Adrián Sorrentino: “Siento un profundo amor por el público”

Las dos últimas semanas en la vida de Adrián Sorrentino han sido inolvidables: ganó un Premio Hugo federal, por su interpretación en “SorPresas”, y los mendocinos lo eligieron para recibir un Premio Raíces. Después de tanta emoción, habló con Estilo para

Estas dos semanas han sido fuertísimas. Todo empezó así: yo estaba dando clases de tap y mi celular estaba ahí, reproduciendo música. Me había olvidado de poner en silencio la entrada de mensajes y de repente empezó a sonar, infinidad de veces, hasta que atendí. Me había parecido llamativo que entraran tantas llamadas, claro, porque todos los que me conocen saben que estoy dando clases a esa hora...

Resulta que voy a un lugar apartado y veo que son amigos, que me estaban avisando que habían visto online la entrega de los Premios Hugo, que son el máximo galardón a la comedia musical en el país, ¡y que había ganado! Competía con siete intérpretes masculinos, y era el premio Hugo federal.

Tengo que decirlo: yo no entendía nada, no caía. Pero me explicaban que era muy groso, porque además no había jurados de Mendoza... Es decir, quienes habían decidido eran jurados de otras provincias que habían visto un video de mi actuación en “SorPresas” (el viernes que viene es la última función en el Teatro Tajamar, a las 22).

Fue muy fuerte, y después empezaron a llegar los mensajes de que tal día me tenía que presentar en la Ballena Azul, ¡en el CCK! Para recibir el premio... Pero bueno, seguí dando clases y al final comenté lo que había pasado. ¡Me comí 45 minutos el secreto!

Ese día empezó la movida para irme a recibir el premio. ¿Si se me había pasado por la cabeza ganarlo alguna vez? ¡Jamás! Era inaccesible: como un Oscar, para que se den una idea. Imagínense, además, que fue el primer federal que se hacía en la historia de estos premios. Lo único en lo que pensaba era en la gratitud hacia mis maestros y el público...

Si tuviera que poner este premio en el contexto local, creo que funciona como un buen estímulo para que Mendoza se vuelva una usina de musicales. Ya empezó a serlo, hay que decirlo, y está apostando a hacer muchos desde el año que viene, pero ahora saben que además pueden tener proyección nacional.

Sigo: la movida para llegar a recibir el premio fue grande; como dejar mis clases, enfrentarme a una audiencia gigantesca (no se puede creer la belleza y la inmensidad de esa sala) y compartir platea con mis ÍDOLOS: Pepe Cibrián, Ana Padilla (mi profesora de tap), Norberto Vázquez Freijo, todos los bailarines de todas las comedias musicales, elencos completos, figuras como Siciliani, Cabré, Bossi... ah, ¡y Nacha! Ella es referente del café concert también para mí, que había estudiado todo su material del Di Tella para mis espectáculos.

Un panorama de estrellas tan sencillas, por otro lado: “Personas comunes con trabajos extraordinarios”, como me gusta decir. Primero fue el hall, cruzar felicitaciones y ver entre todas esas figuras nominadas mi foto en el programa, un programa de lujo que ya tengo guardado, por supuesto. Pude saludar a Nacha, a Cibrián... Estaba en el Olimpo, en una nube.

¿Si lloré? No, me emocioné muchísimo, eso sí. No quería abrir las canillas porque si lo hacía no paraba más, porque soy de lágrima floja.

Cuando subí al escenario le dediqué el premio al público. No había pensado un discurso en realidad, pero sentí que tenía que agradecérselo al público: ellos le dan forma real y tangible a eso que uno tiene en la cabeza en forma de sueño.

Y hablando de sueños, todavía me quedan algunos: seguir trabajando un montón, siempre. No, “seguir laburando” es mejor, porque no me gusta la palabra “trabajo”. ¿Por qué? Porque viene del latín “tripalium”, que eran tres palos cruzados en los que torturaban a los que no querían laburar. ¡Laburar es mejor, que se emparenta con labor, labranza!

Y además de laburar, seguir estudiando, seguir aprendiendo, seguir participando de elencos más allá del café concert. La nueva camada de actores me encanta, no paro de sorprenderme. Hay gente con talento y generosidad impresionante arriba del escenario.

Pero bueno, la historia sigue: llegué a Mendoza cansadísimo, a atender mis asuntos familiares y laborales, y al poco tiempo me recuerdan que tenía que ir a la Nave Cultural por la entrega del premio Raíces. Sabía que estaba nominado, sabía que la votación era online, pero imagínense que competía con Susana Dragotta, que es una bestialidad de artista plástica, a quien admiro profundamente, y con el Coro Universitario.

Yo siento un profundo amor por el público, ¡y un respeto tan grande! Yo soy de los locos con trastorno obsesivo-compulsivo que están dos horas y media o tres antes de la función, para que todo esté perfecto y el público no se lleve un fiasco; o porque no se escucha bien, o porque salí agitado o sin la voz preparada. Es por eso que reviso el material, tratando todos los sábados de incluir algo nuevo o reponer algo, para darle frescura a cada función, porque les juro que tengo reincidentes cada sábado (a las 22 en Lobby Bar, con “SorrenTime”). ¡Los conozco a todos y brindo con ellos en la mesa! Es una comunión muy linda.

Pero bueno, este premio fue muy, muy, importante: eran cinco premios y uno a la trayectoria, para el Flaco Suárez y Daniel Quiroga, que me pareció absolutamente merecido. Resulta que cuando los vi les comenté que yo había visto el estreno de “Educando al nene” hace 30 años: ¡yo tenía 13 o 14 años! Fue un alegrón, me pareció hermoso compartir el escenario con todos ellos.

Fue premiado también un vecino mío, y ahí sí tengo que decirles que me emocioné. Me emocioné y no pude disimularlo. Alejandro Martínez, que ganó en Labor Solidaria, es un vecino de hace muchos años y tiene un trabajo que nada que ver con el arte: él se compró unos trajes de superhéroes y va a los hospitales a robarle una sonrisa a los niños que esperan ser operados o están recuperándose.

En fin, iba de palabra a saludar a Susana o a Enrique Lucero, que estaba en representación del Coro, iba a ser un abrazo enorme para ellos y al final pegué un salto sobre la butaca. No puedo creerlo todavía: tardé como tres días en contestar todos los mensajes que me han llegado. Solo tengo para decirles: ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

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