Según un reporte publicado por la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea), este año los arrendamientos de superficies en la zona núcleo llegan con precios en franco ascenso.
“La situación cambió completamente de un año al otro. En 2015 sembrar era una cuestión de fe: la mayor parte de los márgenes proyectados daban pérdidas o rentabilidades insignificantes con los precios proyectados al inicio de campaña. En ese contexto, los valores de los alquileres, medidos en quintales por hectárea de soja, bajaron. Además, apareció una gran variedad de esquemas de pagos variables según rinde, precios e, incluso, según tipo de cambio”, señala la publicación.
Pero los esquemas cuyos pagos se encontraban atados al rinde final logrado, si bien en general fueron beneficiosos para los propietarios en aquellas zonas en que registraron buenos rindes agrícolas, ahora comienzan a ser revisados ante la posibilidad de volver a rematar el campo al mejor postor.
Quienes hoy lideran el crecimiento de área por medio del pago de precios elevados de alquileres son todos grandes operadores agrícolas de renombre en el mercado. La demanda está focalizada en las zonas pampeanas que no registraron problemas de inundaciones.
En la zona núcleo, algunas empresas han logrado acordar o renegociar en marzo pasado arrendamientos en campos de buena calidad en un rango general de 16 a 18 quintales por hectárea.
Luego, con las lluvias torrenciales de abril, la atención estuvo focalizada en salvar la cosecha en curso. Y cuando se reiniciaron las negociaciones en mayo, los precios internacionales de la soja comenzaron a dispararse y con ellos las pretensiones de los propietarios de campos. En ese contexto, los nuevos acuerdos se validaron en un rango de 18 a 20 quintales por hectárea de soja en un ambiente de altísima competencia.
“Muchos productores agrícolas están preocupados porque temen que con los alquileres se genere una nueva bola de nieve que termine perjudicando la sustentabilidad de las empresas”, indica Sebastián Villena, asesor del CREA Pergamino.
Con la zona núcleo súper demandada, grandes operadores comenzaron a buscar otras zonas para expandirse. En la zona oeste bonaerense -desde Lincoln hasta Pehuajó y 9 de Julio-, campos que el año pasado se alquilaron en rangos de 10 a 12 quintales por hectárea de soja este año se renegociaron en 15 a 17 quintales por hectárea.
En la zona de Trenque Lauquen -destaca el informe-, campos que el año pasado se arrendaron entre 4,5 y 7 qq/ha de soja este año se renegociaron en un rango de 8 a 11 qq/ha, según la escala del campo, la calidad del suelo y la historia de manejo.
“Es un error estratégico aumentar costos frente a un ciclo con pronóstico La Niña, en que los riesgos se multiplican. Si se acepta convalidar aumentos desproporcionados de arrendamientos, adelante, pero que no haya quejas si luego se registran pérdidas igualmente desproporcionadas”, advierte Miguel García Fuentes, empresario integrante del CREA Monte Buey-Inriville.
La mayor parte de los grandes operadores tiene protocolizado como moneda de pago el valor de la soja de la campaña en curso (que este año corresponde al contrato Soja Rosario Mayo 2017 del Matba). Por lo general, los pagos contemplan tres o cuatro cuotas (por adelantado, en el transcurso del ciclo y en cosecha).
“El año pasado tuvimos una campaña muy mala, y si ahora, en lugar de recuperar lo perdido tenemos que comprometer recursos para sembrar la siguiente, entonces el sector va camino a asumir nuevamente niveles de riesgo que no se corresponden con la dinámica del negocio agrícola”, explica Santiago Carnero, del Grupo Velay.
Los modelos productivos ya no cuentan con la competitividad registrada durante el auge agrícola de la década pasada. Los costos son otros y también la recurrencia de los golpes climáticos.
“A la zona ya llegó el yuyo colorado y eso va a representar un costo adicional de control de malezas de al menos 35-40 dólares por hectárea", indica Adrián Rovea, asesor del CREA Ascensión en Santa Fe. “Si a eso le sumamos alquileres elevados, el rinde de indiferencia de la soja de primera crecería hasta un nivel muy riesgoso para las empresas”, añade.