La Revolución cubana encendió la lucha guerrillera en América Latina

Ya en julio de 1960 Castro había manifestado su compromiso con la lucha revolucionaria en América Latina.

El triunfo de la revolución en Cuba motivó el surgimiento en la década de los 60 de movimientos guerrilleros a lo largo y ancho de América Latina, convencidos de la posibilidad de repetir en sus propios países la hazaña del pequeño grupo rebelde comandado por Fidel Castro.

Los revolucionarios latinoamericanos, en su mayoría jóvenes izquierdistas decepcionados con los partidos comunistas prosoviéticos que preconizaban la vía pacífica hacia la toma del poder, no sólo se inspiraron en el ejemplo cubano para levantarse en armas, sino que en muchos casos recibieron apoyo activo y directo de La Habana.

La teoría del “foquismo” -iniciar focos revolucionarios que se multiplicarían como en un incendio-, desarrollada por Ernesto “Che” Guevara a partir de la experiencia guerrillera cubana, donde una vanguardia impulsó la lucha revolucionaria desde la Sierra Maestra, fue aplicada mecánicamente por numerosos grupos rebeldes latinoamericanos en los 60, con resultados desastrosos.

Ya en julio de 1960, Castro había manifestado de forma inequívoca su compromiso con la lucha revolucionaria en América Latina, al asegurar que Cuba debería ser el “ejemplo que pueda convertir a la Cordillera de los Andes en la Sierra Maestra del continente americano”.

“El deber de cada revolucionario es hacer la revolución”. Esta famosa consigna era el mensaje central de la “Segunda Declaración de La Habana”, leída por Fidel Castro el 4 de febrero de 1962, en la que la Cuba revolucionaria se comprometía a promover la lucha armada en todo el subcontinente contra los regímenes dictatoriales apoyados o instaurados por el “imperialismo norteamericano”.

Pocos días antes, en enero de 1962, la Organización de los Estados Americanos (OEA), presionada por Estados Unidos, había expulsado de su seno a Cuba con el argumento de que el marxismo-leninismo adoptado como régimen político por el gobierno revolucionario cubano era incompatible con el sistema interamericano.

Para el gobierno de Castro, el nacimiento de nuevos gobiernos revolucionarios en América Latina era de importancia vital para romper su aislamiento regional, asegurar su supervivencia y derrotar al “imperialismo” en todo el subcontinente, tras la victoria castrista sobre la invasión contrarrevolucionaria en Bahía de Cochinos, apoyada y financiada por Estados Unidos en abril de 1961.

Ya pocos meses después del triunfo de la revolución del 1 de enero de 1959, Cuba comenzó a involucrarse directamente en expediciones guerrilleras hacia países vecinos como Panamá, Haití, República Dominicana y Nicaragua, aventuras que terminaron todas con estrepitosos fracasos.

Sin embargo, el esfuerzo principal de La Habana se centró en la entrega de armas y apoyo logístico a los grupos guerrilleros y en el adiestramiento de cientos y luego miles de latinoamericanos en tácticas de guerrilla en escuelas y campos de entrenamiento en Cuba, para que después regresaran a sus respectivos países para iniciar la revolución.

Entre los movimientos guerrilleros que en la década de los 60 contaron con el apoyo más sustancial de Cuba figuraba el grupo comandado por el ex dirigente comunista venezolano Douglas Bravo, quien después rompería con Castro por su alineamiento con la Unión Soviética.

La campaña guerrillera venezolana también fue el bautismo de fuego para el legendario general Arnaldo Ochoa, quien encabezó en 1966 y 1967, todavía con el grado de capitán, dos intentos de invasión en el país suramericano.

Años más tarde, en julio de 1989, Ochoa, héroe de la guerra de Angola de los 70, sería fusilado por decisión de Fidel Castro tras un sonado y oscuro juicio por tráfico de drogas.

En la década de los 60, Cuba apoyó también, con el entrenamiento de cuadros y el suministro de equipos militares, a la guerrilla en Guatemala, al Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Perú.

En Brasil, el gobierno cubano respaldó primero a las Ligas Campesinas y más tarde al grupo Acción Libertadora Nacional, que dirigía Carlos Marighella, principal teórico de la guerrilla urbana en América Latina, quien murió en combate en Sao Paulo en 1969.

Un trágico episodio guerrillero ocurrió en 1964 en Argentina, donde murió en la selva de la provincia norteña de Salta el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti, director fundador de la agencia de noticias cubana Prensa Latina, quien encabezó una expedición rebelde dirigida desde La Habana por su amigo el Che.

El papel protagónico de Cuba como promotora de la insurrección en América Latina y en el Tercer Mundo en general quedó ratificado en enero de 1966 cuando La Habana fue anfitriona de la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, mejor conocida como la “Tricontinental”, una especie de “internacional guerrillera”.

En un “mensaje a los pueblos del mundo” publicado en abril de 1967 por la revista “Tricontinental”, el Che Guevara formuló su famosa consigna de “crear dos, tres, muchos Vietnam”, en alusión a la guerra de guerrillas del régimen comunista de Vietnam del Norte contra la invasión militar de Estados Unidos.

Cuando se publicó el mensaje del Che, el mítico comandante revolucionario estaba dirigiendo lo que sería su última expedición guerrillera, en la selva de Bolivia, a donde había llegado en noviembre de 1966 para crear, desde el corazón de América Latina, un foco guerrillero capaz de extenderse al resto del subcontinente.

La guerrilla del Che en Bolivia, en la que participaron  varios destacados combatientes de la Revolución cubana, fue aniquilada en menos de un año, incapaz de romper su aislamiento conquistando la confianza y el apoyo de la población campesina local y boicoteada por el Partido Comunista Boliviano.

El 8 de octubre de 1967, Guevara fue capturado tras ser herido en combate. Al día siguiente, fue asesinado a balazos por un oficial del Ejército boliviano. Su muerte marcó el nacimiento de una leyenda pero también el fin de una época: la del foquismo guerrillero promovido por Cuba en el subcontinente latinoamericano.

Además, la victoria de Salvador Allende, amigo personal de Castro, en las elecciones presidenciales chilenas de 1970 significó una rehabilitación de la vía pacífica hacia el socialismo, aunque esta experiencia sólo duró tres años.

El triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, en 1979, proporcionó a Cuba un importante aliado político en la década de los 80 pero ya a finales de esa década y principios de los 90, el panorama internacional cambió radicalmente, muy en detrimento del régimen cubano.

Cuba entró en el siglo XXI desprovista de aliados estratégicos -con la única excepción de la Venezuela de Hugo Chávez-, cada vez más aislada internacionalmente como última reliquia de la Guerra Fría en el hemisferio occidental.

Sus esfuerzos en asegurar su supervivencia con las reformas económicas de Raúl Castro a partir de 2008, sin embargo, consiguieron acercarla a potencias regionales ascendentes como México o Brasil, o despertar el interés de China. No obstante, ninguna asociación ha conseguido aún sacar a la isla de su crónica crisis económica.  Agencia DPA

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