Acerca de militantes, camaradas y compañeros

Vivere, militare est

Séneca, filósofo estoico

Hemos escuchado en los discursos de Néstor Kirchner y en los de Cristina Fernández, elogiar con exageración la calidad de "militante" en sus seguidores. La historia de la humanidad nos da un muestrario de esta clase de discursos puestos en el oído de juventudes que luego tomaron las armas para intentar eliminar a sus enemigos.

La frase del epígrafe la escribió el filósofo estoico a mediados del primer siglo de la era cristiana junto a otras admoniciones que hizo en Cartas a Lucilo. Su traducción es "La vida es milicia", y me ha permitido pensar del siguiente modo.

Dudo de que Séneca haya querido dar a su admonición un sentido puramente marcial. Más bien creo que se refirió a que la vida es siempre una lucha, y sobre todo lucha interior. Sin embargo, alrededor de esta frase, en la Guerra Civil Española de 1936, se escribieron algunos ensayos como el de Ernesto Giménez Caballero bajo el título "Séneca o los fundamentos históricos del fascismo".

Este concepto además formó parte de decálogos ideológicos, lo que se prueba en el punto 26 de Falange Española: "... la vida es milicia y ha de vivirse con espíritu acendrado de servicio y de sacrificio...". En la izquierda beligerante de aquella España, el término milicia se utilizó para indicar la actividad del "miliciano", que era el fanático civil que tomaba las armas contra el insurrecto Francisco Franco, jefe del movimiento nacionalista. Su etimología está en la palabra militar, que significa soldado.

Entre el militar y el miliciano hay diferencias y similitudes. El militar es un soldado profesional y el miliciano un civil que se hace soldado. El militar responde a una estructura previa, a reglas de funcionamiento y a un claro régimen de rangos.

El miliciano nace del desorden y de la comunidad ideológica que tiene junto a otros compañeros o camaradas, está desprovisto de rigurosidad disciplinaria y es la expresión misma del júbilo que enarbolan sus ideas, las que, según las propias esperanzas de quienes las profesan, serán inquebrantables y los llevará a la gloria de muchas batallas.

Ya en la práctica, a poco de andar, el miliciano se va convirtiendo en un soldado y empieza así su vida marcial, respondiendo a mandos superiores e impartiendo órdenes a los subalternos. Al igual que el militar, finalmente, su estructura se convertirá también en vertical.

El militante va en la misma dirección. Si vimos diferencias y parecidos entre militares y milicianos, podemos hacer el mismo ejercicio intelectual respecto del concepto de militante, empezando por decir que se diferencia del miliciano porque al principio -el militante- no lleva armas. El resto de sus características serán compartidas y habrá sólo una diferencia gradual. Con el militar hay, además, una diferencia cualitativa.

Ya hemos adelantado que éste es un profesional formado, mientras que el miliciano y el militante aspiran siempre a serlo. Aquél ejerce sus funciones sólo con rigor profesional, sin demasiados aditamentos pasionales o ideológicos, en la medida en que no crea que su misión en la vida es la de "salvar a la Patria", situación ésta en la que pasaría a ser además de un militar un militante, con el agravante de poseer el poder y las armas en exclusividad provista por el Estado.

El militante y el miliciano -y el militar que se cree aquello de la "misión en la vida"- son fanáticos que piensan que la vida sólo tiene sentido en el enjambre de la secta partidaria o de cuartel. Puedo afirmar sin titubear que para marcar el paso, como lo hace el militar ideologizado, o como lo hacen militantes y milicianos, sería suficiente con poseer nada más que médula espinal. Siempre un líder piensa por ellos.

Cuando hablamos de "camaradas" nos referimos a aquellos individuos que marchan juntos en la militancia. En otras partes del mundo, este término se acuñó de manera indistinta entre fascistas y comunistas. En la Argentina, como una réplica suavizada del fascismo, el término nació bajo la denominación de "compañero", que la siguen usando hasta hoy quienes forman parte del heterogéneo mundo del peronismo.

En esta línea de ideas podemos agregar y ver que el término "correligionario" quedó relegado para designar a aquellos que forman parte de un mismo partido con origen en el liberalismo político decimonónico, como lo son la UCR y el Conservadurismo y sus distintas versiones más o menos liberales.

El correligionario tendrá con su par una identidad ideológica pero sólo eso, porque su vida sigue teniendo sentido fuera del comité partidario. El camarada, el compañero, el militante y el miliciano en cambio, no sólo compartirán una misma ideología sino también -y sobre todo- las mismas actividades y los mismos sentimientos, tendrán enemigos de lucha en común y estarán unidos de un modo indisoluble porque consideran que comparten un mismo destino que, por cierto, deberá ser irrenunciable.

En la Argentina sabemos de estas categorías si visitamos nuestra historia más reciente. Los militantes Montoneros y el ERP en la década del '70 son un ejemplo de una militancia que tomó las armas y que se convirtió en guerrilla o en terrorismo, según dónde y de qué modo desplegaran su actividad. Los militares de esa misma época también respondieron al mismo principio, y se convirtieron en terroristas de Estado.

He querido poner estos pensamientos más o menos desordenados nada más que para esbozar un contraste y profesar mi humilde admiración hacia aquellos jóvenes argentinos que aún tienen una actitud de compromiso sin ejercer ninguna descalificación hacia quienes piensan diferente; a los que estudian o que trabajan o que buscan hacerlo y que se forman todos los días para ser mejores y se nutren de un sentido humanista de la vida sin olvidar el crecimiento individual; jóvenes que en el ejercicio de la libertad de pensamiento y de acción, no vulneran el derecho y la libertad de nadie; jóvenes que no se ven atraídos por el gesto descompuesto de fanáticos de santo y seña y que no obedecen nunca a catecismos doctrinarios de sectas partidarias.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.

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