Revalorizar el sistema vial andino o Camino del Inca, comenta Christian Vitry, antropólogo y arqueólogo salteño que hoy diserta en la provincia, sirve como un pretexto para conocer las civilizaciones que los precedieron.
Esto, ya que la rápida expansión del imperio incaico, desde Colombia hasta Argentina, en poco más de 100 años, resultó posible gracias a los desarrollos de cada una de esas culturas locales. Asimismo, consideró que se debería revisar la importancia que se le da a las poblaciones pre-hispánicas en la currícula educativa.
Vitry es el coordinador del Programa Qhapaq Ñan Salta y se sumó al equipo desde el primer momento, en 2003. Dos años antes, Perú había tomado la iniciativa de inscribir al Camino del Inca en una lista de nominaciones de la Unesco para la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad.
Luego, invitó a los restantes países que vincula el trazado -Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador- a sumarse a la propuesta. Un año después, los cinco habían firmado su adhesión y poco después comenzó el trabajo en conjunto.
El arqueólogo destaca que, en los 41 años que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura lleva haciendo los nombramientos, es la primera vez que seis países presentan un expediente común. Y si bien esto no tenía precedentes, también requirió una compleja labor de coordinación para unificar las metodologías de relevamiento y registro de los sitios arqueológicos.
Sin embargo, Vitry resalta que precisamente fue el considerar el sistema vial andino en su conjunto lo que permitió que llegara la declaratoria, por unanimidad, en junio del año pasado. Es que cada hito en sí mismo no hubiera logrado el reconocimiento, pero sí cuando se toma en consideración que es parte de una red de caminos que alcanzó los 40 mil kilómetros de extensión total.
El especialista plantea que el hecho de que se hable del sistema vial incaico no implica que se desconozca que se trató de un imperio que avasalló a las poblaciones que estaban antes en el territorio. Por el contrario, señala que la expansión de este régimen se fundó en lo que existía previamente: el comercio, la agricultura, la minería, las técnicas que ya habían desarrollado los habitantes originarios.
Esto, al punto que el mismo Camino del Inca utiliza muchos senderos que ya había, pero los incas los mejoraron y dotaron de infraestructura. Así, en los lugares donde se producían anegamientos, recurrieron al empedrado y a sistemas de canalizaciones para desviar el agua; en los que había mucha inclinación en terreno, hacían un trazado en zig zag para reducir la pendiente.
Por otra parte, fueron construyendo tambos (alojamientos y depósitos de comida para las personas y los animales, ropa, armas y otros elementos necesarios) cada 20 a 25 kilómetros, ya que era la distancia que podía recorrer una llama cargada en una jornada.
Y también levantaron chaquihuasis -casas para los chasquis o mensajeros a pie- cada 2 a 6 kilómetros, debido a que esto era lo que podía caminar una persona por día, de acuerdo a la dificultad del camino.
Christian Vitry también indicó que esta revalorización de las civilizaciones pre-hispánicas, en un contexto en el que se está adoptando otra mirada de la colonización, podría traducirse en otra relevancia en los programas de estudio. Esto, porque los habitantes originarios apenas reciben atención cuando se lo compara con la historia a partir de la llegada de los españoles.
En la Argentina, este Qhapaq Ñan o Camino Principal Andino atraviesa siete provincias: Catamarca, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Salta, San Juan y Tucumán. En Mendoza, la más austral de todo el trayecto, recorre unos 60 kilómetros y une Yalguaraz, Tambillos, Tambillitos, Ranchillos, Puente del Inca, Penitentes y Confluencia (en el cerro Aconcagua).