Nadie sabe cómo una especie de desprendimiento de "Beverly Hills 90210" pero sub 30, se convirtió en una serie de culto si juzgamos los primeros y aburridos primeros episodios de esta serie del magnate de la televisión estadounidense Aaron Spelling que escribió y produjo Darren Star y que se estrenó un 8 de julio de 1992.
Era obvio que ambos creadores no sabían primero a donde apuntar. En principio pareció una novelita de temas actuales, algo que podría cruzarse con el típico producto envasado de Televisa mezclado con las noticas que se veían en el zapping de la mediatarde que la tele todavía no se animaba a ficcionalizar con firmeza como el racismo, la homofobia, la violencia doméstica, arrancando un relato que parecía esquivo al espectador de vacaciones.
Una trama paralela sobre una deuda infantil comenzó a crear bostezos. Eso que le ocurría a Billy (Andrew Shue) en el episodio 12 "Polluted Affairs" era demasiado, pero las cosas cambiaron con la llegada de Heather Locklear en el episodio 21, interpretando a la deliciosamente malintencionada Amanda Woodward, un personaje que realmente rescató a la serie de la invisibilidad colectiva para iniciar su escalada de popularidad. El cambio era obvio pero nadie de la producción se había fijado en ello: ¿qué es una serie dramática al estilo novelita de la tarde sin una villana estereotipada?
Pero la apuesta se puso candente. Poco a poco se fueron desviando de la fórmula estándar del drama romántico de víctimas y victimarios de este colectivo de inquilinos que vivían en un mismo complejo en el corazón elegante de la ciudad de Los Ángeles.
Y el episodio 28, de la temporada dos, marcó una referencia; en "The bitch is back" el personaje de la doctora Kimberly Shaw (Marcia Cross) volvió prácticamente de la muerte después de muchos días en coma tras un accidente de auto y reaparece como un halo oscuro y una horrenda cicatriz en la cabeza, tal novia de Frankenstein y queda desencajada al descubrir un secreto que le escondía su novio Michael (Thomas Calabro), la pareja más mala de la televisión en aquellos años. Sin duda, fue uno de los momentos más inolvidables de la TV de aquella época.
En realidad, Marcia Cross fue presentada en el episodio 11 del programa pero hasta esa fecha no había planes para que ella se convirtiera en el centro del legado de Melrose Place en el futuro de las temporadas que estaban por delante. La resucitación de su Kimberly, también reavivó la serie como no había pasado hasta ese momento.
En ese punto, Melrose Place se levantó, como el Sésamo-Kimberly, mientras su audiencia no podía creer lo que estaba sucediendo: la doctora mostró una espeluznante cicatriz mientras quedaba claro que ya era una psicópata consumada y todo frente a la pantalla de 17.5 millones de televidentes.
El mismo creador, Darren Star ha admitido que no tenía idea de que la escena llegaría a ser un momento tan emblemático en la historia de la televisión. "Como escritor, tienes que complacerte a ti mismo. Nos encantó, pero no tuvimos ni idea de cómo iba a ser recibido."
El espectáculo continuó y tendría momentos más grandes y pequeños con Kimberly, como cuando amamantaba al bebé de Jo (Daphne Zuniga), al que podríamos agregar el shockeante momento de la temporada cuatro en que el complejo de departamentos explotó con todo el elenco dentro.
No obstante, nadie, ningún espectador digno a la pantalla chica de los noventa, podría olvidar la secuencia de Kimberly sacándose la peluca en una escena que terminó a fundido a negro que se convirtió en una imagen icónica de la historia de la televisión estadounidense. Y todo comenzó un 8 de julio de 1992.