Es profesor de Lengua y Literatura desde hace 15 años. El mismo tiempo lleva como co-editor de Piedra Infinita, el sello con el que difunde la obra de otros escritores de la región y la suya.
De hecho, luego de compartirla por entregas en un blog, el año pasado publicó en papel otra novela en la que venía trabajando con pasión: "De los portones al arco". Y si bien tiene cinco títulos de poesía y un Premio Vendimia anterior (resultó ganador del certamen en 2008, por el poemario "Primera persona"), Hernán Schillagi viene escribiendo, desde los veinte años, versos y narraciones en paralelo.
La obra con la que acaba de ganar el Vendimia de Novela se titula "Los cuadernos de Gloria". El texto, en primera persona, se basa en las notas ocultas de una investigación. Un hombre que intenta develar un misterio personal, ligado a los poemas escritos por su abuela -obsesivamente- en cuadernos de tapa blanda.
A lo largo de su vida, la abuela ha insistido en esa manía. A todos sus nietos -menos a uno- le ha dedicado un cuaderno. El excluido, que paradójicamente es el único que ha desarrollado la pasión por la literatura, empieza una búsqueda obsesiva para recuperar esa letra familiar. ¿Por qué ha sido apartado de la herencia de las palabras? ¿Qué otros secretos descubre en el camino?
De eso se trata “Los cuadernos de Gloria”, novela que el autor adscribe en el realismo sin temor a explorar las ásperas oscuridades familiares. El personaje busca, a través de esa grafía, hallar el motivo del desprecio. Y se encuentra con un tortuoso desvío que compromete la historia de su padre y su abuelo.
Hay, sí, referencias de ambiente: el Este mendocino, la tierra donde vive y escribe Schillagi, está presente. “Pues si en las novelas de Paul Auster aparecen los puentes de Manhattan; en la mía aparece lo que yo conozco, por ejemplo, la calle La Posta de San Martín”.
El proceso de escritura comenzó en el 2005, pero fue mutando al cruzarse con otra historia. Al fin, Hernán encontró el modo de trabajar "Los cuadernos..." en tres tiempos diferentes: el presente del protagonista (2010), recuerdos de su niñez (en la década del '80) y el pasado de la familia (en los '50s).
Como a Rulfo, le interesa colocar a los personajes en una situación de conflicto. El de esta historia se desarrolla en el espacio reconocible del departamento de San Martín. De hecho, su novela anterior (“De los portones al Arco”) trata, en tono más humorístico, las peripecias de un vendedor ambulante que parte del Carrusel (en los portones del parque) hacia el Arco Desaguadero. “Una especie de procesión por las tierras del este provincial donde se involucran una serie de personajes marginales”, resume Hernán.
“Lo que me impulsa, además de escribir, es difundir a los pares. Ese es el verdadero compromiso”, sostiene.
Fragmento: "Los cuadernos de Gloria"
Nota 1/El niño literal
Mi abuela murió no una, sino dos veces. La última, de muerte natural a los noventa años. Sé que esto resulta imposible, pero qué puede explicar un nieto cuando ha escuchado una y otra vez la aguda queja de la madre de su papá decir: “Cuando nos mudamos a La Posta me enterraron viva”. Esa frase me enseñó a enfrentar, al menos, tres situaciones. La primera, cuando uno es chico cree todo de los adultos sin lugar a las dudas, con una literalidad pasmosa. La segunda, toda metáfora cotidiana tiene siempre una carga desequilibrada de realidad. La tercera, las historias familiares no deben contarse nunca. Salvo cuando estas han sido escondidas, ocultadas, enterradas –justamente– a propósito…
