En el marco de la designación de la Ciudad de Avellaneda como Capital Nacional del Fútbol, el concurso fue auspiciado por la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos (FADEA) y su objetivo se centró en interpretar las lógicas del par parque/museo a partir de propuestas con enfoques innovadores haciendo un aporte significativo en la construcción del paisaje cultural de la ciudad. Se otorgaron tres premios y una serie de menciones honoríficas sin orden de mérito.
El jurado otorgó el primer premio a los autores arquitectos Diego Ernesto Abramzon, Martín Mastrantonio, Mauricio Di Candia, Luisina Bartolucci y Juan Dillon (Estudio Abramzon). El equipo de proyecto estuvo conformado por Lautaro Fernández Romero, Bárbara Rodowicz, Juan Griffi y Candela Perea, mientras que sus colaboradores fueron Nicolás Oro, Belén Britos, Julia Álvarez, Daniela Venezia, Débora Luna, Celina Weidmann y Carolina Zunino.
Memoria enviada por los autores
La preexistencia habla de una playa ferroviaria, con sus galpones y vías, habla de estadios en el paisaje que definen la identidad de un barrio, habla de viviendas y de límites urbanos. Es la voluntad del proyecto entender la preexistencia como una oportunidad, y no como un impedimento, de sentar el precedente de que hay valor en el tiempo, en lo que fue y en lo que puede ser.
El proyecto se desarrolla respetando los dos galpones existentes, y generando un tercer elemento, el museo, como pieza de conexión entre ambos. Se aprovecha el edificio sur para proponer el mercado y el norte se convierte en el contenedor del auditorio, siendo el tercer edificio, el museo, el nexo entre ambos. Además, se propone la unión entre ambos mediante una cubierta generando así el punto estratégico de encuentro pertinente a la escala del parque. De esta manera, se quiere mantener la identidad del lugar dando espacio a las nuevas funciones, modernizando la plaza y, sobre todo, permitiendo que las necesidades proyectuales futuras se sigan acoplando al proyecto al evitar que el museo sea un hito único e inalterable en el tiempo.
El museo toma la volumetría de sus linderos para ser el nexo entre ambos, pero se deconstruye interiormente para ser la pieza única y necesariamente distinta del conjunto. Esta deconstrucción se plantea mediante una planta libre donde la planta baja es funcional encontrándose el programa de apoyo y la administración dándole respuesta a la escala de ese sector.
El hall central da a conocer la flexibilidad del espacio, donde la circulación interior toma un rol protagonista dentro de la obra, permitiendo la oportunidad de distintos recorridos ofreciendo al usuario la posibilidad de armar su propia experiencia. Las exposiciones se plantean como un espacio abierto, alejándose de la concepción clásica de salas y proponiendo distintas situaciones de alturas y vistas en los diferentes niveles.
Esta dicotomía entre la volumetría exterior y la resolución interior es propuesta para aportarle al museo un recorrido sensorial único de su clase, donde uno descubre distintos lugares de alturas variadas mientras recorre una planta libre lista para recibir cualquier tipo de exposición.
Fuente: Plataforma Arquitectura