Eduardo Galeano: la cacería interminable

A casi un año de su muerte, Eduardo Galeano revive con un libro final, “El cazador de historias”. El autor comprometido que escribió el mítico título “Las venas abiertas de América Latina”, dejó su último manuscrito corregido. En él, muestra con crudeza,

Eduardo Galeano: la cacería interminable

Faltan apenas unos días para que los ejemplares lleguen a las librerías mendocinas. Así que mientras tanto, la editorial nos aproxima al libro que el extrañadísimo escritor uruguayo dejó en este mundo, terminado y corregido.

“En esta obra, que terminó un año antes de morir, Eduardo Galeano sale a cazar en esa jungla para mostrarnos -con crudeza, con humor, con ternura- el mundo en que vivimos, desnudando ciertas realidades que, pese a estar al alcance de la mano, no todos llegan a ver”.

Pero como sugiere su título, “El cazador de historias” devela también al narrador que acecha detrás de todos los relatos. Y así, aunque siempre fue reticente a hablar de sí mismo, Galeano cierra este libro con un puñado de bellas y poderosas historias que sorprenden tanto porque ofrecen pistas de su biografía, de sus años de infancia y juventud, de los primeros viajes por América Latina, de las personas que marcaron su vida y su escritura, como porque expresan sus ideas sobre la muerte.

Lejos de cualquier lamento, con el puro impulso de la curiosidad y la imaginación, se pregunta cómo será el final, qué deseos, afectos o necesidades aparecerán entonces.

Eduardo Galeano creó una obra que no pasó inadvertida, que culmina con este libro. Varias generaciones la han leído con fruición y seguramente seguirán haciéndolo, porque algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.

Garabatos en la jungla
Eduardo Galeano murió el 13 de abril de 2015. "En el verano de 2014 habíamos cerrado hasta el último detalle de 'El cazador de historias', incluida la imagen de cubierta que, como solía suceder, él mismo había elegido, la del Monstruo de Buenos Aires que ilustra esta edición", aclara la nota del editor Carlos Díaz.

Galeano había dedicado los años 2012 y 2013 a trabajar en este libro. Dado que su estado de salud no era bueno, los editores decidieron demorar la publicación, como un modo de protegerlo del trajín que implica todo lanzamiento.

En sus últimos meses de vida siguió haciendo una de las cosas que más disfrutaba hacer, que era escribir y pulir los textos una y otra vez. Había empezado una nueva obra, de la que dejó escritas unas cuantas historias; le gustaba la idea de llamarla “Garabatos”.

Luego de su muerte, cuando fue posible retomar el plan de publicar “El cazador de historias”, la editorial volvió sobre ese proyecto inacabado. “Releímos las historias y sentimos que varias de ellas tenían tanto en común con las de ‘El cazador...’ que merecían integrarse al volumen. Por eso, una veintena de esos ‘garabatos’ forman parte de este libro”.

Varios de ellos tenían como tema la muerte. Eduardo siempre fue un hombre sobrio, quizás haciendo honor a sus genes galeses de los que tanto renegaba, y no solía hablar en tono grave de sus enfermedades o dolencias, ni siquiera en los últimos tiempos. Este puñado de textos parecían ser una huella de lo que imaginaba o pensaba sobre la muerte.

“Son tan bellos e impactantes que quisimos incluirlos, y para eso nos permitimos sumar una cuarta parte al libro original. A esta sección le dimos el título de un poema que él había dispuesto como cierre del volumen, y que efectivamente clausura esta obra: ‘Quise, quiero, quisiera’”.

La obra, que el autor terminó un año antes de morir, se cierra con varias historias poderosas que sorprenden porque ofrecen pistas de su biografía, de sus años de infancia y juventud, de los primeros viajes por América Latina y de las personas que marcaron su vida y su escritura.

Las venas despiertas
Desde la publicación, en 1971, de "Las venas abiertas de América Latina", Galeano se convirtió en un clásico de la literatura política latinoamericana. Nacido en Montevideo en 1940, el escritor y periodista escribió obras que terminaron convirtiéndose en catecismos, unos más sentimentales que otros, pero no menos entusiastas. Y ya se sabe que el tiempo corrige ciertas efusiones, sean ideológicas o afectivas. Y éste fue su caso.

Obrero de fábrica, dibujante, pintor, mensajero, mecanógrafo y cajero de banco antes de dedicarse por completo a escribir, Galeano alimentó una obra que se movía entre el panfletarismo y la candidez, algo que él mismo admitió sin empachos, al menos en lo que a su libro más conocido respecta.

En las páginas “Las venas abiertas de América Latina”, Galeano analiza la historia del continente, víctima -a decir de él- de “la explotación económica y la dominación política” así como a “la colonización europea hasta los años setenta”. Fue escrito en plenos años de la Guerra Fría y durante la efervescencia de los movimientos armados en América Latina.

Fue prohibido en Argentina, Chile, Brasil y Uruguay. Tras el golpe de Estado de 1973, Galeano estuvo preso en su país  y pasó posteriormente al exilio: primero en Argentina y después en España. Cuarenta años después de la publicación de su clásico, Galeano confesó que no quería volver a leer ese libro. “No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado”, dijo en Brasilia durante 2014. “Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”, aseguró en 2014.

Pequeñas cacerías

Huellas
El viento borra las huellas de las gaviotas.
Las lluvias borran las huellas de los pasos humanos.
El sol borra las huellas del tiempo.
Los cuentacuentos buscan las huellas de la memoria perdida, el amor y el dolor, que no se ven, pero no se borran.

Costumbres bárbaras
Los conquistadores británicos quedaron bizcos de asombro.
Ellos venían de una civilizada nación donde las mujeres eran propiedad de sus maridos y les debían obediencia, como la Biblia mandaba, pero en América encontraron un mundo al revés.
Las indias iroquesas y otras aborígenes resultaban sospechosas de libertinaje. Sus maridos ni siquiera tenían el derecho de castigar a las mujeres que les pertenecían.
Ellas tenían opiniones propias y bienes propios, derecho al divorcio y derecho de voto en las decisiones de la comunidad.
Los blancos invasores ya no podían dormir en paz: las costumbres de las salvajes paganas podían contagiar a sus mujeres.

El poderoso cero
Hace cerca de dos mil años, el signo del cero fue grabado
en las estelas de piedra de Uaxactún y en otros centros ceremoniales de los mayas.
Ellos habían llegado más lejos que los babilonios y los chinos en el desarrollo de esta llave que abrió paso a una nueva era en las ciencias humanas.
Gracias a la cifra cero, los mayas, hijos del tiempo, sabios astrónomos y matemáticos, crearon los calendarios solares más perfectos y fueron los más certeros profetas de los eclipses y otras maravillas de la naturaleza.

Éramos bosques caminantes
Cada día, el mundo pierde un bosque nativo, asesinado cuando tiene unos cuantos siglos de edad y todavía crece.
Los desiertos estériles y las plantaciones industriales en gran escala avanzan sepultando el mundo verde; pero algunos pueblos han sabido guardar el lenguaje vegetal que les permite entenderse con la fortaleza del roble y las melancolías del sauce.

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