Casi sin darse cuenta y por el trabajo de su papá, Florencia Escudero (26) recorrió el mundo durante su niñez y adolescencia. Nació en Singapur, vivió en Indonesia, Ecuador, Senegal, Estados Unidos, Holanda, Venezuela y en Argentina en Buenos Aires, Neuquén y Mendoza, la tierra de la que se siente parte.
"Soy mendocina por la idiosincrasia de mi familia y porque formalmente me nacionalicé argentina. Mi hermana nació allá y mis padres son una malargüina y un alvearense criado en Godoy Cruz", explica la joven que en 2006 decidió guardar las maletas e instalarse en Nueva York para desarrollarse como artista plástica.
"Pasé mucho tiempo en el exterior pero siempre volvíamos a Mendoza por lo menos una vez al año en las Fiestas para ver a mis abuelos y mis tíos", recuerda.
Las ganas de hacer de la ciudad más cosmopolita de EEUU su lugar en el mundo le llegó a los 16 años: "Encontré un documental sobre Jean-Michel Basquait, un pintor estadounidense que nació en Brooklyn, y me enamoré de su arte y de la idea de vivir acá".
Con esa idea firme, cuando terminó la secundaria en Buenos Aires- y luego de un breve paso por Malasia junto a sus padres- se trasladó hasta Nueva York y comenzó a estudiar en la SVA (Escuela de Artes Visuales). "Era muy joven y lo que me había imaginado en las películas era muy distinto a la realidad. Pasar la experiencia de vivir sola y el shock cultural fue difícil al principio, pero estudiar en la SVA resultó una de las mejores experiencias de mi vida", destaca.
Para continuar su formación, Florencia se inscribió en una maestría en escultura en la Universidad de Yale, para lo que tuvo que trasladarse dos años a California: "Pensé que no me iban a aceptar pero quería ver y resultó. Yale era distinto a lo que conocía. No era solamente una facultad de arte sino una entidad totalmente distinta. Mucho más seria y competitiva. Era un desafío".
Vida de artista
Una vez que finalizó su master volvió a Nueva York y comenzó a desarrollar su carrera en diferentes frentes: "Como tenía experiencia como asistente de artista empecé a trabajar para el artista japonés Murakami. Él tiene un estudio que es un modelo tipo fábrica, como la de Andy Warhol".
Además forma parte de Project Art, una organización sin fines de lucro creada como respuesta a los controles de presupuesto en los colegios públicos, donde siempre lo primero que recortan son las clases de arte, tal como explica Florencia:
"Es un programa totalmente gratis para los alumnos. Yo me desempeño como maestra de arte para grupos de adolescentes de distintas edades. Trato de enseñarles una técnica distinta cada clase, porque si bien entiendo que no a todo el mundo le interese el arte, el proyecto se concentra en crear confianza en los alumnos y ayudarlos a pensar en formas distintas. La creatividad es algo que se puede aplicar a todos los aspectos de la vida diaria.
Por otro lado, siempre que puede ella realiza obras propias: "Ahora me estoy preparando para presentar una colaboración con una amiga del secundario que es bailarina y se llama Iris Odstricil. Estoy dibujando y pintando usando el diario de todos los días para luego proyectarlo en una tela mientras ella baila".
A pesar de encontrarse en uno de los centros culturales más importantes del mundo, Flor es consciente de que ser reconocida como artista requiere un gran esfuerzo: "Siento que acá está localizado el mercado del arte y hay muchos para hacer pero es muy competitivo. Mucha gente tiene el mismo plan y hay que trabajar mucho. Hay que aprender que no se puede vivir del arte instantáneamente pero con tiempo empiezan a aparecer oportunidades. Hay que seguir adelante aunque a veces sea desesperante".
¿Y Mendoza? "Me encantaría poder volver porque me gusta el ritmo de vida de allá", afirma la joven que añora sobre todo la montaña, los mates y la siesta. "También extraño a mi familia", agrega ya que parte de ella se encuentra aquí, aunque otros están distribuidos por el mundo: "Mis papas siguen en Malasia y mi hermana se acaba de mudar a Australia. Nos comunicamos casi todos los días por internet", cierra.