Fernando Callero, versos de un agradecido

El autor entrerriano acaba de editar el intenso libro de poemas “Cacería Rapída”. La palabra como un rito sagrado, enhebrada en medio de un pasaje crítico de su propia salud.

Ya lo dijo Borges, “todo poema con el tiempo, es una elegía”.

Los poemas que articulan el último libro de Fernando Callero, "Cacería Rápida" (Caleta Olivia) tienden a buscar ese pulso íntimo. Sin inscribirse en las estéticas dominantes de su generación, sus textos ricos en matices y dotados de efectos sensibles, atraviesan cada una de sus páginas, creando tejidos inusuales.

Cacería rápida da la impresión de haber sido compuesto con parsimonia, permitiendo a los versos explayarse a través de un lirismo intenso: “Los coches/ Las armas/ El fuselaje color plata/ de los aviones/ Y por supuesto, the beautiful ones/ americanos de color/ en las maratones de Film Zone/ los domingos en el Centro/ de rehabilitación nerviosa”.

Algunos factores operantes de su poesía están íntimamente relacionados con las experiencias universales como: la muerte, la soledad y el amor. Una poética que no renuncia a la hondura, estableciendo así, su propia mitología. La poesía comprendida como un rito sagrado.

Callero nació en Concordia, Entre Ríos, en 1971. Poeta y músico, es Licenciado en Letras por la Universidad Nacional del Litoral. Desde 1990 reside en Santa Fé, Publicó "Ramufo Di Bihorp", "El espíritu del joven Borja", "Joya", y "Al rayo del sol", que reúne su obra poética realizada durante 1999 y 2013, entre otros libros.

-¿Cómo y cuáles han sido las circunstancias en las que escribiste Cacería rápida?

-Las circunstancias en que escribo se me borronean porque  precisamente el poema y el texto es como un procesador, una mini-pimer, en la que queda concentrada una “interpretación”, en su doble sentido de análisis y ejecución, como un músico o un actor. Pero en el caso particular de “Cacería rápida”, hay una circunstancia fuerte.

Son poemas que escribí en una institución de rehabilitación tras una Lesión Medular, que pasó por la cuadriplejía, la hemiplejía de miembros inferiores, hasta arribar a una hemiparesia, que fue cuando me dieron el alta y ahora continúo entrenando externado. Una L.M. es crónica.

El horario de desayuno era entre siete y ocho, que comenzaban las actividades: hidroterapia, fisioterapia, terapia ocupacional, fonoaudiología, psicología, es decir una reeducación de raíz del cuerpo y el alma, y con alma me refiero a la voluntad y al vigor: vivir.

Entonces ponía el despertador a las seis, y entre seis y siete, tomando algún mate, escribía sin pensar hasta que llegaban los camilleros para el traslado. Comencé con prosa narrativa. No se puede hacer poesía sin un buen cimiento épico, y yo lo había perdido. Cada uno de esos textos de una hora diaria dieron a luz una novela, C6/C7.

La poesía vino después, cuando ese mundo se armó en mi cabeza como una serie de rituales mecánicos. Como ya podía pasarme a la silla de ruedas por mi cuenta, me empecé a escapar al parque donde reaparecieron las cosas que yo conocía y que me ayudaron a ir ensayando, primero, canciones, con una guitarrita de niño que me llevé, y después los poemas.

-Es un libro intenso, que se articula con versos escuetos, expresiones precisas. Pero todo ello para alcanzar un tono casi, te diría, elegíaco. ¿Lo ves así?

-Son totalmente elegíacos. Son como un gran agradecimiento. Incluso dibujé mil veces mi equipo de mate y escribí blocs con mi nombre completo, con la derecha y con la izquierda, Fernando Callero, en diferentes colores. Era Juan de Garay refundando Santa Fe, un poco corrida, un poco virola.

-¿Qué entendés por poesía

-Yo no entiendo nada por poesía, sino la poesía, pero no lo podría escribir. Sería como pintar un pomo de óleo y usarlo para pintar un pomo de óleo, y así.

-¿Cuál es la posibilidad de realidad que ella ofrece? ¿La poesía intensifica la conciencia?

-Supongo que es la misma que a otros le da el dinero o el rigor de las ciencias o las ideas. Lo mío fue económico, salté a un vagón heredado dentro del repertorio que ofrece mi cultura para ir en alguna dirección.

-Algunos de los poemas del libro, como "Vas a salir con la gorra de tu padre" o "Toby",  pueden leerse a su vez como pequeños cuentos dado que comparten una línea narrativa muy clara de comienzo, nudo y desenlace.

-Todos los poemas son narrativos. Narrare, en origen, es “hacer a uno conocedor”, contar. Claro que hubieron experiencias críticas como el barroco español o las vanguardias.

-Rara vez acudís al léxico rebuscado en tu vocabulario.

-Mi léxico tiene una historia, pero más la gramática que aprendí a relajar y contraer de manera natural sin resignar el tono, los acentos y las pausas. Mis primeros libros son muy alambicados, casi barrocos, ilegibles.

-¿Esta elección está vinculada únicamente con tu idea de accesibilidad?

-Sí,  me interesa la accesibilidad porque escucho que es lo que el mundo reclama.

-¿De dónde salieron los ingredientes de un poema como "Un saludo"?, ¿de las vivencias autobiográficas?

-Sí, son autobiográficos. Al fin y al cabo todos entendemos de lo que hablamos a pesar de los complejos análisis respecto de la relación entre lenguaje y mundo, pero esas cosas “me pasaron”. No de la manera en que las conté, sino como repercutieron en mi condensador.

-Por cierto, ¿te agrada la poesía confesional?

-Rousseau, Bukowski, Céline. Algunos pocos.

-¿Qué significa el deseo en tu poética?, ¿cuál es su relación con el lenguaje?

-A mí me hace bien “entrar en obra”, eso busco continuamente. Si a eso se le puede llamar deseo, sí, es un deseo que incluye el lenguaje.

En el lenguaje se juntan el eureka de las ideas y la felatio de la materia acústica, aunque sea lectura silenciosa, imaginada. Hay una sensibilidad en ambas dimensiones si queremos diferenciarlas. Hemingway, un autor que deploro, decía que cuando no sabía qué escribir, anotaba una frase “real”, algo que realmente estuviera sucediendo ante sus ojos. Me parece lo más interesante que ha dicho.

-Uno de los poemas más profundos y breves de esta serie es "Tengo el material", ¿cuál es su historia?

-Es un texto, por ciertas palabras que uso, algo así como “místico”, es fundacional desde el vamos, es un “priming”,  eso que ponemos frente a nosotros al despertar para que nos ayude a recordar nuestros proyectos. En este caso, aprender a erguirme de nuevo, y eso precisa calma y dedicación. Debe ser un mensaje para mí que puede funcionar de oración para quienes lo necesiten.

-¿Pensás que tu obra dialoga con alguna otra propuesta poética?

-En todo caso, encuentra respuestas asimétricas. Es la gran frustración de los poetas.

-El poeta norteamericano Wallace Stevens cierta vez dijo: "Lo real es sólo la base, pero es la base"; ¿adherís a su idea a la hora de escribir poesía?

-Sí, creo que sí.

-¿Cuáles son los errores que más lamentás de la mala poesía?

-Tengo la suerte de estar leyendo muy buena poesía que me acerca gente en la que tengo depositada mucha confianza. A la vez que repaso los cientos de libros que tengo acumulados en mi biblioteca hace años, sin terminar de leer, y entre los que he encontrado cosas increíbles.

Además soy muy investigador y puedo pasar horas en la red yendo tras poetas, algunos de ellos ignotos. Pero si al segundo o tercer verso no me conmueven, no tengo problema en desecharlos y pasar a otra cosa.

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