Historia y belleza en los Castillos de Pincheira

Ubicado a 27 kilómetros de la ciudad de Malargüe, el lugar conocido por su pasado legendario que albergó a los bandidos que le dieron su nombre, atrae a los visitantes y lugareños con sus extrañas formaciones rocosas y la tranquilidad reinante.

Un lugar alejado del ruido y del estrés, elegido por los visitantes y por muchos lugareños, los Castillos de Pincheira encabezan los sitios a recorrer y disfrutar en el sur mendocino. Distante a 27 kilómetros hacia el oeste de la ciudad de Malargüe, es un paraje que se destaca por su belleza natural que no recibió alteraciones por parte del hombre.

Se trata de un área protegida de unas 650 hectáreas cuyas formaciones geológicas, conocidas como “castillos”, fueron declarados Monumentos Naturales por su gran belleza escénica y su valor geomorfológico. La unidad de conservación está comprendida dentro de la eco región patagónica.

Limita en tres puntos por cursos de agua, entre los que se encuentra el río Malargüe que recibe importantes aportes hídricos del deshielo y de la nieve y así, con su caudal enriquecido, da un marco de gran belleza al transcurrir por el pedemonte de los estribaciones Castillos de Pincheira.

Ubicados sobre la margen derecha del río Malargüe y en las vertientes del Cerro Algodón de 2.163 msnm, se los denomina “castillos” por las caprichosas formas que la erosión hizo que parecieran esas construcciones humanas. El origen se debe a erupciones explosivas de volcanes ocurridas posiblemente a fines de la Era Terciaria y en el lugar abundan las bardas -formaciones rocosas con pendientes abruptas de escasa altura- que son sectores de la meseta patagónica que resistieron la acción de los agentes erosivos.

La reserva cuenta con la presencia del pato de los torrentes,  cuyas poblaciones no son abundantes por lo que se lo considera vulnerable y varias especies de cada grupo de la fauna vertebrada.

La formación rocosa que origina el nombre muestra su majestuosa forma y su increíble historia a todos los visitantes que realizan el circuito turístico. Lo agreste en complicidad con la leyenda completan el atractivo que seduce a grandes y chicos.

Sin asfalto, con un camino de ripio -aunque con bastante serrucho- que permite transitar por la ruta que acompaña al río Malargüe, mientras se disfruta del paisaje. Arribar a Castillos de Pincheira es un deleite para los sentidos. Allí se puede acampar o simplemente pasar el día, utilizar la pileta, comer un rico chivito o deleitarse con algo tan simple como unas tortas fritas. Además de poder practicar la pesca deportiva, se pueden realizar caminatas desde el complejo ubicado en Castillos de Pincheira, hasta la formación rocosa y cruzar el río a través de un puente colgante.

El lugar mantiene latente en su formación natural la historia de los hermanos Pincheira, que le dan el nombre por el que todos lo conocen. Cuentan que los Pincheira fueron los líderes de una famosa banda de asaltantes y cuatreros que actuaron entre 1818 y 1832 tanto en Chile como en Argentina. Integrada por Martín Pincheira y sus hijos, la familia estaba compuesta por cuatro hermanos y dos hermanas, nacidos en Chile: Santos, Pablo, José, Antonio, Rosario y Teresa.

Según los relatos en un principio la banda la integraron principalmente campesinos, pronto se unieron otros miembros buscados por los patriotas chilenos. De esa forma, el grupo de los Pincheira creció y se transformó en una gran fuerza. Los informes y documentos rescatados por historiadores o estudiosos hablan de unos 500 a 1.000 hombres a caballo, entre ellos ex presidiarios, bandidos y otros fugitivos de la ley, organizados jerárquicamente al estilo militar.

A partir de 1822 hicieron alianzas con los caciques pehuenches que les permitieron asentarse a ambos lados de la cordillera de Los Andes. Así, eligieron afincarse en los valles neuquinos y del sur de Mendoza, para utilizarlos como campos de engorde del ganado que robaban en la provincia de Buenos Aires, para luego pasarlo a Chile.

Luego de una emboscada chilena los Pincheira se radicaron en Argentina, y sus correrías se hicieron conocidas en las provincias de Mendoza, Córdoba, Buenos Aires, San Luis y Santa Fe.

Asediado en forma permanente por los ejércitos de ambos países, José Antonio Pincheira se entregó y acordó ser indultado en Chile previa entrega de parte de su botín, en el paraje hoy conocido como Castillos de Pincheira.  El último de los Pincheira -José Antonio- murió ya anciano, luego de ser empleado de hacienda del presidente chileno Prieto.

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