Cosme Maciel, primer abanderado

Cosme Maciel, primer abanderado

Aquel jueves 27 de febrero de 1812 a las seis y media de la tarde en las barrancas de Rosario, el Gral. Manuel Belgrano invitó a quien era la máxima autoridad civil presente, el Regidor tercero del Cabildo santafesino, Cosme Maciel, quien tuvo el honor de izar por primera vez la enseña de la patria naciente.

Este pedido de Belgrano no es un detalle menor, eligió a un civil y no a un militar para tan magno acto. Quizá, o no, fuera casual que un tío de Cosme Maciel, llamado Juan Baltasar Maciel, fuera quien había bautizado a Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano y González en 1770 en Buenos Aires. La relación entre los Maciel y los Belgrano venía desde el Plata pues el cura que además era abogado, llevaba los asuntos del padre del creador de la Bandera. Belgrano y Cosme se habían encontrado en 1811 cuando la Campaña al Paraguay.

Esa bandera, la primera, la que Belgrano nos legó, según el historiador Juan Manuel Castagnino: “Es la Bandera de Soberanía. Belgrano es el independentista máximo de 1810, que se manifiesta con el máximo acto de soberanía, que es el de crear una Bandera ante las naciones del mundo. Hay muchas banderas: de ejército, de regimientos, de batallones, de escuelas, de oficinas públicas pero hay una que es de Soberanía de una Nación y es la que creó Belgrano en Rosario”.

Quién fue Cosme Maciel

A veces la historia se tergiversa con el mensaje interpretativo de los historiadores. Lo hizo Bartolomé Mitre cuando omitió detalles del acto del 27 y desde allí las repeticiones sistemáticas anonimizaron a Cosme. Podemos ver también que en la película “Belgrano” interpretada por Pablo Rago dirigida por Sebastián Pivotto, Belgrano llama a un joven soldado afrodescendiente diciéndole: “A ver, vos Cosme vení”. Nada más lejano de la realidad excepto el nombre de pila.

Cosme Maciel, como ya dijimos, era la máxima autoridad civil presente. Oriundo de Santa Fe, nació el 1 de noviembre de 1784. Hijo del alcalde de la ciudad Domingo Maciel y Lacoizqueta y de su tercera esposa doña María López Pintado.

Después de adquirir una relativa instrucción se dedicó a tareas de cabotaje, donde evidenció una gran destreza en armado de embarcaciones y en una sumaca de su propiedad realizó viajes comerciales entre Santa Fe, La Bajada y Buenos Aires. No llegó a alistarse en la expedición al Paraguay con Belgrano por razones familiares (su madre estaba enferma) y comerciales pero colaboró con sus embarcaciones en el traslado de tropas a La Bajada (hoy la ciudad de Paraná).

En enero de 1812 ya se encontraba Maciel con su embarcación en la Capilla del Rosario y pronto prestó su colaboración al coronel de Ingenieros Ángel Monasterio proveyendo la madera necesaria transportada por su sumaca desde las islas a la costa. A la llegada de Belgrano y del comandante Celedonio Escalada, fue recomendado tan eficazmente por Monasterio que, al tomar el mando del cuerpo de cívicos que se había formado, Escalada lo nombró su ayudante principal. Al inaugurarse la “Batería Libertad” Belgrano le dio el honor de enarbolar la primera bandera argentina.

En 1816, intervino como uno de los jefes de la insurrección encabezada por Mariano Vera contra Viamonte. Su acción dirigente lo caracteriza como uno de los fundadores de la autonomía de Santa Fe.

En 1819, el gobernador Estanislao López confió a Maciel una misión ante Artigas, que mantenía viva la resistencia de la provincia oriental contra Portugal. Fue secretario de López durante la campaña de este caudillo contra Dorrego y comisionado luego para tratar la paz en nombre del gobierno de Santa Fe.

Disidencias políticas produjeron más tarde -dice  el historiador Azarola Gil- el rompimiento de Maciel con el brigadier López. Reducido a prisión bajo la inculpación de haber fomentado el asesinato del gobernante, procuró éste a Maciel los medios para alejarse de la provincia, a lo que se negó el acusado, siendo entonces remitido a Buenos Aires con la prevención que si regresaba a Santa Fe sería fusilado. Este destierro fue el término de su vida pública.

Su destierro

En 1838 es censado en los pagos de Barracas al Sur (Avellaneda, Buenos Aires) con la profesión de “pulpero”. Un trabajo de investigación realizado hace unos años nos permitió establecer que Cosme Maciel tenía su pulpería en la intersección de las hoy avenidas Mitre y Maipú, esquina desaparecida bajo la piqueta cuando la construcción de la bajada del hoy emblemático Puente Pueyrredón, que cruza el Riachuelo, a metros de un conocido Bingo.

En 1840 el gobierno rosista lo mantiene preso: “La ciudad por cárcel” es su presidio, es decir, no le era permitido salir de los límites de la ciudad.

Pastor Obligado, aquel historiador que nos brindara sus famosas “Tradiciones”, lo entrevistó en su chacra de Crucesita donde vivía con sus hijos y familia. Allí, bajo un ombú en 1862, Obligado visitó a Cosme Maciel y escribió que “un poco apartado a la derecha del Camino Real entre el Puente de Gálvez y el Puente viejo de la Crucesita, en el ancho corredor de la casita que blanquea sobre una lomada, bajo majestuoso ombú, tomaba el sol de otoño un anciano de blancos cabellos, sobre sillón de vaqueta, más viejo que él. Al saber que era portador de recuerdos de su familia (primer bordado de su nieta, la bella Manuelita), entre viejos cuentos del pasado nos refirió el presente”.

“- Aquí donde Ud. me ve esta mano trémula que apenas puede sostener el bastón de mi vejez fue la que izó la primera bandera argentina. Ya han pasado muchos años, pero no olvido las emociones de aquel día. Vecino de Santa Fe, me hallaba accidentalmente en la Villa de Rosario y, entusiasta como todos los jóvenes de mi tiempo por la causa de la Patria, ayudé al General Belgrano a levantar la batería sobre la barranca tras de la actual Iglesia. ¡Qué grata sorpresa tuve cuando el día de su inauguración acabado de plantar el mástil, formada ya la tropa sobre la batería me dijo el Gral. Belgrano!: ‘Vea si está corriente la cuerda y ate bien la bandera para llevarla bien alto, como debemos mantenerla siempre’. Fue para mí lo inesperado de tan grata sorpresa, que repitiéndose el hecho por todas partes al verme pasar me apodaban en los fogones de los campamentos: ‘¡Ahí viene la bandera de Belgrano! ¡Y esto señor Oficial porteño desvirtuará ante Usted el nombre de santafesino que odia a los porteños con que Fray Castañeda me sindicaba en sus papeles”.

La elección de Barracas al Sud para su destierro no fue casual. En el pago vivían desde los primeros tiempos sus parientes (lejanos y no tanto) radicados en el siglo XVIII de los que derivan los nombres (topónimos) del Arroyo Maciel y la célebre Isla Maciel otrora paraíso de esparcimiento de los porteños que cruzaban el Riachuelo. Compró tierras que heredaron sus hijos y sus descendientes vivieron allí hasta principios del siglo XX.

Don Cosme vivió sus últimos días al cuidado de su hija menor, casada con un funcionario gubernamental del partido. Falleció en Buenos Aires en 1863. Se presume que sus restos fueron sepultados en el Cementerio de la Recoleta bajo otro nombre.

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