Por Arq. María Florencia Oña La Micela
En los distintos espacios o en los intersticios, la luz es un elemento arquitectónico trascendente que logra, por sí misma, dotar de significación los lugares tanto para hacerlos habitables como para transformar las obras en templos para la espiritualidad. Un repaso sobre la potencia de este simple recurso.
"La arquitectura cobra un valor sustancialmente trascendente cuando utiliza la luz como parte del diseño de un modo central." En este sentido, la relación estructural entre la gravedad y la luz ha sido un tema recurrente en las historia de grandes obras maestras como, por ejemplo, el Pantheon de Roma o Stonehenge, en Inglaterra.
Para comenzar a hablar sobre este terma, es importante hacer una introducción a conceptos relacionados con la luz, la gravedad y la materia. La concepción espacial se expresa con preponderancia frente a los muros: éstos resisten los efectos de la gravedad y abren paso a la luz enmarcando una porción en el espacio de luminosidad solar.
De este modo, se esboza el concepto de luz estructural; un tema arquitectónico de vital importancia que se refiere -al mismo tiempo- al espacio libre entre dos apoyos y a la luz que ocupa ese lugar intermedio. Donde hay materia, en tanto, se manifiesta el peso de la misma, impidiendo la penetración del sol. Mientras que donde el cuerpo deja paso al rayo de luz, desaparece el peso dando importancia a la misma.
El templo dedicado a todos los dioses finalizado en 27 a.C., reconstruido en el 120 d. C. -el Pantheon en Roma- es un ejemplo claro. El edificio se encuentra dividido en dos partes bien diferenciadas: un pórtico separado en tres naves por columnas. Una estructura conformada por un espacio circular de 40 metros de diámetro donde se adosan capillas rectangulares y semicirculares separadas por ambientes llenos que conforman la estructura.
La nave central cilíndrica se cubre con una cúpula de casetones para aligerar el peso de la estructura, produciendo a la vez un efecto de perspectiva al irse haciendo más pequeños en altura. El muro de la cúpula va perdiendo espesor según va ascendiendo y acercando al gran óculo central de 9 metros de diámetro siendo ésta la única abertura de la construcción que genera una luz cenital que se mueve al cabo del día, lo que otorga al espacio una luz suave, con carácter y contundencia.
Se demuestra así la abstracción de la gravedad y la levedad de la luz en la estructuración del espacio interior, conformando un espacio único de grandiosidad elocuente. Majestuoso, donde el tiempo es capaz de detenerse, el individuo se ve sumergido en un ámbito donde se puede manifestar la grandeza y es capaz de emocionar hasta las lágrimas.
MÍSTICA Y DRAMÁTICA
Eero Saarinen es un arquitecto renombrado del Siglo XX, reconocido por sus sueños dinámicos de formas fluidas. La capilla en el MIT, tiene una tipología diferente. La misma se completó en el 1955 y es un espacio cilíndrico simple el cual conforma un ámbito complejo y místico. El diseño simple es resaltado por el uso dramático de la luz con el fin de despertar la espiritualidad en el visitante.
La capilla intenta ser, más que un edificio religioso, uno cuyo fin es lograr un espacio de silencio, soledad y reflexión personal. Se ubica en un área del campus, donde el volumen carente de ventanas se posa como un simple objeto. Al entrar a la capilla, uno es transportado a un espacio completamente inesperado, de cualidades ambientales atmosféricas acompañadas con el buen uso de la luz natural.
La luminosidad, como materia, es utilizada con mayor frecuencia en espacios de gran significación donde la necesidad de lograr un efecto trascendente es prioritario. Siendo posible de igual modo la utilización en espacios de características habitables y de uso cotidiano o un ámbito en el cual sea capaz de constituir nuestro propio santuario.
La luz en la materia genera el espacio habitable. La experimentación de la misma en la búsqueda de significación en el diseño del ambiente que el hombre transitará da espacios de calidad notable.
En síntesis, la luz como recurso exalta y brinda emoción a la forma. Modela a través de las sombras proyectadas, enmarcando la belleza y el color de los formatos. La luz es sinónimo de vida. Sin ella todo es ausencia y negación. Dar a la arquitectura la iluminación adecuada da fuerza a los volúmenes, imprime y realza las texturas, da valores y es capaz -casi por sí misma- de dotar de significación un espacio.
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