Botánica, Arte e Historia: el paso de Los Patos bajo la mirada de los Roig

El paso de Los Patos constituyó un motivo central de la obra del artista Fidel Roig Matóns, y el punto de partida de las colecciones de plantas que su hijo Fidel Antonio realizaría a lo largo de su carrera científica.

Retratos de los inmensos montes

La Cordillera de los Andes, esa gigantesca cadena montañosa que contornea al occidente de América del Sur, fue escenario de uno de los emprendimientos más conmovedores realizados por el hombre en tiempos modernos.

A comienzos del siglo XIX, la persistencia de los ejércitos realistas en Chile y Perú motivaron la formación del Ejército de los Andes de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el que bajo la conducción de José de San Martín y su Estado Mayor cruzó los Andes.

Ciento treinta años después, otro gran emprendimiento tendría como escenario los mismos derroteros de este Ejército, aunque en este caso para plasmar en lienzos y tablas la grandiosidad de los paisajes de montaña y la épica sanmartiniana.

Fidel Roig Matóns, el artista nacido catalán y argentino por elección de vida se adentró en la cordillera andina y logró con sus espátulas y pinceles una extraordinaria representación del espectáculo de las geoformas, las luces y contraluces, los colores, los cielos profundos y los volúmenes de aquellos paisajes que el Ejército de Los Andes supo ver 200 años atrás.

Retrató la geografía de la montaña y a ésta como escenario de una historia única. Estas campañas pictóricas no fueron menos cargadas de esfuerzos y convicciones, donde a diario se comprometía espíritu y físico en ambientes agrestes y alejados de las asistencias de la ciudad.

Sin embargo, Roig Matóns contaba con la ayuda y compañía de sus hijos, cinco varones que abrevaron de la naturaleza prístina de las montañas para construir vidas de plenitud dedicadas a diversas vocaciones.

El mayor de ellos, Fidel Antonio, estudiante avanzado de agronomía, ya insinuaba su pasión por la botánica como colaborador de esta ciencia en las clases que Adrián Ruiz Leal impartía en la Escuela Superior de Agronomía (primigenia Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo) ubicada en los terrenos de la Quinta Normal de Agricultura.

La atracción del paisaje y de sus plantas

En febrero de 1950, Roig Matóns realizó una de sus tres expediciones pictóricas al camino de Los Patos, con sus varios pasos de gran altitud. Sus hijos lo acompañaron.

José de San Martín había dirigido el grueso del Ejército de los Andes por este paso cordillerano, peligroso y difícil si los había. Toda una odisea que el mismo San Martín luego referenciaría como el primer triunfo de su campaña militar.

El Espinacito, el Alma Negra, el Mercedario, el Aconcagua, el cordón de las Llaretas fueron algunas moles de piedra testigos de esta epopeya.

En ese mar de montañas se internaron los Roig para luego regresar a la llanura mendocina cargados de tablas multicolores y enriquecedoras experiencias de vida.

En el paso de Los Patos, en el Cordón del Espinacito, en el paso de las Llaretas, en el Real de Las Frías, en el paso del Valle Hermoso, en el río de Las Leñas, Fidel Antonio colectó las primeras plantas de lo que a la culminación de su vida llegaría a ser un herbario de casi veinte mil ejemplares.

Calandrinias, acaenas, gencianas, violas, calceolarias, leucenas, verbenas y muchas otras delicadas plantas de los ambientes cordilleranos, enriquecieron ese primer paquete de herbario.

La naturaleza cordillerana ayudaba a estimular esta paciente actitud de observador y coleccionista. En el gigantesco escenario del valle de Los Patos, se sostenía en sus ricos campos, para la época de las campañas pictóricas, la trashumancia de treinta mil ovejas y veinte mil cabezas de ganado vacuno y caballar.

Don Jaime Alamos, chileno de origen y dueño de estos campos, daba consentimiento para emplazar los campamentos pictóricos y aprovisionarse de carne de oveja, a las que se les daba caza con una carabina Mauser corta de caballería, prestada a los expedicionarios por el director de bomberos de Mendoza.

El pan lo proveía el puesto Las Hornillas, donde de tres enormes hornos salían panes de harina de trigo traída de Calingasta y que era amasada en un galpón de quincha con agregado de abundante grasa de oveja para que los panes duraran más tiempo sin secarse. Estos panes se distribuían entre los peones que cuidaban los rebaños, pero también eran sustento para la familia Roig.

Guisos a base de granos secos y abundantes berros cosechados del río próximo al campamento en Los Manantiales, completaban la dieta, tal como lo atestiguan Virgilio Germán y Enrique Frank, hermanos menores de Fidel Antonio.

En estos mismos campos se ubicaron las divisiones del Ejército de los Andes antes de afrontar el paso por el Cordón del Espinacito, con sus 4.400 metros de altitud.

La labor pictórica demandaba que diariamente se subiera a las estribaciones del Espinacito desde el campamento base. Para ello los Roig, con la ayuda de cuatro soldados y un cabo de ejército preparaban cuidadosamente las cargas en los mulares, sin olvidar ningún enser necesario para la jornada, inclusive los materiales para herborizar.

En estas travesías se engrosaban las colecciones de plantas. Hasta restos de un Ictiosaurio fósil, nuevo para la ciencia, fue encontrado por Virgilio Germán en el peñón del Espinacito. Pero como la labor pictórica obligaba a explorar lugares más distantes, esto motivaba desplazar el campamento.

En el paso de Valle Hermoso, un lugar con mucha vegetación y abundante agua de ríos, emplazaron nuevo domicilio. Muchas de las colectas de plantas que realizara Fidel Antonio fueron referidas a este sitio y alrededores, como el caso del paso de la Quebrada Fría, Real de Las Frías, río de Las Leñas, río Patillos, Las Amolanas.

Las vivencias en estos escenarios naturales motivarían definitivamente la inclinación de Fidel Antonio al mundo vegetal. Para conocer las plantas se convirtió en un agudo taxónomo. Para interpretar como éstas se distribuyen en los territorios, en un sagaz geobotánico.

Para comprender porqué las comunidades vegetales se expresan en asociaciones, a formarse como sociólogo vegetal y fundar en nuestro país la disciplina de la fitosociología.

Para ello se formó con los mejores maestros de la época. En Francia con la escuela del padre de la fitosociológica europea, Josias Braun-Blanquet.

En Argentina, Italia, México con lo más granado de la sociedad botánica, formando discípulos tanto desde la docencia y gestión universitaria en la UNCuyo como investigador de Conicet en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (Iadiza), del que fue co-fundador junto con su hermano Virgilio Germán.

Sus aportes a la botánica crecieron y fueron reconocidos mediante incorporaciones a las principales academias de la ciencia Argentina y otras distinciones como doctor Honoris Causa.

Una construcción de vida que nació a partir del contacto con la naturaleza, de sus travesías y exploraciones por las rutas cordilleranas que 200 años atrás habían sido utilizadas por el Ejército sanmartiniano, y la inspiración emanada por el arte cultivado por su padre.

Botánica, Arte e Historia. En 1950, el Año del Libertador, esa curiosa trilogía impulsaba a Fidel Antonio a colectar sus primeras plantas.

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