Julio Pinedo no tiene trono ni séquito, sólo una capa roja con orlas doradas y una corona metálica. Pero es reconocido en la comunidad negra de Bolivia como un rey descendiente de un monarca africano traído como esclavo desde el Congo por colonizadores españoles.
Pinedo vive en la pobreza en un apacible poblado de Los Yungas, tórrida región agrícola de Bolivia, y utiliza su capa y corona sólo en festividades locales como recordatorio de sus ancestros reales y su origen africano.
De 73 años, el rey negro de Bolivia tiene las manos callosas por las faenas agrícolas, que a diario cumple como cualquier otro campesino de Mururata, un poblado donde habitan unas 60 familias a unos 100 kilómetros al norte de La Paz.
"Yo nací en 1941, aquí en Mururata, como mis abuelos. Yo soy nieto de Bonifacio Pinedo, el rey negro", se presenta amable y ceremonioso don Julio, quien recuerda que fue criado desde niño por su linajudo ancestro, pues sus padres fallecieron en un accidente cuando él era pequeño.
Simple y directo, reconoce que su rango es más simbólico y honorífico. En la granja "yo produzco cítricos, naranja, mandarinas, coca y café también", cuenta.
Y explica que la historia de sus raíces le fue transmitida por su abuelo: "A mis ancestros los han traído aquí (a Los Yungas) cuando invadieron los españoles; los trajeron a las comunidades a trabajar la tierra".
El rey negro, que es reconocido como tal por la comunidad negra de Bolivia, tiene un único hijo y heredero: el "príncipe Rolando", que trabaja en La Paz como oficinista en el Congreso.
Su esposa, la "reina doña Angélica Larrea", atiende un pequeño negocio al menudeo en el que lucen una veintena de botellas de soda, unas cuantas latas de sardinas, botellones de aceite y algunas unidades de pan, si es que la panadera de Mururata los ha horneado.
- Nuestro rey simbólico -
Su abuelo fue Bonifacio I, coronado en 1932 en Bolivia y descendiente del príncipe congolés Uchicho. Pinedo lo sucedió en 1992, pero recién fue entronizado en 2007 en una ceremonia oficial en Mururata, un pequeño villorrio de estrechas calles de tierra, precariamente conectado por caminos escarpados con Coroico, una pujante localidad turística de Los Yungas.
Según el relato familiar, hacia 1820 el príncipe Uchicho fue secuestrado y llevado a esa región agrícola y productora de coca y café en las postrimerías de la colonización española, que duró del siglo XV al XIX, para trabajar en los cocales.
Hoy en día, la imagen de Pinedo otorga a la población afroboliviana, de unas 26.000 personas, "una fuerte identificación cultural y un fuerte sentido de pertenencia", explica el primer diputado negro en la historia de Bolivia, Jorge Medina, elegido legislador por afrobolivianos e indígenas lugareños de Los Yungas.
Los afrodescendientes que viven en Bolivia son reconocidos por el Estado como "nación originaria", con una influencia muy fuerte en la música de aires andinos del país. Bailes como la "saya" y "caporales" están impregnados de tambores africanos.
Pedro Andaveres, un investigador de la cultura afroboliviana, señala que no existen datos exactos de cuántos negros fueron traídos al nuevo Continente, aunque algunas cifras mencionan entre 50 a 60 millones, de los que una mitad murió en el trayecto.
"Se cree que al Alto Perú llegaron cerca de medio millón, pero no hay cifras de cuántos llegaron a lo que hoy es Bolivia. Nos trajeron (los españoles) primero a (las minas de) Potosí y luego a esta región de Yungas", dice Andaveres.
El experto asegura a la AFP que toda la historia de los afrobolivianos ha sido borrada durante la colonia española y luego, en la república, por criollos mineros, latifundistas y terratenientes: "Nos han borrado nuestra historia, nos han borrado nuestros dialectos originales, nos han borrado nuestras religiones".
Pero queda el recuerdo de un monarca, estima el diputado Medina. Julio Pinedo "es nuestro rey simbólico, no le rendimos pleitesía como a un rey de España, pero hay respeto hacia él", dice.