Cuesta encontrar la manera de contar la historia sin que parezca salida de un cuento. Es puro realismo mágico, créame. Es la vida de un juninense de 27 años, fanático del fútbol y entrenador de divisiones menores en clubes barriales la que usted leerá en ésta página. No voy a tocar una sola palabra ni a modificar una coma de lo oído. Lo que pasó, será narrado tal cual. La historia de Ever Demaldé, el chico de la tapa, desde el comienzo.
La primera locura
"Mamá, le escribí una carta a Bielsa. Me gustaría que me diera un minuto para tomar un café y charlar. Ahora que tengo que ir a Rosario, se la voy a llevar", dice Margarita que le dijo hace nueve meses su hijo menor. Uno a veces escribe siguiendo su instinto, y eso hizo aquella vez Ever. En los meses posteriores, Bielsa se comunicó regularmente para charlar sobre el tema que más los apasiona: el fútbol. Sin embargo, la sorpresa llegaría un tiempo después.
¡Ring, ring!
“Buen día Ever, ¿cómo le va?”. Es el 1 de mayo de 2014 en la casa familiar de los Demaldé, en pleno corazón de la ciudad de Junín y la siesta amenaza con silenciar todo. Del otro lado de la línea, Bielsa sorprende con un nuevo llamado. “Lo quería invitar a tomar un curso intensivo con mi equipo de trabajo acá, en Rosario. ¿Usted puede viajar?”. Palabras más, palabras menos, ese fue el mensaje del Loco. Lo que siguió, tras un corto “sí” y la finalización de la llamada, fue una fiesta de abrazos, gritos y emociones. Muchas. “Su vida es una cancha de fútbol”, repite Margarita. De ahí que las lágrimas no pudieran ser contenidas.
La vida es bella
A su llegada a Rosario, su vida cambió para siempre. Es que el curso intensivo que llevó a cabo con el cuerpo de trabajo de Marcelo Bielsa le permitió sumar conocimientos, conceptos y secretos de este deporte. Tácticas y estrategias. Estrategias y tácticas. Todo asimilado. Felicidad. Sueño cumplido. Nada más que pedir. ¿O sí?
“Un jueves me llamó y me dijo: ‘Mamá, el lunes me voy a Francia’”. Así, casi sin preámbulos. Sin tiempos para viajes relámpagos ni despedidas. Arriba el cielo, abajo el Atlántico. Y más adelante, Francia. Olimpique de Marsella los esperaba. En principio llegó para trabajar durante 40 días junto al cuerpo técnico, aunque en el “mundo Bielsa” todo puede pasar.
Triple turno, libretas, anotaciones, estadísticas, conceptos y charlas. Todo sucede jornada a jornada en Marsella. Y él, feliz, aún sorprendido, y con los ojos abiertos para no perder detalles, no deja de agradecer. “Soy un eterno agradecido”, me dice, y se despide. Es hora de descansar. Mañana habrá que volver a comenzar.