Buscan a los cadetes del TC 48, medio siglo después

Una entidad internacional con sede en Suiza, rastrea aviones perdidos en América Latina. Entre ellos, el cuatrimotor de la Fuerza Aérea Argentina que se perdió en Costa Rica y en que viajaban tres cadetes mendocinos.

Son varios los aviones  que tras haber partido de suelo firme se extraviaron durante su travesía y nunca aparecieron. En nuestro país uno de los casos más notorios fue el del cuatrimotor Douglas C-54 TC 48 de la Fuerza Aérea  Argentina, que se perdió en 1965 con 68 ocupantes, la mayoría cadetes en viaje de instrucción, entre Panamá y El Salvador, con destino final en Estados Unidos.

Las búsquedas son siempre oficiales por parte de los países afectados y se suman otros de manera solidaria en la tarea. Con el tiempo, la intensidad de esos operativos disminuye, hasta el abandono.

Basta recordar lo que ocurrió con el Fairchild de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló en la cordillera de los Andes, en 1972, muriendo 29 de los 45 ocupantes. Tras un tiempo prudencial, el rastreo cesó. Antes de la Navidad de ese año, fueron hallados 16 sobrevivientes.

En el ámbito internacional hay entidades civiles que más allá de los estados, desarrollan estudios e investigaciones destinados a encontrar rastros de aeronaves extraviadas.

Es el caso missing.aero, una asociación  eronáutica sin fines de lucro, que tiene su sede en el cantón de Neuchâtel (castillo nuevo), en Suiza, cerca de la ciudad de Berna.

Su cometido es llevar a cabo estudios e investigaciones destinados a encontrar rastros de aeronaves perdidas en América Latina. La integran más de 200 miembros, que aglutinan 19 lenguas y 24 nacionalidades, entre ellos varios argentinos.

Uno de nuestros connacionales en el grupo, Aníbal Jaimes, oriundo de Misiones, con casi dos décadas de vivir en Europa, se refiere a lo que hacen: “Buscamos los aviones (perdidos) porque nos interesa la ciencia y la tecnología. Nuestra agrupación ha formado equipos de colaboradores y consultores en Suiza y América latina, con los conocimientos necesarios y pertinentes a cada una de las áreas de trabajo”.

El nombre de la asociación surge de la contracción de "mission engineering", para destacar una metodología de trabajo inherente a las actividades encaradas.

Para llevar a cabo su cometido, missing.aero se nutre, principalmente, de las ciencias y las tecnologías propias del campo de la ingeniería. Fue  creada en la estela de las actividades de la asociación aeronáutica suiza hepta.aero, que trabaja desde 2003 en la promoción de la ciencia y la tecnología.

El staff cuenta con más de diez años de experiencia en la organización y la dirección de proyectos de investigación aplicada y en proyectos que requirieron de un esfuerzo sostenido durante años, además de un conocimiento y experiencia en el campo de las expediciones en regiones selváticas difíciles o consideradas inaccesibles.

“Durante estos años -añade Jaimes-, el equipo desarrolló nuevas pericias y, paralelamente, llevó adelante proyectos de investigación y desarrollo, logrando madurez, capacitación y preparación técnica en el uso, particularmente, de sistemas aeroportados de detección (airborne sensing) y equipos de teledetección (remote sensing) para diferentes requerimientos”.

A ninguna parte

La historia de los vehículos, artefactos capaces de moverse de forma guiada o independiente, es también la historia de objetos desaparecidos para siempre. Desaparecen barcos,  aviones, naves espaciales, vehículos que dejaron un día algún lugar...para llegar a ninguna parte.

“Encontrar los restos de un vehículo perdido es, a priori, una cuestión de disponibilidad de medios”, acota  el especialista. Y brinda dos ejemplos: “La posición del aterrizador de la misión Viking I, que llegó a la superficie de Marte en 1976, no fue conocida hasta treinta años más tarde, cuando el orbitador Mars Reconnaisance Orbiter logró fotografiarlo en 2006. Una suma de avances técnicos resolvió el misterio.

“En diciembre de 1999, otra nave espacial desapareció, cuando el aterrizador Mars Polar Lander perdió contacto durante la entrada atmosférica. A pesar de la búsqueda sobre las imágenes del orbitador Mars Global Surveyor, su posición es desconocida”.

Los episodios

Latinoamérica posee vastos territorios sin infraestructuras terrestres, que están escasamente habitados, cuando no totalmente desiertos. Sus gigantescos bosques tropicales están sembrados de aviones desaparecidos.

Es un área de 20 millones de km2, el doble de la Europa continental, con la misma densidad de población que Islandia: 2 personas/km2. Un poco menos de la mitad de América Latina, 8 millones de km2, está cubierta de bosques y selvas.

En un territorio tan extenso, con escasa infraestructura y casi deshabitado, el avión es el transporte casi obligatorio. Entre los cientos de aviones desaparecidos, missing.aero eligió cuatro casos representativos, que están a resolver. Una síntesis de esos enigmas, es la que sigue.

"Port of Brunswick"

El miércoles 25 de agosto de 1927, Paul Rinaldo Redfern (25), despegó desde Brunswick, Georgia (EEUU) para un vuelo sin escalas hasta Río de Janeiro. Iba solo, a bordo del “Port of Brunswick”, un Stinson SM-1 Detroiter (NX773), especialmente preparado para lo que iba a ser el vuelo sin escalas en solitario más largo de la historia: 8.500 kilómetros en 60 horas de vuelo.

A modo de comparación, Charles Lindbergh había logrado en solitario, el vuelo Nueva York-París, de 5.800 kilómetros en 33.30 horas de travesía. La máquina no llegó a destino. La misión “Port of Brunswick” tiene como objetivo encontrar trazas del avión de Paul Rinaldo Redfern, perdido en algún lugar de América del Sur en 1927.

1933: "Cuatro Vientos"

El 10 de junio de 1933, Joaquín Collar Serra y Mariano Barberán y Tros de Ilarduya despegan del aeródromo de Tablada, en la ciudad española de Sevilla, para un vuelo que iba a llevarlos sin escalas a La Habana, Cuba y, en una segunda etapa, a México.

Los dos pilotos están al mando del “Cuatro Vientos”, un Breguet XIX GR Súper Bidon, construido especialmente para sus dos requerimientos: hacer un vuelo sin escalas desde España a las Indias Occidentales y así superar el récord de vuelo transatlántico más largo, y explorar una conexión aérea en el Atlántico central que pueda servir como ruta para todas las comunicaciones aéreas entre Europa y América central.

El vuelo terminó con éxito su primera etapa de 7.800 kilómetros y aterrizó en Camagüey, Cuba, después de 40 horas de vuelo sin escalas.

El mismo día despega hacia La Habana, para preparar la segunda parte de su viaje: unir sin escalas el aeropuerto de Balbuena, en ciudad de México, y luego continuar hacia los Estados Unidos. El 20 de junio de 1933, el “Cuatro Vientos” prosiguió con su derrotero. A las horas se pierde.

¿Se cayó al mar? Pudo ser. Se lo buscó un mes sin resultado. El descubrimiento de una cámara de aire de neumático, que sería del aparato, en una playa del Golfo de México, sugiere la tesis de un accidente sobre el mar.

Sin embargo, un rumor apareció ocho años después del suceso y se prolonga hasta hoy en algunos círculos, sobre la base de pruebas orales y escritas de un accidente de avión en la Sierra Mazateca (estado de Oaxaca) y el asesinato de los dos miembros de la tripulación con fines de pillaje.

Ninguna confirmación oficial de su pertenencia al “Cuatro Vientos” fue jamás proporcionada. El misterio de esta nave y sus ocupantes continua siendo total.

1965:  TC-48

El 3 de noviembre de 1965, dos aviones de transporte de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) dejan la base norteamericana Howard, en Panamá, con destino a El Salvador. Se trataba del viaje de instrucción de los cadetes de la Escuela de Oficiales de la FAA, con destino final en Estados Unidos.

Los cuatrimotores estaban identificados con las matrículas militares T-43 y TC-48. Este último se perdió cuando atravesaba Costa Rica, con nueve miembros de tripulación, 5 pasajeros y 54 cadetes. Dos motores con fuego fueron la causa del incidente.

Las familias de los desaparecidos -tres de ellos mendocinos, Domingo  Alguacil, Miguel E. Páez y Juan José García- han realizado regularmente búsquedas sobre el terreno y la FAA lanzó, en repetidas ocasiones, búsquedas terrestres en la misma zona, sin éxito.

Últimamente las misiones tras el TC-48 las ha encabezado el geólogo costarricense, Wilfredo Rojas, probablemente el hombre que más ha ido detrás del enigma del antiguo aparato de la Segunda Guerra Mundial.  En el mismo propósito se ha desempeñado Cecilia Viberti (60), cordobesa, hija del piloto de la máquina, Esteban Viberti.

¿Por qué buscar?

Las actividades de missing.aero son la suma de recursos técnicos y de la voluntad de búsqueda.

"Nuestra voluntad de búsqueda -señala Jaimes- está motivada por el desafío técnico, pero también por el valor emocional del éxito del cometido. La falta de éxito en las búsquedas que ya se han llevado a cabo, sobre todo debido a las dificultades topográficas de determinados territorios, encarna el reto técnico y nos obliga a revisar la información, las hipótesis y los métodos de búsqueda utilizados hasta ahora".

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