Se derrumbó parte del Fuerte de San Carlos, lugar clave de la gesta sanmartiniana

Tenía casi 250 años. Fue allí donde San Martín se unió a los caciques para la gesta libertadora. Su cuidado depende de la Nación.

Las ruinas del Fuerte de San Carlos, uno de los últimos monumentos que quedan en Argentina que dan testimonio de la lucha entre españoles, criollos y malones indígenas, casi se terminó de derrumbar ayer por las intensas lluvias.

Fundado en 1770, era uno de los principales atractivos históricos del Valle de Uco, pero además era el sitio donde José de San Martín consiguió el apoyo de los indígenas para iniciar la gesta libertadora de toda América del Sur.

De hecho, su importancia es tal que fue declarado Patrimonio Histórico de la Nación. Desde la dirección del Museo del Fuerte envían así informes y fotos para dejar constancia anual del estado del lugar, pero eso es todo lo que tienen permitido hacer. Es que de tocar algo pueden incurrir en delito, ya que toda mejora debe estar aprobada por la oficina nacional.

Desde el área de prensa sancarlina indicaron a Los Andes que hace más de siete años que se comunica a la Nación sobre el riesgo de deterioro que sufre el monumento.

Tras su caída parcial, ahora esperan que envíen a un funcionario desde Buenos Aires para que vea cómo quedó el fuerte y encarar una esperada restauración. Es decir que por ahora sólo ha intervenido Policía Científica, que se encargó de verificar que una parte del Fuerte se cayó por la gran cantidad de agua caída en los últimos días en Mendoza y no por actos de vandalismo.

Eso sí, la comuna puso un precinto de seguridad en todo el perímetro para impedir el acceso y asícuidar el lugar y también a los vecinos.

Las intensas precipitaciones de los últimos día hicieron estragos en el suelo de la villa cabecera de San Carlos, una zona muy húmeda ubicada entre los arroyos Yaucha y Aguanda.

Un lugar clave en la historia de Mendoza

En 1770, las autoridades erigieron una pequeña fortificación para impedir el avance de malones a la ciudad, a la que llamaron con el nombre de Fuerte de San Carlos.

El 7 de marzo de 1951 fue declarado lugar histórico nacional. Hoy una pieza de artillería y una muralla, recuerda aquel baluarte.
Malones en el sur mendocino

En una época en la que los ataques indígenas eran constantes amenazas, se hacía necesario un plan estratégico que impidiera el avance.

Por eso, el primer intento por construir una fortaleza que frenara los malones se hizo en 1748, cuando, José Antonio del Valle, quien por entonces se desempeñaba como corregidor de Cuyo, les propuso a las autoridades máximas de Chile, de las cuales dependía la región, la creación de un fuerte a cuarenta leguas al sur de la Ciudad. Pero esta propuesta no obtuvo resultados.

Sin embargo, la necesidad de tener una edificación de estas características era cada vez mayor. Por esto, once más años más tarde un Cabildo Abierto aprobó la decisión del gobernador de Chile de cobrar un impuesto cuya recaudación estuviese destinada enteramente a construir un fuerte. De esta manera, se estableció el cobro de cuatro reales a cada carreta que entrara a la Ciudad, un real por cada mula cargada que ingresara o saliera y medio real por la venta de cada caballo o mula.

En 1770, y ante la inminente amenaza de un malón formado por los pehuenches -quienes se habían declarado en guerra contra los españoles un año antes- la Audiencia Gobernadora de Chile ordenó la inmediata construcción de un fuerte de doble estacada.

La resolución fue tratada por el Cabildo, quien decidió fundarlo en el paraje La Isla, pero con paredes de adobe mezclado con paja para darle mayor consistencia. Pese a la disconformidad de algunos vecinos, La Isla fue el lugar elegido para la construcción porque en ese sitio paraban para descansar la mayoría de los contingentes preparados para contener aquellos ataques.

En la reunión de emergencia se designó al maestre de campo, don Juan Martínez de Rosas, como director de la obra y se presupuestó el pago de siete pesos mensuales a cada peón que trabajara, teniendo el derecho de recibir, además, una ración diaria de carne suministrada por el hacendado Juan de Videla.

Denominado San Carlos, en homenaje al rey Carlos III, a fines de agosto de 1770, ya se pudo ver la construcción lista, en cuyas paredes se cobijaron en los inicios cincuenta voluntarios a sueldo y un oficial al mando. Sin embargo, este número variaba condicionado siempre por el dinero que se destinaba al mantenimiento de la fortaleza.

Pese a que el objetivo primero era la protección frente a la invasión indígena, a menos de cuatro meses de su inauguración, el fuerte tuvo sus primeras víctimas fatales. A fines de diciembre, el primer comandante, capitán Salvador Ibarburú, murió junto a quince soldados cuando fueron atacados mientras realizaban una recorrida por el campo.

Cayéndose a pedazos

A pesar de los esfuerzos en su construcción, los precarios materiales con que estaban hechas las paredes pronto comenzaron a ceder por las inclemencias climáticas y para 1779 la edificación estaba destruida. Por eso hacia 1787 se hizo una nueva construcción, un poco más grande, con el trabajo de los detenidos alojados en la cárcel local.

Debido al bajo presupuesto, la Real Hacienda asignó nuevamente para la manutención las ganancias de los "ramos de botija y arbitrios" de Mendoza y San Juan. El primer impuesto establecía el pago de un real por cada botija de vino o aguardiente que saliera de la provincia, mientras que el otro, como ya se había instaurado años atrás, obligaba a pagar cuatro reales por cada carreta que entrara o saliera de la ciudad.

Pero la recaudación no tuvo el éxito esperado. Al disminuir las ventas de vino y aguardiente en Buenos Aires a causa de su importación, se redujo el dinero entrante, lo que afectó al mantenimiento del fuerte.

San Martín en San Carlos

Durante la independencia, esta importante fortificación se convirtió en una guarnición.

En setiembre de 1816, el General del flamante Ejército de los Andes José de San Martín marchó hacia el fuerte de San Carlos para realizar un Parlamento con los pehuenches. En esta convocatoria participaron los caciques y capitanejos de esos pueblos encabezados por el Cacique Gobernador Ñacuñán.

La reunión tuvo como objetivo principal obtener del cacique el permiso para pasar a Chile por sus tierras, cuando se produjese la marcha de las tropas, para liberar el territorio chileno. Este fue un hábil ardid de San Martín para hacerles creer a los realistas que el grueso del ejército pasaría por el sur chileno.

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