Sexualidades impensadas, traición, lucha de clases, amor traicionero, amor sincero, complot, agua mucha agua, doblajes únicos, injusticia, zoofilia, lesbianismo, gerontofilia, pasión y pezones perfectos, lucha de género, tiros, todos los paisajes del mundo, infidelidad, poesía, sangre, odio: Historias. Armando Bo fue un genio.
Hace poco la “Filmoteca” de la televisión pública (lunes a viernes a la 0) propuso un ciclo de la obra del gran director argentino y de la única diva argentina que amamos de verdad, Isabel Coca Sarli. Las recomiendo a todas y cada una de ellas. Una generación que no ha visto enteras las películas de la Coca es una generación sin futuro. No son películas viejas en blanco y negro donde no pasa nada, no es cine independiente argentino, es todo lo contrario: puro color y acción y pasión. La Coca provocaba el deseo y Bo sabía perfectamente cómo mostrarlo.
Y no es suficiente con ver un video en Youtube de las mejores escenas, hay una estructura, hay historias reales y hay una ideología que subyace en las tramas de sus filmes (gran titulador fue Armando con gemas como: “Intimidades de una cualquiera”, “Furia infernal” “Extasis tropical” “La mujer de mi padre).
El sexo es una forma de poder. Así lo muestra y así debía ser, sobre todo en los ‘50 y ‘60. En eso me recuerda a gente como Nelson Rodrigues, un escritor brasileño casi desconocido fuera de su país, pero indiscutiblemente nombrado rey del folletín y las tramas sexuales e incestuosas; un universo maravillosamente pre corrección política que no dejaba ninguna subjetividad sin interpelar.
Quizás hoy impacte menos el tema del sexo y el consumo de las pelis de Bo-Sarli pase más por lo bizarro de su estética. La figura admirable de Sarli y su sensualidad desbordada provocaba la locura en los personajes masculinos y lo mismo en los espectadores, sacando a la superficie lo más hostil o viril o atávico de los hombres (y a veces de las mujeres, como en la excelente “Fuego” ¡de 1969! donde la pobre Coca sufre de una fiebre uterina o ninfomanía o simplemente es putísima; condición o enfermedad que Alba Mujica aprovecha para establecer una relación lésbica con la joven, o sea la mujer pulposa-Coca es tan puta que se hace lesbiana, una idea revolucionaria y casi militante sobre la condición oprimida de las mujeres). Y mientras eso sucede un mensaje, una postura y una provocación se esconden detrás.
“Insaciable”, “Una mariposa en la noche”, “El sexo y el amor” son algunas de las películas que rodó Armando Bo con su amante Isabel Sarli mientras en América Latina las dictaduras gobernaban. Basadas en obras literarias en algunos casos o guionadas por él y en su mayoría comprometidas con las clases humildes, los oprimidos y su realidad, muestran las relaciones de poder, los abusos y sus consecuencias. Podríamos decir que son casi fábulas morales interrumpidas por tetas y gemidos. Lo cierto es que fueron exitosas sobre todo por un erotismo que no conocía, hasta entonces, el cine argentino.
Si Leonardo Favio tiene un cronómetro para medir la emoción creo que Armando Bo tenía un cronómetro muy exacto para medir las erecciones.
Los genios no tienen herederos. Armando no tiene quien lo represente en el cine mainstream de hoy, nadie se le compara y nadie se le parece, y no volverá a haber en la historia argentina otro cineasta como él. Ni siquiera es nuestro John Waters, al revés: Waters es el Bo (norte)americano y Divine una Coca que reemplaza el erotismo por la asquerosidad.
La fabulosa Coca fue entrevistada por Manes y Peña demostrando una vez más su memoria infinita; en sus palabras siempre se puede adivinar cuánto se divertían y qué aventura única fue para ellos hacer cine y expresarse en un mundo que no estaba listo para apreciarlos.
No me gustan los imitadores o los malos intentos, pero tampoco este vacío que nos dejaron. Si bien Bo tuvo un hijo productor (Víctor Bo) y un nieto que lleva su nombre, no pueden compararse. Armando Bo Jr. participó en el guión de la tristísima película “Biutiful”, dirigida por Alejandro González Iñárritu.
Se lanzó con su propia idea y guión a dirigir “El último Elvis”, elogiada en el Bafici y premiada en el Festival de San Sebastián. Con un estilo que se asemeja más al realismo deprimente del cine argentino de los ’90 que a la pulsión vital de su propio abuelo. Sin embargo la historia es atrapante. La trama se desarrolla sobre un personaje que directamente se cree Elvis Presley y quiénes somos nosotros para decir que no es así.
Es verdadero “viajado”, y en eso se parece a sus antepasados Bo, porque quién más viajada que la Coca y Armando, que recorrían el mundo filmando sus delirios. Un viajado es alguien que, convencido de lo que es, respeta esa idea-identidad hasta el final, sin importar lo que diga o piense la gente, sin importar las consecuencias que ese viaje tenga en el mundo alrededor. Ya sea con escotes o con jopo, el cine argentino cada vez necesita más de estos viajados y menos de los silencios y las musiquitas bucólicas y apagadas. Esperemos que así sea.