El 25 de mayo se cumplieron 6 meses desde que los aberrantes abusos denunciados en el instituto religioso Antonio Próvolo salieron a la luz. Sin embargo, el escándalo sexual en el establecimiento lujanino podría haberse descubierto en 2008, lo que hubiera disminuido el número de víctimas sometidas por los curas y administrativos detenidos.
El 28 noviembre de aquel año una mujer se presentó ante la Justicia para denunciar que a mediados de junio había encontrado, en la carpeta de su hijo de 12 años, un dibujo de dos hombres manteniendo sexo oral (“no era de su puño y letra”, manifestó en la Oficina Fiscal 11, según figura en el expediente 95.687/08/09); e indicó que a raíz de esto y la conducta extraña en el niño, sospechaba que el celador Jorge Bordón -hoy detenido- había abusado del menor. La mujer dijo que había ido al Próvolo a mediados de junio para poner en conocimiento a las autoridades sobre el episodio.
En esa misma época, el padre de otro alumno de 14 años -niño al que se identificará como G.- también había irrumpido en el instituto de calle Boedo 385 exigiendo explicaciones porque su hijo le había manifestado que Bordón lo había “manoseado” y protagonizado “escenas obscenas” con él.
Debieron pasar 8 años para que la Justicia -ante nuevas denuncias- reaccionara. Así salió a la luz aquella lejana primera causa que pasó por 3 fiscales y apenas acumuló 35 fojas, con detalles llamativos. Por ejemplo, al hijo de la primera denunciante (que hoy tiene 20 años) nunca se le realizó un test psicológico ni una cámara Gesell. Tampoco fue sometido a un examen físico para constatar un posible abuso.
Los familiares de las víctimas actuales están indignados ante esta inacción judicial, por lo que solicitan que se investigue hasta las últimas consecuencias el accionar de la primera fiscal que tuvo la causa en sus manos (Claudia Ríos), así como también a los organismos estatales y a la Iglesia. “Todos desoyeron esa primera denuncia. Si se hubiera investigado en ese momento, las víctimas serían menos y mi hija no hubiera sido víctima de ellos”, manifestó dolida Paola González, madre de una de las niñas denunciantes.
Ríos, hoy fiscal de Homicidios, defendió su accionar en esa causa. “Actué ante una denuncia específica en la que no se hablaba de un caso concreto ni de un cura, sino de una sospecha de abuso por el que se acusaba a un celador. Durante los 3 meses que tuve la causa tomé todas las declaraciones correspondientes y siempre estuve abocada”, destacó, y agregó que el 27 de abril de 2009 fue designada como fiscal especial y dejó la dependencia judicial lujanina. “De ahí en adelante no puedo decir qué se hizo y qué no, porque quedaron otros fiscales”, agregó Ríos, quien aseguró que los familiares pueden acceder a la causa para verificarlo: “Si quieren reunirse conmigo para consultar, estoy siempre disponible. Pero sería importante que vean la actuación de cada fiscal”.
La causa que no avanzó
En noviembre de 2008, la primera denunciante manifestó en la Oficina Fiscal 11 que su hijo dormía en el albergue y que el rechazo del niño por Bordón era notable desde junio. “Cuando lo veía decía ‘gordo malo’ mientras hacía con los pulgares para abajo. Se ponía mal”, manifestó la mujer. Además, agregó que desde esa época “se hacía el enfermo” para no ir a la escuela, se encerraba y dormía tapando todo su cuerpo, en posición fetal.
El 24 de noviembre hubo una reunión entre los padres de los chicos albergados y las autoridades, en la que se les anunció que Bordón había sido retirado de su cargo por la acusación del padre de G.
La mujer contó a la fiscal que cuando le preguntaba a su hijo si había recibido tocamientos, éste se ponía muy nervioso. Y que el niño se puso contento cuando ella le contó que Bordón no seguía.
Quien amplía los detalles en la causa sobre el episodio de G. es la por entonces representante legal del Instituto Próvolo. Citada el 3 de diciembre de 2008, contó que el 17 de noviembre recibieron a los padres de este adolescente de 14 años.
Según manifestó, el padre contó que su hijo le había dicho que si Bordón lo violaba “se iba a matar”, y que había acusado al celador de tocarlo y haberse metido en su cama. “(El padre de G.) sacó un puñado de balas de su bolsillo y dijo que con esas balas iba a matar a Bordón”, declaró la representante legal.
Ese mismo día retiraron a Bordón de su puesto y fue el cura Corradi (también detenido) quien pasó a ocuparse del cuidado de los albergados. “El 20 de noviembre de 2008 nos hicimos presentes con Corradi en el Juzgado de Familia para poner en conocimiento lo que pasaba en el instituto. Nos dijeron que teníamos que ir a la Fiscalía de Luján para solicitar que las autoridades competentes investigaran esta situación. Corradi se dirigió a la Fiscalía, expuso la situación y le dijeron que consultara con un abogado penalista. Creo que no le tomaron declaración por escrito”, relató la representante legal.
La vocera del Próvolo se refirió también a la reunión con los padres del 24 de noviembre de ese año y relató que recién allí la madre del chico del dibujo comentó este episodio (la denunciante sostiene que fue a la escuela en junio, apenas lo vio).
También contó a la Justicia que una de las psicólogas que trabajaba en el instituto había realizado estudios a los chicos, y que ninguno evidenció indicadores de haber sido víctima o presenciado abusos. Un dato llamativo es que ni el chico del dibujo ni G. participaron de estos análisis.
Un día después de esta declaración, el 4 de diciembre de 2008 se remitió la causa a la entonces fiscal de Instrucción Claudia Ríos, quien el 22 de diciembre recibió el informe psicológico de los chicos, donde se especifica que participaron 7 de los 9 chicos albergados (faltaban los 2 mencionados).
Para ampliar este informe, la fiscal Ríos citó el 11 de marzo de 2009 a la psicóloga. Ella confirmó que el chico del dibujo no estaba yendo a la escuela, y agregó que el seguimiento de él lo hacía otra psicóloga. Dijo que nunca nadie le mostró nada con contenido sexual y, sobre Bordón, la especialista destacó que “era bueno en su labor” y que “nunca tuvimos problemas con él”.
El 15 de abril de 2009 se citó a la “psicóloga 2”, quien manifestó a Ríos que en el niño “no hay ninguna evidencia que pueda relacionar con el motivo de la denuncia”, pero admitió que en el segundo semestre “tuvo un período en el que se lo observaba decaído a nivel general”. Sin embargo, resaltó que coincidió con una enfermedad y que una vez recuperado, volvió a ser “un niño con energía”.
Sobre el caso G., la especialista relató que en noviembre de 2008 los padres de ese adolescente le informaron que Bordón habría abusado de su hijo y que ella los derivó a las autoridades.
Idas y vueltas
Luego de esta declaración ante Ríos comenzó a generarse el agujero negro en que cayó la causa. Con fecha del 29 de abril de 2009 hay un oficio en el que se solicita a la Fiscalía 11 que informe si se ha iniciado una causa por abuso sexual contra Bordón. La respuesta fue negativa casi un año después.
En el medio, el 14 de abril de 2010 -ya con firma del fiscal Fernando Giunta- salió la solicitud de la pericia psiquiátrica al niño del dibujo para determinar si su desarrollo intelectual era acorde a su edad, si tenía tendencia a fabular y si presentaba indicadores de haber vivido episodios de contenido sexual.
Ante la falta de respuesta, la misma solicitud se repitió el 27 de mayo de 2011; y aún sin respuesta, el 15 de diciembre de ese año -ahora por orden de la fiscal María de las Mercedes Moya- se insistió por tercera vez para que se remitieran “en carácter de muy urgente” los resultados.
Casi 4 años y medio después de la denuncia y aún sin novedades, el 4 de febrero de 2013 la requisitoria de Moya fue distinta. “Atento al tiempo transcurrido, requiérase al CAI informe si se ha practicado el examen psicológico”.
Las últimas 2 fojas son solicitudes del Ministerio Público Fiscal para que le deriven la causa iniciada en 2008 y para que ésta sirva como prueba de la actual. Ambas tienen fecha del 1 de diciembre del año pasado, días después de que el escándalo estallara públicamente.
"No tenemos otro interés que la justicia y la verdad"
Paola González es la mamá de una de las denunciantes de la causa actual. Después de vivir una verdadera pesadilla a raíz de lo que su hija (hoy tiene 14 años) denunció haber vivido en el Próvolo, hoy sus días transcurren con más tranquilidad.
“Ella está bien, está yendo a un colegio donde por primera vez le están enseñando. Está aprendiendo los números, a leer, los procesos”, contó la mujer, quien agregó que su hija concurrió entre 2007 y 2016 al instituto Próvolo. “La saqué cuando salió a la luz todo”, agregó: “No tenemos otro interés que la justicia y la verdad”.
“Ella no puede ubicarse bien en el tiempo, por lo que no sabemos exactamente cuándo fue abusada. Pero los estudios del forense determinaron que tiene heridas de larga data. E involucra a todos en su denuncia: a la monja Kumiko, a los curas Corradi y Corbacho, a Bordón y hasta al cura Ramón Amarilla (otro de los religiosos que estuvo en la orden durante los últimos años)”, acotó la mujer.
Además, resumió que estos 6 meses no han sido fáciles. “La primera persona del instituto que me contestó fue una cuidadora, y defendió a los curas. Le dije que mi hija no iba a ir más a esa escuela y me dijo que le estaba generando un daño irreparable a la nena. Y que mi hija era la agresiva, la que se portaba mal y que los problemas venían del entorno familiar. Cada vez que alguien reclamaba algo, la respuesta desde el Próvolo era la misma”, sintetizó la mujer.
La segunda fue la vencida
Luego de que la primera denuncia quedara en la nada y a raíz de la repercusión de los primeros casos que salieron a la luz, el 30 de noviembre del año pasado el hijo de la primera denunciante volvió a presentarse y brindó más detalles de lo ocurrido en 2008.
"Cuando vio todo, mi hijo se animó y me pidió que lo llevara a denunciar otras cosas que le pasaron también. Él tenía vergüenza después de lo que le obligaron a hacer, pero ahora está muy aliviado", destacó a Los Andes la madre, la primera denunciante de abusos en el Próvolo hace casi 9 años. "Si me hubieran escuchado cuando fui, se hubiera evitado el sufrimiento de todos estos chicos", sintetizó.
Según consta en su denuncia actual, el joven contó que por la noche hacían “juegos” con los otros chicos, que consistían en darse besos mientras Bordón los miraba. La víctima agregó que G. tuvo relaciones con él, que le hizo sexo oral y ambos se tocaban.