Durante el largo invierno ártico sin sol, las temperaturas normalmente caen muy por debajo de -17 °C, y el hielo marino se vuelve más grueso y se extiende. Pero durante gran parte de 2016, las condiciones en el Ártico fueron todo menos normales.
A mediados de noviembre, un mes antes del pleno inicio del invierno, el hielo marino ártico de hecho empezó a derretirse; más de 49.200 kilómetros cuadrados de hielo desaparecieron, una pérdida a una escala nunca antes vista estando tan avanzado el año.
A fines de diciembre, las temperaturas del aire cerca del Polo Norte tuvieron un pico cercano al punto de congelamiento (aproximadamente 10 grados centígrados por encima de lo normal).
“Comencé a trabajar con el clima ártico en 1982, siendo un joven estudiante de posgrado”, dice Mark Serreze, director del Centro Nacional de Información sobre Nieve y Hielo, en Boulder, Colorado. “Así que he estado estudiando el Ártico por mucho tiempo, y nunca he visto nada como esto”, señala.
¿Qué significan estas condiciones extremas para el futuro? ¿Nuestras emisiones de gases de invernadero ya nos han condenado a un Ártico sin hielo?
La capa de hielo ártico disminuye a su tamaño más chico cada septiembre al final de la época de deshielo, y luego empieza a crecer otra vez. La extensión de esa cubierta mínima, dice Serreze, se ha estado achicando aproximadamente 13 por ciento cada década.
Los aumentos recientes de temperatura y pérdida de hielo al final de la temporada quizás hayan sido inusitados, pero no fueron inesperados; es lo que los modelos climáticos han predicho que podría suceder cuando a la variabilidad natural le sumamos un calentamiento constante causado por el efecto de invernadero.
¿Pero presagian un irreversible colapso descontrolado del hielo marino del verano? Los científicos climáticos alguna vez temieron que el calentamiento global pudiera dispararlo.
Con la reducción de áreas cubiertas de hielo, decía esta lógica, las aguas abiertas absorberían más radiación solar, y se reflejaría menos al espacio. Eventualmente, el océano absorbería tanto calor que el hielo marino del verano ya no se formaría (el Ártico habría pasado un punto de inflexión).
Pero en un influyente trabajo de investigación publicado en 2011, cuatro investigadores del Instituto de Meteorología Max Planck, en Hamburgo, Alemania, argumentaron que el hielo ártico no tiene un punto de inflexión.
Si lo eliminamos por completo en verano, según estimaron las simulaciones computacionales de los investigadores, el océano pierde tanto calor en invierno que el hielo vuelve a crecer más rápido, y parte del mismo sobrevive al siguiente verano. Las observaciones apoyan esa idea; el hielo marino rebotó modestamente luego de alcanzar un mínimo histórico en septiembre de 2007.
“Aunque usted no lo crea, dada la tendencia actual de pérdida de hielo ártico, el hielo marino tiene una increíble resistencia contra su desaparición”, dice Dirk Notz, uno de los autores del trabajo de investigación.
“Justo ahora, por ejemplo, tenemos estas vastas áreas de aguas abiertas en contacto directo con la atmósfera invernal normalmente fría. Y pese a esos picos de temperatura que tuvimos en diciembre, zonas grandes del Ártico ahora están frías. En estas áreas de aguas abiertas hay una pérdida masiva de calor del océano hacia la atmósfera; mucha más pérdida de calor que si esa región estuviera cubierta de hielo. Esperaría que el hielo creciera relativamente rápido para compensar al menos algunos de estos eventos extremos que hemos tenido durante el último par de meses”, considera.
Aunque el hielo marino quizás nunca pase un punto de inflexión, no puede decirse lo mismo para la inmensa capa de hielo que cubre Groenlandia. A medida que las temperaturas globales aumentan, la capa de hielo de Groenlandia seguirá perdiendo masa; la altura de la capa de hielo disminuirá constantemente a medida que se derrita, exponiéndola a temperaturas más cálidas en elevaciones más bajas.
“En algún punto ya no se podrá detener la desaparición de la capa de hielo de Groenlandia”, dice Notz. “Eso es lo que consideraría un claro punto de inflexión”, afirma.
Ajustando el termostato
Notz enfatiza que hay límites a la resistencia del hielo del mar ártico. Eventualmente, los veranos árticos sin hielo serán la norma si no reducimos rápido la quema de combustibles fósiles.
En un trabajo de investigación publicado recientemente en la revista Science, Notz y un colega encontraron una relación directa entre las emisiones de bióxido de carbono y la pérdida de hielo marino. Específicamente, mostraron que por cada tonelada de CO2 emitida, desaparecen 3 metros cuadrados de hielo marino.
“Cada persona de Alemania emite cerca de 10 toneladas de CO2 por año”, ejemplifica Notz. “Creo que en Estados Unidos es cerca de 16 toneladas. Eso me permite calcular mi propia contribución a la pérdida de hielo del mar Ártico acá, en Alemania; aproximadamente 30 metros cuadrado cada año.
“Repentinamente se vuelve muy claro cómo contribuimos todos a esta pérdida de hielo del Océano Ártico. No es algo que pase por casualidad. Cada vez que volamos hacia algún lugar o manejamos nuestro auto, podemos sentarnos después y calcular cuánto hielo marino acabamos de derretir”, explica.
Si nuestra civilización arroja a la atmósfera otras 700 a 1.000 gigatoneladas de CO2, dice Notz (aproximadamente el lapso de entre 20 y 25 años, a las tasas actuales), el hielo del verano del ártico desaparecerá.
Eso es aproximadamente el nivel de emisiones compatible con el Acuerdo Climático de París, que compromete a las naciones del mundo a limitar el calentamiento global a no más de 2 grados centígrados por sobre los niveles preindustriales. El Acuerdo de París también llama a las naciones a buscar eventualmente una meta más ambiciosa de 1,5 grados, número que podría permitir que el hielo marino sobreviva todo el año.
Hay algunas buenas noticias: al reducir nuestra producción de gases de invernadero, el hielo del Océano Ártico casi se estabilizaría de inmediato. “Si mágicamente pudiéramos reducir a la mitad nuestras tasas de emisión el año que viene”, dice Notz, “entonces tendríamos el doble de tiempo hasta que desaparezca el hielo”.
La mala noticia es que no estamos haciendo nada como eso. “Creo que seguiremos por el camino que hemos estado viendo: una tendencia descendiente a un paso rápido con muchos altibajos de un año a otro”, considera Serreze.
“Incluso podríamos llegar a un punto de un verano sin hielo, digamos tal vez en el año 2030, y luego a través de la variabilidad natural podría recuperarse durante un década".
“Lo que hemos observado durante los últimos dos inviernos realmente nos ha asombrado”, agrega.