El establecimiento fue construido durante el periodo de gestiones radical-lencinistas, que gobernaron Mendoza entre 1918 y 1930, aunque interrumpidas por intervenciones federales. Primero gobernó José Néstor Lencinas (1918-1920), luego su hijo Carlos Washington (1922-1924), y, finalmente, Alejandro Orfila (1926-1928).
El continuo recambio de autoridades durante ese tiempo dificultó que se concretaran las propuestas gubernamentales. No obstante, los dirigentes criticaron a la administración anterior, alegando que gobernaba para su propio beneficio. Propusieron entonces modificaciones del sistema y sancionaron una serie de medidas destinadas a reconocer derechos a la población. El discurso antioligárquico que postulaban, y el contacto con las masas se tradujeron en la sanción de diversos derechos sociales, algunos pioneros a nivel nacional. Fue durante la gestión de José Néstor Lencinas que se aprobó la primera Ley de Jubilaciones para los empleados públicos provinciales y se sancionó la Ley 732, que estableció la jornada máxima de ocho horas y fijó un sueldo mínimo. Por otro lado, se avanzó en la organización y reglamentación de derechos laborales al crear en 1918 la Inspección General del Trabajo (Ley 731), luego denominada Departamento Provincial del Trabajo.
La construcción del albergue para jubilados y pensionados fue parte de las políticas sociales implementadas durante el periodo. Este hogar fue edificado por iniciativa de la Caja Obrera para la pensión de la vejez e invalidez, una institución que había surgido mediante una ley sancionada durante la gobernación de Carlos Washington Lencinas (Ley 854, de 1923). La misma acordaba una pensión a toda persona de más de 65 años que no dispusiera de rentas o jubilación; y a quienes por motivos que no fueran accidentes de trabajo quedaran imposibilitados de cumplir una actividad laboral. Se financiaba con nuevos impuestos, denominados de Previsión Social.
La institución, además de garantizar la pensión para ancianos e inválidos, se ocupó de la vivienda de éstos. La dirección de la Caja propuso la construcción del albergue, y mediante un decreto del Poder Ejecutivo se autorizó a invertir dinero.
En la argumentación de la iniciativa, el directorio de la Caja Obrera, de la cual era presidente José Hipólito Lencinas, alegaba que era necesario encontrar una solución al problema habitacional de los pensionados, quienes se veían acuciados por altos alquileres de los dueños de conventillos. En notas periodísticas de la época se elogiaba la iniciativa, ya que pretendía “solucionar la situación afligente de los referidos pensionados, proporcionándoles casas baratas, cómodas e higiénicas” (Los Andes, 7/3/1927).
La edificación se encargó al ingeniero don Segismundo Klot, quien realizó los proyectos y planos.
El albergue fue construido sobre la calle Boulogne Sur Mer frente al parque, con cemento armado y de estilo colonial. Si bien en el proyecto estaba previsto proporcionar 100 habitaciones, en octubre de 1928 se inauguraron sólo 60 piezas. Las habitaciones estaban totalmente equipadas. Cada pieza estaba dotada con una cocinita para el uso del ocupante de aquella. Los servicios higiénicos eran comunes para cada pabellón: baños, wáter closet, entre otros. Años después se fueron inaugurando las habitaciones restantes.
La administración, vigilancia y aseo del lugar se dejaron a cargo de la Caja Obrera. El alquiler quedó estipulado en $6 mensuales y los pensionados cobraban alrededor de $50. El monto de alquiler establecido era mucho menor al abonado en las pensiones o conventillos privados, que llegaban a cobrarles $24 mensuales, según se detalla en publicaciones periodísticas de esa época. Hubo entonces una importante mejora en la relación asignación/ gasto mensual de los pensionados. Para la ocupación de las piezas se estableció un registro de solicitudes.
El conjunto habitacional fue inaugurado por las autoridades de la provincia el 11 de octubre de 1928.
De esa manera, se concretó una solución al problema habitacional de los ancianos e inválidos que no contaban con recursos económicos, ni con familiares que pudieran atenderlos.
Posteriormente se llamó al hogar “Santa Marta”. Hoy en día, 95 años después de su inauguración, el establecimiento continúa proporcionando vivienda. Es el asilo más grande de la provincia de Mendoza y tiene la capacidad de albergar 120 adultos mayores de 60 años. En la actualidad residen alrededor de setenta personas. Éstos no tienen casa propia, redes familiares o sociales y se encuentran en situación de vulnerabilidad socioeconómica; y/o por su grado de invalidez, requieren cuidados en forma permanente.
El hogar cuenta con un equipo interdisciplinario de profesionales compuesto por servicio médico, enfermería, kinesiología, odontología, trabajo social, psicología, psiquiatría, nutrición, podología y auxiliares gerontológicos. Además, ofrece los servicios de cocina, lavandería, ropería, área recreativa y limpieza.
*La autora es Dra. en Historia, Grupo Historia y Conservación Patrimonial, INCIHUSA, CONICET