Murió en Buenos Aires, pero quiso que sus cenizas fueran arrojadas al Río Diamante. En el sur mendocino estaba el lugar que amó: la finca de su abuela. Por eso, a pesar de haber nacido en Córdoba, Abelardo Arias decía ser sanrafaelino.
A los 25 años escribió "Álamos Talados" (1942), novela autobiográfica donde ya asomaban las técnicas cinematográficas y con la que ganó premios y proyección.
En la ficción, el personaje de Alberto iba descubriendo el cuerpo y el deseo entre viñedos, hasta toparse con la hipocresía pueblerina y la castración del amor.
El mismo año de "Zama", Arias publicó "El gran cobarde". De hecho, con Di Benedetto co-guionó. Más tarde se editó su "Minotauroamor" y "Polvo y espanto", retrato de la heroína más aguantadora. Este novelón (y otros) fueron escritos durante sus travesías en barco.
A bordo de un carguero que lo traía de Grecia, en un viaje de 55 días, hizo en broma una versión del Minotauro. Hay una foto histórica: Anteo Silvio Savi, su compañero durante casi cincuenta años, artista plástico, hizo la escenografía y el vestuario con lo que tenían a mano (la barba era de cinta de máquina de escribir, el cuerno de papel de cigarrillo) para una audiencia de perplejos marinos griegos.
Creó varias obras teatrales y diarios de viaje. En uno de ellos -"París-Roma"- relata su entrevista con Camus, a quien le preguntó (como a varios escritores que mapeaba) sobre "el auge de la novela homosexual".
Seguir el rastro de Abelardo Arias es fascinante. Más aún, a la luz del nuevo archivo que acaba de conformarse gracias a los documentos que aportó su compañero Anteo, la labor del especialista Luis Peralta y del escritor Leopoldo Brizuela, tenaz cazador de “papeles escondidos”.
Es Brizuela quien, en principio, nos invita a visitar este tesoro: cuatro cajas repletas de un Abelardo que no conocíamos.
“Lo que surge de ese archivo, antes que nada, es la figura de un escritor ‘comprometido’, en los muchos sentidos de la palabra. Comprometido, ante todo, con la escritura: vivía para la literatura, la que él escribía y también la de los demás, como lo demuestra su valiosísima obra periodística, dedicada en su mayor parte a otros escritores, y su actividad editorial. No se debía tan sólo a una gran generosidad humana; Arias fue un hombre de una gran conciencia política y de una gran necesidad de intervenir políticamente, en el sentido más amplio y más profundo de la palabra.Sin duda, la experiencia que fue clave en su vida, la que le hizo conocer el dolor y lo abrió al dolor de los demás, fue el descubrimiento de su propia homosexualidad. Su figura siempre discreta, su discurso que optó casi siempre por un medio tono elegante, disimulaban naturalmente, su actividad verdaderamente revolucionaria, y de sus propuestas ideológicas. Quería, para decirlo de una manera simple, crear literatura porque amaba la belleza pero quería, a través de la literatura, cambiar el mundo.Al mismo tiempo, era un intelectual completamente libre. Tenía amigos en todos lados, en Sur y en Contorno, pero se resistía a identificarse con ninguno. Su ideología no puede ser definida fácilmente y, por eso mismo, una investigación sobre este material es tan importante y rica. Existe, es obvio, una manera de defender la libertad sexual, y de entender su propia condición sexual, que echa raíces en la antigua Grecia y en la Francia de su tiempo, con la que estuvo tan ligado. Pero lo más claro es una empatía notoria y conmovedora hacia ‘los pequeños y los últimos’, la misma que se nota en sus novelas, en la construcción de sus personajes”.
- ¿Escritor militante?
- Así como hablé de “conciencia política”, creo que puedo hablar de una “militancia” de Abelardo Arias, que incluye su propia ficción. Los papeles de Arias revelan que fue un verdadero “agente secreto” de la organización Arcadie, con sede en París; su función era informar sobre la situación de los homosexuales en el país, o más precisamente movlizar, en caso de que fuera necesario, a sus asociados en ayuda de algún homosexual en problemas.
Arcadie fue una revista gay creada en 1954 por André Baudry, con el apoyo de Roger Peyrefitte y Jean Cocteau. La idea era luchar, con discresión e inteligencia, para que la mayoría hetero aceptara la homosexualidad.
- ¿Cuál es la relación con Tirso?
- Ese es el gran redescubrimiento que permite la adquisición de su archivo por la Biblioteca Nacional: el proyecto grupal de las Ediciones Tirso, que Arias llevó adelante con Renato Pellegrini y el propio Anteo Silvio Savi. Arias concibió Tirso a principios de los años 50, y fue, nada menos, que una de las primeras editoriales -si no la primera- editorial de tema homosexual del mundo.
Cuando le pregunté a Savi si tenían conciencia, además, de lo que iban a pasar -ninguneo general, prohibiciones, persecución de la policía- me contestó, con una humildad sobrecogedora, “sí”.
Esto, aparte del enorme esfuerzo que implicaba la editorial en sí. Savi gastó la pequeña fortuna que su padre había cobrado como compensación de una herida de guerra en Italia en la publicación de Tirso.
Arias no sólo conseguía -con un talento indudable para las relaciones humanas- publicar libros de Gide, Green o Montherlant, sino que tradujo casi todas las obras, y las difundió en los medios, aprovechando -y poniendo en juego- su propia fama literaria.
Pellegrini fue víctima de la persecución policial y del escándalo mediático. En términos de crítica literaria o de repercusión en los medios, más allá de algún ataque feroz como el de Héctor Murena, lo que caracterizó a Tirso fue el ninguneo de la sociedad, “de eso no se hablaba”. Pero ellos siguieron: los sostenía la pasión, la convicción y también un considerable éxito de público.
El archivo revela, por lo tanto, la existencia de un grupo, de un “colectivo”, como se dice ahora, que de otro modo hubiera caído en el olvido. Y que se amplía, también, con los archivos de otros escritores como Villordo, Mujica Láinez, Juan José Hernández, etc.
Leer sus cartas y mensajes revela un humor inesperado, una alegría de estar juntos que también conmueve, y sorprende.
Desde que los relatos de Savi le revelaron datos de su historia, Brizuela lo considera como “un referente, un modelo a seguir. Un ejemplo único de rigurosidad estética y dignidad humana”.
- ¿Cómo llega a sus manos el archivo de Arias?
- El profesor Jorge Luis Peralta nos puso en contacto con Anteo Silvio Savi, compañero de Arias durante casi cincuenta años, en la vida, en el trabajo y la militancia. Savi es un artista plástico de casi noventa años, en plena actividad artística.
De inmediato se entusiasmó con la idea de mostrarnos los archivos de su compañero, que es literalmente inagotable -cada vez que nos encontramos nos espera con algo nuevo, y la idea de legarlos al archivo de la Biblioteca Nacional le pareció ideal.
Desde la muerte de Arias, una de sus principales preocupaciones ha sido la difusión de su obra. Pero debo decir que a lo largo de las entrevistas que mantuvo con nosotros, él mismo se reveló, por un lado, como un personaje increíble, último testigo de un mundo secreto que, gracias a su testimionio, ahora quedará como un legado.
El Archivo
El Fondo Abelardo Arias se encuentra en el “Departamento de Archivos” de la Biblioteca Nacional. Está en pleno proceso de recopilación y ordenamiento. Consta, hasta ahora, de 4 cajas. La mayor parte son documentos textuales y fotográficos en papel.
Hay documentación personal, como acreditaciones, manuscritos y correspondecia (unas 80 cartas). También hay registro de su producción intelectual: algunos originales, artículos que publicó en diferentes medios y también entrevistas.
Estas fotos fueron facilitadas por el Fondo Abelardo Arias.