El asombro como motor del poema

“Ánima cruda” del psicoanalista y poeta Horacio Castillo es un libro cercano a la perfección. Versos concentrados que siguen un ritmo muy personal. Aquí sus motivaciones.

Con la aparición de "Ánima cruda" (Ediciones el Mono Armado) el psicoanalista y poeta Horacio Castillo (h) (1968), ha realizado lo que pocos han hecho. Un primer libro cercano a la perfección. Versos concentrados que siguen un ritmo narrativo enraizado en el equilibrio formal, evitando la dispersión o el quiebre tonal. Así es como Castillo articula un lenguaje poético sin época, sin rastros de moda. Don de síntesis y pureza verbal.

Estamos ante un libro escrito desde la experiencia cotidiana en donde el tedio y el presentimiento de la nada laten en escenas que arrasan por su verismo testimonial. Ánima cruda, es el registro de un poeta que indaga la realidad sin perder jamás su capacidad de asombro. Esta colección de 22 poemas punzantes y hondos, compilados a través de un cuarto de siglo, permite poner en suspenso las certezas, obligando a preguntarnos si el mundo es realmente como lo vemos.

-Sos psicoanalista de profesión. ¿Fue el psicoanálisis que te llevó a la poesía o, acaso la influencia de tu padre?

-La poesía llegó mucho antes que el psicoanálisis. Nací en una casa que ya estaba habitada por la poesía. Un padre poeta, los amigos de mi padre poetas, las visitas a casas de poetas, la biblioteca, los libros que estaban en la casa, las aventuras de Ulises, la guerra de Troya, Moby Dick, en fin, ese era parte del mundo natural en el que crecí, entre otras cosas por supuesto. Sin embargo, nunca hubo de parte de mi padre una insistencia en que acceda a ese mundo poético, llegué a él por curiosidad en la adolescencia, incluso ligado a la música o al rock. Aun con todo ese mundo alrededor el encuentro con la poesía podría no haberse dado, no hay matemática en esto. De manera que la influencia, si bien existió, no fue como una intención deliberada sino más bien como el ámbito doméstico en el que yo vivía. En cuanto al psicoanálisis, llegó muy posteriormente en mi vida y muchísimo tiempo después de que ya hubiera empezado a escribir. Por otra parte, en lo personal, intento que el psicoanálisis esté lo más lejos posible de lo que escribo, sea poesía o narrativa. El psicoanálisis y la poesía, o la literatura en general, tienen cosas en común por supuesto. Se trabaja sobre la palabra y de alguna manera, aunque con objetivos distintos, abordan tópicos comunes: la vida, la muerte, la memoria, los conflictos humanos, las pasiones, lo enigmático del mundo y su influencia en nuestras vidas. Además el psicoanálisis ha ingresado en la cultura hace mucho tiempo y también ha creado un lenguaje muy particular, específico, sobre todo a partir de Lacan, con resonancias que pueden presentarse como interesantes o atractivas para ser incorporadas a la escritura. Sin embargo, creo que ese lenguaje creado por el psicoanálisis, a esta altura, son clichés, fórmulas vacías para la escritura y cuando ingresan, sobre todo a la poesía, no queda nada de la experiencia poética ni del lenguaje poético. Por esto trato de mantenerlo lo más lejos posible.

-"Ánima cruda" la publicás a una edad cercana a los cincuenta años. ¿Sos muy exigente con lo que escribís?, ¿cuál fue el proceso de escritura de este primer libro?

-“Ánima cruda” es un libro viejo, en general, y las razones de su publicación tardía son muchas. Es un libro corto, la mitad de sus poemas tienen al menos 25 años, otros 10, alguno es bastante nuevo. La razón de la demora es, en principio, que no me interesaba publicar o ni siquiera estaba en mi horizonte esa idea, no pensaba en eso, estaba en otras cosas. Y esto quizás sucedió porque necesité estar algo al margen del ámbito “social” o “literario” de la poesía, incluso alejado de ella, a veces por años. Pero llega un momento donde tener esos poemas que se juntaron, porque de alguna manera Ánima cruda es una colección de poemas de larga data, son un obstáculo para poder seguir escribiendo, aunque uno tenga varios proyectos simultáneos o encarpetados. Un poco de casualidad y a instancias de amigos poetas que me publicaron algo por internet o me invitaron a alguna lectura, percibí que sería bueno para mí dar ese paso de publicar. En cuanto a la exigencia trato de serlo porque la poesía es muy difícil de dominar, pero también lo es la narrativa. Con “Ánima cruda”, su proceso de escritura comienza un poco a tientas con algunos poemas que vinieron posteriormente a otro conjunto de poemas que tenía previamente. Era un proceso previo que se había agotado, que no funcionaba, no funcionaba la forma, el tono, el ritmo, la experiencia o conexión de esos poemas con la vida, todo en general de ese viejo conjunto de poemas se había agotado. Ahí salieron cuatro o cinco poemas con bastantes dudas, con incertidumbre, que no sabía bien qué podía hacer con ellos, pero eran mi mundo de objetos y escenas, y hablaban.

-"Ánima cruda" reúne poemas breves, de versos amplios. Me gustaría te refieras a la respiración de este libro. A ese tono que César Cantoni se refirió como "escepticismo giannuzziano".

-Poemas breves, versos amplios. Es que escribo con cierta forma narrativa, donde trato que exista la mayor concentración posible y que el poema no se disperse. No me interesa narrar y cortar en verso, trato que sea poesía. Quisiera que mantengan un ritmo, tanto de lectura como de respiración y que el final produzca un cierre, no de sentido, sino un cierre al poema. El final es muy importante como cierre de una imagen o escena que se despliega. Escribo a veces fotográficamente, es decir, a partir de una imagen surgen algunas palabras y necesito volcar eso con una forma, con una mirada. No tengo mensaje para dar, no hay moraleja ni explicaciones sobre la vida o la experiencia de la vida o del mundo, sólo me asombro. ¿Qué es esto? ¿Por qué me impacta? ¿Por qué perdura en mí esta imagen? ¿Qué quiere decir? Es el motor del poema.

-"Insurrección", "Cavilaciones", "Presentimiento"; son títulos abstractos, pero arraigados profundamente en la experiencia cotidiana de la vida. ¿Qué intensidades, pensás, articulan tu poética?

-Como bien decís son títulos en algún sentido abstractos pero no era esa la intención al ponerlos. No hay una intención de utilizar un lenguaje abstracto, ni en los títulos ni en los poemas. Particularmente, estos títulos que mencionás, surgieron espontáneamente, quizás de algún lugar no muy conciente y encontraron sentido con su correspondiente poema. Por el contrario y también volvés a acertar en tu lectura, esos poemas, y todos te diría, tienen un arraigo en la experiencia, tienen un anclaje en algo vivido, visto, oído, una escena, una foto, un recuerdo, que el poema intenta capturar. Cuando encontré para mí mismo esta relación o posibilidad entre la experiencia y la necesidad de darle forma, empecé a escribir de otra manera, escuchando “eso” que insistía y no sabía bien qué era. Con experiencia me refiero a algo más bien básico o sensorial, no a experiencia de vida o de aprendizaje de la vida, sobre lo que no sabría mucho que decir, sinceramente. Con respecto a “qué intensidades” se articulan en lo que escribo, sólo podría volver a una respuesta anterior y es al “asombro” frente a determinadas cosas vividas, cosas insignificantes quizás, no hay grandes hechos ni son experiencias de grandes batallas por la humanidad, son cosas simples, como estar sentado en una playa y mirar el mar.

-En "Almuerzo de verano", cuestionás muy eficientemente la finitud de nuestras vidas: "es probable que de este almuerzo, no saquen mayores conclusiones", y más adelante escribís: "nos preguntamos qué quedará del día de hoy, qué se extinguirá/ para siempre". ¿La poesía, entonces, como un paliativo?

-Los poemas son experiencias vividas, ecos de imágenes o recuerdos, son la respuesta meramente formal o poética a un enigma o asombro. No es un paliativo, sinceramente creo que no produce ningún paliativo ni respuesta al enigma que lo hizo surgir. Pero al mismo tiempo genera un gran placer enfrentar ese enigma e intentar cercarlo con palabras. Este poema, particularmente, juega con la idea del tiempo atravesando distintas edades, los niños y los adultos, donde en una escena cualquiera de la vida, algo insiste en sobrevivir, pero, qué significa, no lo sabemos.

-Son frecuentes los poemas como "Lluvia", "La obstinación del invierno", o "Niño sonriendo en una fotografía", donde la infancia se percibe como un espacio edénico. ¿La perfección estuvo siempre en el comienzo?

-Me interesa mucho esta pregunta. No veo la infancia como un edén. No hay perfección, ni al comienzo ni al final. La infancia, o más bien los niños, los recuerdos, los objetos de ese mundo de la infancia, son los que pueblan muchos poemas y sobre eso trabajo mucho. Son la materia que genera preguntas y enigmas sobre los vuelvo. No hay una intención de volver a ese tiempo, aunque en esa época puedan haberse forjado deseos que todavía hoy perduren. La infancia puede ser más o menos feliz, o trágica. Pienso en Jorge Teillier, poeta que admiro mucho. Su poesía vuelve a la infancia permanentemente pero es un mundo fantasmal, poblado de cosas y lugares a los que el poeta se ve impelido a regresar con su poesía. Nunca podría encontrarse allí, otra vez, aquello que alguna vez habitamos. Es un regreso imposible.

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