Hay un lado oscuro en la cultura futbolera de todos los tiempos, en cualquier espacio del mundo en el que se practique este deporte y en toda época, también: la manipulación previa a un partido determinado para que el resultado entre los dos equipos esté condicionado a lo que se pactó previamente de manera espúrea. En la Argentina se lo llama “arreglo”; en España, “amaño”.
La sucesión de hechos vinculados a la sospecha integran una historia negra que se ha mantenido desde siempre, inclusive durante el amateurismo de principio del siglo pasado. “Tal o cual jugador se vendió o va a menos” se suele escuchar en un susurro que luego multiplica su potencia sonora a través de los hechos. Y sobrevienen denuncias con una base de sustentación endeble, coaccionadas por el “silenzio stampa” de quienes se hallan involucrados directa o indirectamente, pero que temen por las consecuencias.
Durante la semana pasada, ganaron el centro de la escena dos episodios que volvieron a ubicar al fútbol argentino como epicentro del escándalo. Apenas un par de eslabones de una misma cadena de corrupción, pero no los únicos, lamentablemente.
En el primero de los casos, el ex árbitro Javier Collado denunció en el programa “Sportia” (TyC Sports) que en Colón (1) Racing (0) hubo un arreglo y que uno de sus asistentes estuvo directamente involucrado. En ese partido, disputado en Santa Fe durante 2008, el que perdía iba a tener que jugar la Promoción por la permanencia y el empate favorecía al “Sabalero”. El único gol llegó en el segundo minuto de descuento del segundo tiempo, por intermedio de Germán Rivarola, para el local.
Según el árbitro denunciante, hubo dos jugadas clave: un supuesto penal a Maxi Moralez y un gol legítimo que fuera anulado a Marcos Cáceres, ambos de los de Avellaneda. “El asistente jugó para los dos lados”, dijo escuetamente el ex juez. Así, la “Academia” debió jugarse la categoría ante Belgrano y finalmente logró seguir en Primera.
En el segundo de los hechos, el presidente del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, Jorge Rizzo, además socio de Independiente de Avellaneda, junto con Gastón Bevilacqua (también asociado al mismo club) presentaron una denuncia contra dirigentes de Racing, Quilmes y la AFA por – presuntamente – haber arreglado el partido que disputaron en mayo de 2013 con la intención de perjudicar al “Rojo” y contribuir a que descendiera de categoría.
El “Cervecero” ganó 1-0, por la 16ta. fecha del Final. Hasta en las redes sociales, simpatizantes “académicos” fomentaron que su propio equipo jugara a desgano para facilitar que su tradicional adversario se mantuviera en zona de descenso.
Los denunciantes solicitaron que sean citados a prestar declaración indagatoria los presidentes de AFA (Julio Grondona), de Racing (en ese entonces, Gastón Cogorno) y de Quilmes (Aníbal Fernández) al igual que el ex DT “académico” Luis Zubeldía. La Cámara del Crimen resolvió que el juez de Instrucción Omar Peralta y el fiscal Martín Mainardi sean quienes lleven adelante la investigación judicial. Inclusive, el presidente de Independiente, Javier Cantero, fue taxativo con sus declaraciones tras ese partido: “Racing jugó para atrás, jugaron para perder”.
Lejos de enfocarse sólo en nuestro país, el problema no reconoce frontera alguna. Es más, en lo que va de este siglo, se registraron dos escándalos sin límite, uno en Italia y el otro, más reciente, en el territorio asiático. En sendos casos, las investigaciones a fondo lograron resultados escalofriantes, aunque para más de un especialista en el tema se haya tratado sólo de un porcentaje mínimo y no de una solución definitiva.
El primero de los casos fue denominado “Calciopoli” y se registró durante 2005 y 2006, con fraudes en la liga italiana que derivaron en sanciones ejemplificadores sin medir el peso institucional, por ejemplo Juventus y Milan, además de Fiorentina, Lazio y Reggina. La acusación que pesó sobre los cinco clubes fue que formaban parte de una organización que se dedicaba a digitar la designación de árbitros para que recayera en aquellos jueces que pudieran favorecer a los respectivos equipos en partidos clave del Calcio. Así, quedaron en la mira el director general de la Juventus, Luciano Moggi y su administrador delegado, Antonio Giraudo.
El hecho salió a luz previo a la disputa del Mundial 2006, cuando se difundieron escuchas telefónicas entre dirigentes de las entidades involucradas y las cabezas principales de la dirección del arbitraje itálico solicitando favores ilegales. La fiscalía ordenó investigar a los clubes y hasta quedó salpicado Máximo de Santis, el árbitro elegido para representar a Italia en el Mundial de Alemania. El papel de la prensa fue clave para agilizar las investigaciones, a través de publicaciones continuas en La Gazzetta dello Sport, Tuttosport, La Repubblica e Il Corriere della Sera, todos medios de gran influencia en la comunidad.
Previo a la gran final del Mundial 2006 entre Italia y Francia, finalmente ganada por el “azzurri”, la propia Federación Italia de Fútbol (FIGC) dio su veredicto: Juventus fue despojado de los dos últimos títulos (2004/2005 y 2005/2006) y fue descendido a la Serie B con 30 puntos de penalización; Milan perdió 15 puntos y debió jugar la ronda preliminar de la Champions; Florentina descendió a la Serie B y se le descontaron 12 puntos; Lazio perdió 30 puntos.
Como los clubes apelaron, la sanción definitiva llegó tres meses después: Juventus mantuvo las sanciones pero se le redujo de 30 a 9 puntos la penalización para jugar en la Serie B; Milan resignó 8 puntos, Florentina, 15; Reggina, 11 y Lazio, 3. Además, Moggi y Giraudo estuvieron 5 años suspendidos y el árbitro De Santis, 4 años sin dirigir.
Más recientemente, en 2011, una red de apuestas futbolísticas, con epicentro en Singapur, fue puesta en evidencia por la Europol (policía europea). La investigación fue realizada en 13 países con 380 partidos que se disputaron en el período 2009/2011. De acuerdo con la pesquisa, por los menos 150 encuentros fueron arreglados en ligas tales como las de Alemania, Inglaterra, Holanda, Croacia, Hungría, Eslovenia, Austria y Turquía, además de juegos por eliminatorias mundialistas y Champions. Cada soborno alcanzaba un promedio de 100.000 euros y alcanzaron a 425 personas.
Inclusive, el alcance de la investigación llegó hasta nuestro país, a partir del partido Argentina 1 Bolivia 0 del Sub 20, en 2010, en Córdoba, cuando el árbitro Lengyel Kolos (húngaro) marcó un penal para el albiceleste en el minuto 10 de descuento del segundo tiempo, convertido por Sergio Araujo.
Las sospechas también alcanzaron al Mundial 2014 cuando se realizó el sorteo, en diciembre pasado. El cuestionado fue el secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, cuando abría los bolillos y luego ocultaba sus manos detrás del atril para después sacar el papel con el nombre de los participantes. Sin embargo, las dudas parecieron un reflejo de paranoia y se disiparon de inmediato. Igual, demasiados antecedentes en contra alimentan las suspicacias. Quienes así lo han hecho parecieron haber tenido en cuenta el refrán popular: “Cuando el río suena…”.