Dos generaciones, la misma pasión

Manuel Villalobos y Rubén Almeida marcaron historia en Godoy Cruz. Hoy sus hijos siguen sus pasos. Fútbol y amor en estado puro.

El amor por el fútbol trasciende fronteras, genera vínculos y transmite la misma pasión por los colores. Y muchas veces se da de generación en generación.

Sin pausas. Aunque para que eso transcurra debe haber una pelota de fútbol, una camiseta y un club, como sentimiento único e irrepetible. Y la amistad siempre como un gran valor, sin importar las edades y de dónde se viene.

Esta es la historia de dos tombinos de ley: Rubén Almeida y Manuel Villalobos. Sí, emblemas que escribieron una historia grande en Godoy Cruz, y hoy sus hijos continúan marcando capítulos que sólo el tiempo se encargará de marcar el final.

Primero aparece "Manu" con Agustín y luego Rubén con Juan José, y los recuerdos empiezan a aflorar y no dejan de fluir durante toda la producción que tiene al Feliciano Gambarte como testigo mudo. Sin dudas los cuatro llevan arraigada la casaca del Expreso en el alma y el corazón.

Y es Manuel el que empieza a desandar un camino emocionante. “Con Rubén jugamos desde chico en el club, pasamos por la Selección Mendocina y nos tocó estar en primera, yo debuté después que él. Imaginate que la luchamos toda la vida, porque empezamos jugando en la cancha de baldosa. Son muchos años ligados al club y ahora ver a nuestros hijos jugando en inferiores es un orgullo. Para nosotros es hermoso lo que estamos viviendo”.

El ex volante derecho asiente y todavía tiene en la retina esos pasos iniciales cuando empezaba a rodar el balón “Es mucho tiempo el que pasamos juntos hasta compartir cancha en el equipo superior. Recuerdo que Godoy Cruz allá por el 87 sale campeón después de 21 años, y a partir de ahí el club tomó otra política y empezó a darle chances a los pibes del club”.

Tras idas y vueltas, con salidas y regresos a la Bodega, el ascenso a la B Nacional en el año 1994, con el recordado encuentro ante Guaraní Antonio Franco, resultó el punto culmine para los hombres que en aquel tiempo compartían el carril derecho en el equipo. “Le abrimos las puertas a Mendoza para poner un equipo en Primera División”, cuenta quien se encargaba de ponerle un cerrojo a la defensa.

“¿Si era fácil tenerlo a Manuel cubriéndome la espalda en esas finales? Por supuesto, además éramos muy compinches, nos mirábamos y sabíamos lo que teníamos que hacer. Aparte nos defendíamos mucho. Hoy la seguimos fuera de la cancha, pero con menos pelos”, agrega el hermano del Hacha con una sonrisa.

Agustín y Juan José no dejan de sorprenderse a cada momento con los relatos, más allá que esas historias ya la han escuchado miles de veces en la sobremesa de casa. Y es que crecieron sabiendo que sus padres marcaron un antes y después en Godoy Cruz, y hoy son ellos los que están forjando su propio destino con los colores azul y blanco.

“Son muchas las sensaciones que uno va pasando día a día, por lo que significa mi papá en el club y porque ambos seguimos la herencia”, dice el pibe (categoría 2003) que actúa en la novena de AFA.

El varón de los Almeida siente las misma electricidad en el cuerpo cuando se pone la pilcha tombina: “Es especial estar en el club de toda la vida, para ambos es muy motivante que podamos seguir los pasos de nuestros viejos”, suma el polifuncional zurdo (categoría 2001) de la séptima.

Manuel y Rubén pasaron por situaciones difíciles en el Bodeguero, con campañas que estuvieron al borde del descenso y meses sin cobrar un peso, por eso ambos valoran mucho que hoy sus hijos vayan creciendo en una entidad modelo en el fútbol argentino.

“Es así, estamos pasando un momento sensacional y como papá es hermoso compartirlo con él. Uno vivió esto mucho tiempo atrás y en otras condiciones, ahora el club es totalmente diferente. Disfruto mucho acompañarlo”, explica Almeida.

"Yo le cuento las vivencia que tuve en el club, que las cosas no son fáciles y que el fútbol es muy sacrificado. Te da alegrías, pero también muchas tristezas. Siempre le digo que disfrute, que no tenga presión, que juegue no por obligación y sí por sentimiento, al fútbol hay que vivirlo así. Si uno realiza algo debe hacerlo con profesionalismo, y más en Godoy Cruz”, deja en claro Villalobos.

Mientras los “viejitos” ahora se sientan en la tribuna y lo viven como hinchas, ellos, los herederos, van transitando un sendero que tiene como gran ilusión dar el salto grande en el fútbol. Sino que lo digan a dúo: “Nuestros sueños son estar juntos en primera con la camiseta del Tomba, igual que nuestros viejos”.

Y sí, a pura sangre, la dinastía continúa...

El gran peso del apellido

Pese a que los chicos están en sus primeros pasos, la gente ya empieza con las comparaciones. “En ese sentido estoy tranquilo. Yo trato de ser el mismo, en el club logramos cosas y se compara. Ellos son otras personas. Los apellidos son importantes, pero ellos deben hacer su camino. Juan José es feliz jugando y no le da importancia al nombre”, confía  Rubén, sobre esta historia.

Un ascenso inolvidable

Más allá de todos los títulos que la gente recuerda con la camiseta Bodeguera, hay uno que quedará guardado para siempre en la mente de los hinchas. Y fue aquel ascenso del año 94 en Misiones, cuando de la mano de Alberto Garro, el Tomba dio el salto grande y se metió en la B Nacional. Manuel y Rubén fueron piezas fundamentales del elenco, y tienen el recuerdo intacto de la hazaña.

“La verdad es que fue lo mejor que nos pasó, resultó especial en todo sentido. Es como si fuese hoy el partido. Todavía me emociona el festejo de la gente", rememora el ex marcador de punta derecho.

Almeida tiene en la mente cada minuto del encuentro: "La verdad es que fue inolvidable, y más porque se consiguió con un grupo de amigos. Fue un equipo muy sufrido que no la pasó bien y terminó consiguiendo el título".

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