Un estudio de grabaciones no es un oficio sino una "enfermedad" cuyos síntomas se manifiestan en querer tener todo lo nuevo, lo último y lo mejor, cueste lo que cueste.
"Pero en los últimos tiempos también reside en el 'arte' de elegir acertadamente entre lo que se quiere y lo que se puede, conforme a la realidad económica que se vive". Así definía su tarea Arrigo Zanessi allá por el 2000, cuando la tecnología no había hecho estragos todavía en la industria del disco.
Este hombre, que fue un eje sustancial y referente en el crecimiento cultural y artístico de nuestra provincia, murió en la madrugada de ayer. Nació en Italia el 22 de diciembre de 1926 y cuando tenía 3 años llegó a Mendoza para convertirse en uno de los hacedores culturales más trascendentes.
La historia de sus estudios comenzó a mediados de 1940, en el garaje de su casa en San Martín. En el '59, su familia se instaló en la calle Rioja, casi Alem, y la casa se dedicó de lleno al universo de los micrófonos y las perillas. Por ese entonces no se imaginaban que los Estudios Zanessi llegarían a ser uno de los más importantes de Sudamérica.
El día en que todo empezó
En 1959, Zanessi instaló en Montevideo 215 de Ciudad el primero, el más importante, completo y actualizado estudio profesional del interior del país.
Así como en los años ‘60 Zanessi se jactó de tener el primer estudio estéreo de la región; en los 2000 se sumó al salto tecnológico e instaló una consola automatizada con 64 canales para mezclar y 32 para grabar, que en aquel momento se calculaba en una inversión de medio millón de dólares.
Entre sus más recordadas producciones, quedará su legado en la dirección de sonido y masterización de la Marcha de la Vendimia. Otro de sus hits más conocidos es el de la radio Elevediez. Pero no sólo hizo este jingle... A mediados del siglo pasado, el músico y publicista Roberto Chiófalo convenció a Arrigo de encarar un negocio a riesgo. La idea era producir jingles para las tiendas más importantes de Mendoza y venderlos.
Después de un trabajo por demás arduo (se grababan, en ocasiones, con orquestas completas, y luego se editaba en discos), los socios se trasladaban con su reproductor portátil hasta las firmas para ofrecer el producto publicitario.
"Jingles ¿qué es eso?", era lo primero que escuchaban en la voz de los encargados, para luego -en casi todos los casos- recibir la aprobación de su difusión. Los pegajosos estribillos de Casa Arteta, Tiendas La Unión, A la Ciudad de Buenos Aires o el perenne "Elevediez... ¿qué hora es?", fueron creación del tándem Zanessi-Chiófalo, responsable de más de 5.000 piezas, muchas de ellas emitidas en Argentina, Chile y Paraguay.
"Una vez hicimos un jingle en joda para Felipe Bellene que era amigo nuestro. Al final de la melodía salía yo con voz de turco diciendo 'la casa que le conviene'. Nunca nos imaginamos que ese jingle, por cierto espantoso, le encantaría a Felipe. Con los años le ofrecimos mil veces hacerle uno nuevo, y gratis. No había caso, no quería cambiarlo por nada del mundo", recordó Zanessi en una entrevista que le dio a Los Andes hace una década.
El hombre que todo lo hizo
Arrigo fabricó una de las primeras guitarras eléctricas del país, inventó el contrabajo amplificado, grabó a casi todos los artistas mendocinos y construyó un archivo sonoro invalorable.
Fue don Luis, su papá, el que lo introdujo en la mecánica y en la música, y él, entre juegos, dedicó horas a la exploración de fantásticos mundos de válvulas y sonidos. No sería extraño que aquel joven que fabricó su propia radio galena a la edad escolar, ni se inmutara, años más tarde, ante el desafío de un amigo, Alberto Faillace, integrante de la Orquesta de Los Pequeninos: "Arrigo, ¿no te animás a hacer una guitarra eléctrica? No se ve muy complicada que digamos". Su respuesta fue un instrumento hecho con elementos que tenía a mano, y que aun así, sonaba como aquellas Gibson que demorarían en entrar al país.
"Tuvimos que alimentar la guitarra a batería, porque donde íbamos a tocar con la orquesta no siempre había corriente eléctrica", nos contaba Arrigo, recordando aquellos '50.
Fue por esos años que el joven luthier se propuso un nuevo reto: crear el primer contrabajo eléctrico del mundo. El prototipo fue vendido a una corporación de Chicago, y gracias al impecable sonido del instrumento acústico amplificado cobró regalías por la patente durante muchos años.
El archivo de los Zanessi, entre cassettes, dats, discos y compactos, se cuenta por miles.
Todas las agrupaciones locales, de los más variados géneros, dejaron su huella a lo largo de casi 60 años. De hecho la empresa (luego de ser declarada Patrimonio Cultural de Mendoza en 2010) también se lanzó a la tarea de digitalizar la historia artística y publicitaria de nuestra provincia: porque allí, en ese estudio, Arrigo fue el custodio y promotor de la historia fonográfica local.
Música y más música
Flaco y desgarbado, su aspecto cabía a la perfección en el mote de "Palito". Por los nervios, la grabación de sus dos primeras canciones demoraban más de la cuenta. El intérprete "entraba cruzado", por encima de los instrumentos de cuerdas, en cada una de las tomas. Arrigo Zanessi, al frente de la grabación del disco del inexperto cantante, tuvo la paciencia que ya no tenían los agotados muchachos de la orquesta, y sereno, le dio un consejo. "Mirá, qué tal si empezás a cantar en el momento que te parece que no tenés que entrar... Al revés de lo que vos creés". Sólo así se pudo terminar de registrar el que sería el primer disco de Nery Nelson, hoy conocido como Palito Ortega.
Pero esta anécdota que marca lo que Arrigo significó para la música mendocina y nacional no es la única que se cultivó entre los muros del Estudio Zanessi. Por allí pasaron todos.
El primer intento fue a través de un sello discográfico mendocino al que llamaron "Azteca", que fabricaba sus propios LP de acetato para distribuirlos en todo el país. Prometedora y pujante, la empresa editora no previó un detalle: la inminente llegada de los discos de vinilo harían desaparecer a los de pasta. El sello quebró, pero Zanessi siguió en la fundamental tarea de la masterización (originales para su posterior copia) a sellos de todo el país.
Entre los que grabaron en Estudio de Zanessi figuran los hermanos Appiolaza, los hermanos Mancifesta, Los Enanitos Verdes, Félix Dardo Palorma. Allí se grabarían tomas inmortales del Nuevo Cancionero Cuyano, las sensibles guitarras de Tito Francia, los mejores momentos de Markama, Alcohol Etílico y el Dúo Plana-Martí.
Fue también bajo el abrigo y el apoyo de Zanessi que en el 2000, surgió un nuevo sello discográfico mendocino: La Cofra Records; idea Morcy Requena (La Cofradía de la Flor Solar) y Polo Martí. Sí, Arrigo, el señor de los sonidos, creyó que en Mendoza la cultura podía ser industria; y la moldeó, le puso su ingenio, su cuerpo, su patrimonio y su pasión.