Arabia Saudita arrestó a decenas de príncipes, ministros y empresarios en el marco de una operación anticorrupción calificada de “decisiva” por las autoridades, en un momento en que el joven príncipe heredero Mohamed bin Salmán continúa reforzando su poder.
El célebre multimillonario Al Walid bin Talal forma parte de los 11 príncipes detenidos el sábado por la noche, indicaron los medios, justo después de la formación de una nueva comisión anticorrupción presidida por el príncipe heredero, conforme a un decreto real.
Paralelamente, en el marco de esta purga sin precedentes, fueron repentinamente destituidos Metab bin Abdalá, jefe de la poderosa Guardia Nacional saudita -que durante un tiempo fue considerado como pretendiente al trono-, el jefe de la Marina Abdalá Al Sultán y el ministro de Economía Adel Fakih.
Estas detenciones y destituciones tienen lugar en un momento en que el príncipe Mohamed, de 32 años, hijo del rey Salmán, de 81, no deja de consolidar su poder en un contexto de cambios económicos y sociales inéditos en este reino ultraconservador.
Según el canal de televisión vía satélite Al Arabiya, de capital saudita, 11 príncipes, cuatro ministros y decenas de exministros fueron detenidos, después que la comisión anticorrupción lanzara una investigación sobre las inundaciones mortales que devastaron en 2009 la ciudad de Yeda, a orillas del mar Rojo, a raíz de lluvias torrenciales.
La agencia estatal saudita SPA había informado que el objetivo de la comisión era “preservar la riqueza estatal, castigar a la gente corrupta y a quienes se aprovechan de sus cargos”.
La cotización de las acciones de Kingdom Holding Company, sociedad internacional de inversiones propiedad del príncipe Al Walid al 95%, cayó un 9,9% a la apertura de la bolsa de Riad, un día después del presunto arresto del magnate que aún no ha sido confirmado oficialmente.
Con estas detenciones, “el reino abre una nueva era y una política de transparencia, de claridad y de responsabilidad”, declaró ayer el ministro de Finanzas, Mohamed Al Yadaan, agregando que estas acciones “decisivas preservarán el clima para las inversiones y reforzarán la confianza en el Estado de derecho”.
El Alto Comité de los Ulemas, un influyente consejo de clérigos, reaccionó muy rápidamente afirmando que la lucha contra la corrupción es “tan importante como la lucha contra el terrorismo”.
Una fuente de la aviación indicó por otra partex que las fuezas de seguridad impidieron el despegue de aviones privados, tal vez para evitar que algunas personalidades abandonaran el país.
“La amplitud y la escala de los arrestos parece no tener precedentes en la historia saudita moderna”, consideró Kristian Ulrichsen, especialista sobre el Golfo en el Baker Institute de la universidad Rice en Estados Unidos.
“La supuesta detención del príncipe Al Walid bin Talal, si ésta es cierta, causaría conmoción en la comunidad local y en el mundo de los negocios internacionales”, advirtió este experto.
Mano dura
El príncipe Mohamed bin Salmán, de 32 años, que tras un asceso fulgurante se convirtió en heredero al trono de Arabia Saudí en junio, se propuso reformar este reino ultraconservador al tiempo que muestra mano dura en un contexto de crisis abierta con el vecino Qatar.
En los últimos meses, el príncipe apodado “MBS” lanzó varias reformas que marcaron la mayor transformacion cultural y económica de la historia moderna de un reino donde la mitad de la población (31 millones) tiene menos de 25 años.
Determinado a aflojar el yugo de los medios religiosos sobre la sociedad, había prometido en octubre una Arabia “moderada”, que practique un islam “tolerante y abierto”.
Primeras señales concretas: las mujeres obtuvieron en setiembre el derecho a conducir -una decisión histórica de la que se lo considera inspirador-, pronto abrirán las salas de cine y las saudíes pudieron celebrar la fiesta nacional junto a los hombres en un estadio, algo nunca visto.
Estos cambios no habrían sido posibles, según los expertos, sin la detención en setiembre de decenas de religiosos e intelectuales, medida que había sido percibida como una demostración de fuerza del príncipe Mohamed para reforzar su poder y denunciada por las organizaciones de defensa de los derechos humanos.