La venganza del Morro

Godoy Cruz volvió a ganar en el Malvinas después de tres partidos y la victoria tuvo un sabor especial para su goleador, Santiago García. El uruguayo puso el 2 a 1 cuando se cumplía el tercer minuto de tiempo adicionado contra Talleres de Córdoba. Justo e

Morro gol, todos chochos con vos. Como en la Copa, el Morocho sacó adelante el resultado. Del desarrollo, después se hablará. Pero  Godoy Cruz sumó tres puntos que por momentos fueron uno, y casi casi, ninguno.

Por eso, el desahogo final, festejos, abrazos y a las duchas. Silencio, autocrítica, para adentro, para la semana cuando la voz interior salga y exteriorice lo que no dejó traslucir ayer. Todos esos errores conceptuales, yerros individuales y la falta de juego. Seguramente el análisis de Larriera ya no se verá maquillado por un nuevo y agónico triunfo.

Igual, la sensación es que Godoy Cruz no arranca. La temporada lleva dos juegos oficiales de Superliga (aparte de la  Copa) y por ahora la cosecha es mejor aun que el funcionamiento. Nueve puntos en total, 6 en la bolsa. Sí, supera las expectativas numéricas, pero no alcanza las de la confiabilidad.

Otra visión hará foco en ese tremendo goleador que arrastra marcas, cuida cada balón como un tesoro y te define un partido. Obvio, nadie juega solo, y para que el Morro García se vistiese de héroe en el final, tenía que tener un par de laderos, esos que esperan su chance en el banco o bancan los más de 90 minutos con una fiereza que sólo otorga el hambre.

Ese afán de salir adelante que por venir desde el fondo parece tomar mayor impulso.

La victoria de Godoy Cruz se gestó en cada cruce, cada tapada o centro coartado al rival, de Facundo Cobos, quien ante la baja de Angileri se adueñó del lateral para contener cualquier embate por esa banda. Desde el medio hacia arriba, los que coparon la parada fueron otro uruguayo, Felipe Rodríguez, y el ingresado Verdugo.

Esos pilares sostuvieron en partido a Godoy Cruz en su peor momento, y decidieron la victoria casi en el cierre. Ante un Talleres altamente ofensivo, que llegó a poner cuatro y casi cinco puntas cuando creyó en la victoria, todo lo que opuso el Expreso parecía no alcanzar.

Aun cuando fue superior en la primera etapa. Porque así como contragolpea muy bien, y ataca mejor, Talleres se defendió y se defiende, muy mal. Entonces, once contra once, merecía más el Tomba. Al momento del gol de Juanfi Garro, acumulaba situaciones favorables más allá de ligar para el rebote favorable que derivó en “Juanfi” y su certera definición, también fue la diosa fortuna la que lo besó cuando Komar y Gandolfi, se perdieron lo que era el empate cantado.

Hacía rato que Godoy Cruz estaba arriba en el marcador pero cada vez más acosado, mas sostenido por su línea extrema y aunque con dudas, su arquero. Desde la expulsión de Henríquez (tercera roja en la era Larriera en idéntica cantidad de juegos), hasta la igualdad visitante, fue la “T” la dominante.

Porque el entrenador Kudelka eligió el golpe por golpe y cuando vio que podía noquear se envalentonó más. Con un jugador más, Talleres abrió la cancha, arrolló al local y dispuso de un par de situaciones claras, siempre a partir de la pelota parada, para igualar. Y cuando lo consiguió siguió creyendo.

Otro  lo hubiese cerrado tras lograr el empate. A siete del final, Talleres decidió buscarlo. Y recién allí, cuando estaba para cualquiera de los dos, apareció la fortuna sonriendo para el local. ¡Qué importan los merecimientos mientras sigan llegando así los triunfos, Tomba!

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