Pero algo que une a la mayoría de los diseñadores es la obligación de prestar atención a cada uno de los detalles que componen un proyecto; ya sea el material que recubre la fachada, la unión entre los pisos, cómo se abren las puertas, el tipo de marco, la elección de moldajes para el hormigonado, y muchas otras opciones. Pero un detalle que suele pasar desapercibido para la mayoría (y que marca una gran diferencia en el aspecto de los proyectos de interiores) son las molduras, también llamadas zócalos o rodapiés.
La unión entre las paredes y el piso es un lugar altamente expuesto a la acumulación de suciedad, humedad y golpes, como zapatos, sillas, escobas y aspiradoras. Casi siempre, también se trata del encuentro de dos materiales diferentes. Las molduras tienen la función de proteger la zona y aportar con un acabado. Además de la función estética y funcional, algunos modelos pueden ir más allá, ocultando el cableado eléctrico, o incluso las tuberías para la calefacción de los espacios. En el ámbito hospitalario, por ejemplo, este es un lugar que debería recibir mucha atención. En ambientes de cuidados intensivos y quirófanos, es fundamental que los zócalos permitan una limpieza completa, para evitar cualquier tipo de proliferación de hongos y bacterias. En este caso, deben seguirse las normativas locales específicas. Sin embargo, en general, a la hora de elegir este detalle en proyectos, existen cuatro opciones principales:
Molduras superpuestas o convencionales
Es el tipo más común, el más fácil de instalar, generalmente pegado o clavado a la pared. Cuando el acabado del suelo o pared no está tan bien hecho, esta puede ser la opción más adecuada para dar un mejor aspecto al conjunto.
La madera es el material más tradicional. Pero actualmente existen molduras de MDF, aluminio, PVC e incluso poliestireno expandido reciclado. Las opciones de perfil son muchas, desde las más elaboradas hasta las más sobrias. Al sobresalir de la pared, es posible que acumulen algo de suciedad.
Molduras embutidas
A diferencia de la superposición, la moldura embutida queda al ras de la pared, sin proyección. Por tanto, cumple la función del rodapié sin la acumulación de suciedad y permite un acabado más minimalista. Su instalación, sin embargo, requiere una mano de obra más cuidadosa y un detalle más preciso durante la etapa de diseño.
Moldura invertida o flotante
La moldura invertida o flotante crea un negativo en la unión entre el piso y la pared, dando la impresión de que el muro está flotando. Para lograr este efecto, se suele instalar un perfil de aluminio, que se puede pintar posteriormente. Hay casos en los que el nicho se pinta de negro para resaltar aún más el efecto de “suspensión” de la pared.
Sin moldura
La opción más sobria es, por supuesto, no utilizar ninguna moldura. Esta es una opción cada vez más común, pero requiere de un acabado de paredes y pisos extremadamente bien hecho. En cualquier caso, es muy importante que esto se destaque en las especificaciones del proyecto y que se discuta con la mano de obra responsable.
Las molduras son detalles extremadamente importantes para componer un espacio interior, aunque a menudo se descuida. Cuando se eligen correctamente, teniendo en cuenta las exigencias del espacio, pueden contribuir positivamente a mejorar el medio ambiente, y las opciones son múltiples.
Fuente: Plataforma Arquitectura