuelo, compañero en su galaxia de creaciones y testigo de los relatos tejidos alrededor de él.
"Cuando estudiaba Artes, Luis era alumno de día y encuadernador de noche. Por esos años también compartió la tarea de ser padre. Llegó a trabajar en las minas de carbón para terminar sus estudios y Acelí siempre estuvo ahí para apoyarlo y ayudarlo: hasta el día de hoy. Son una pareja que necesita el uno del otro incondicionalmente", dice el nieto del hombre sin techos ni límites para el arte.