“Se puede tener, en lo más profundo del alma, un corazón cálido y, sin embargo, puede que nadie acuda jamás a acogerse a él” dijo en algún momento de su corta vida Vincent Van Gogh y, tras observar la potencia de sus trazos, inmiscuirse en sus simbolismos, en los vibrantes colores. En la profundidad de sus cartas, se comprende su soledad, su búsqueda, y también su “huida” a Arlés.
Terraza de Café en la noche, también conocida como La Terraza del café de la Place du Forum, es una pintura al óleo de vivos tonos realizada en esta pequeña ciudad en setiembre de 1888.
Los que lleguen al pueblo francés pueden trasladarse a los días de Vincent, y pararse en esa esquina noreste de la Place du Forum, emulando su mirada, desde el mismo sitio en el que el genio colocó su caballete, ya que prefirió realizar esa obra en la noche, bajo la luz artificial del café y el brillo de las estrellas. Sin embargo no se puede ver la pintura, ya que se encuentra actualmente en el Museo Kröller-Müller de Otterlo, en los Países Bajos.
Esta semana, el 29, se cumplieron 125 años de la muerte del artista holandés, que dejó este mundo en forma trágica, que nunca vendió un cuadro en vida, aunque los críticos y sus colegas ya lo reconocían como alguien que estaba fuera de cualquier formato previo a su deceso.
Su legado sin embargo dejó una huella indeleble en el arte moderno mundial, tal es así que sus más de 800 cuadros se comercializan en varios millones de dólares cada uno. La relación con su hermano Theo, y las cartas que fluían entre ellos, ayudaron a perfilar en sus seguidores la mente perturbada de Vincent, sus inquietudes viscerales, su visión de la sociedad.
Sobre “Terraza de un café en la noche”, Van Gogh escribió: “En la terraza hay pequeñas figuras de personas bebiendo. (…). Me divierte enormemente pintar la noche justo en el lugar. Normalmente, uno dibuja y pinta durante el día después sobre el boceto. Pero me gusta pintar la cosa inmediatamente.
Es cierto que en la oscuridad puedo tomar un azul para un verde, una lila azul para una lila rosa, ya que es difícil distinguir la calidad del tono. Pero es la única manera de escapar de nuestra noche convencional con poca luz blanquecina pálida, mientras que incluso una simple vela ya nos proporciona el más rico de amarillos y naranjas”.
Sobre Arlés
La ciudad de Arlés es conocida desde la antigüedad, ubicada en el corredor que une la península itálica e ibérica. Fue de gran relevancia durante el Imperio Romano. El anfiteatro y el foro y entre otras ruinas de aquellos días, pueden verse aún en los nuestros.
Después el cristianismo se apoderó de la fisonomía citadina. Las invasiones, más tarde, junto con las pestes de la alta Edad Media, empobrecerían la ciudad. Siglos después las murallas la transformaron en fortaleza. Estas huellas también perviven. En el XVII y XVIII palacios y palacetes renovaron la urbe que forma parte del patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Pero la pintura es la que quizá le dio mayor relevancia incluso hasta nuestros días, de la mano de los impresionistas y vanguardistas de finales del XIX y principios del XX. Van Gogh, Picasso, entre otros, forman parte de su historia y esas obras son “huella y testimonio de esa luz y ese calor mediterráneo y sureño que les encandiló”.
Nadie como Vincent supo pintar la luminosidad del sur. Es precisamente la luz del Midi, del sur, la que atrajo un día de 1888, al pintor holandés en su búsqueda de luz exterior e interior para sus cuadros. Esa fecha marca el comienzo de una época frenética cuando el artista pintó más de 300 obras en sólo 15 meses.
Éste fue su período más productivo aunque hoy, ninguna de sus telas se encuentre en la ciudad. Los cuadros Arlés bajo la nieve o el sol resplandeciente de la primavera, la orilla del mar, vista al Ródano, los canales, las gentes trabajando, la ciudad de día y de noche, trascendieron en sus pinceladas.
De hecho, hay un circuito que permite observar los lugares desde donde Van Gogh realizó sus obras. Al menos 10 sitios se encuentran señalizados: la plaza del Forum para Le café le soir; el puente de Trinquetaille; el muelle del Ródano (quai du Rhône) para nuit étoilée; la plaza Lamartine para la maison jaune; el patio del Espace Van-Gogh para (Le) jardin de la maison de santé; y la carretera a lo largo del canal de Arlés a Bouc para las Lavanderas. El anfiteatro y la necrópolis de Alycamps aparecen en varios de sus cuadros.
Claro que toda la city lo homenajea y se vale de él también. Entonces souvenirs de todo tipo -desde libros, imanes, tazas, remeras, lápices, pastillas, etc.- llevan sus obras impresas.
Pero no se sorprenda si además ve obras de otros famosos. Vincent atrajo a Gauguin quien le dio vida a la Arlésienne en costume. Picasso, amante de las corridas de toros, visitaba la urbe con frecuencia. Picasso dona en 1971, 57 dibujos a la ciudad, testimoniando su amor particular hacia Arlés.
Qué hacer
El sur de Francia se disfruta en las terrazas de los cafés, como los del Boulevard des Lices. El mercado del sábado también es un clásico de la zona y uno de los que mejor pintan la Provence. A lo largo de dos kilómetros los mejores productos de la región entre frutas, legumbres, quesos, flores, especias, carnes y pescados, miel, quesos, tejidos, y también ropa y calzado. Entre las artesanías: los tejidos llamados "indios". La tradición proviene de la India en el siglo XVIII, hechos de algodón provenzal y teñidos de vivos colores, son típicos como la cerámica pintada a mano.
El barrio de La Roquette, de pasado oscuro, revive como un polo para noveles negocios y restaurantes. El polo cultural creado por el editor Hubert Nyssen, es otro atractivo. La Editorial Actes du Sud tiene su base en Arlés y además de editar a los grandes, creó un espacio -Le Mejan, situado en la literaria plaza Berberova- donde combina libros, restaurantes, salas de exposiciones y hasta un hamman. No hay cuadros, pero sí un espacio dedicado al pintor.
El antiguo hospital del siglo XVI se convirtió en centro cultural dedicado al pintor holandés. Con dos pisos y un amplio patio porticado, el interior del edificio está ocupado por un jardín francés con parterres repletos de flores. Fue a este hospital a donde trajeron a Van Gogh cuando se mutiló una de sus orejas.
Sobre los sabores la tapenade, las tellines y la anchoïade son indescriptibles como el queso de cabra. La carne de toro que campan libres en muchos de los terrenos de la Camargue, es muy preciada. La fleur de sal, flor de sal extraída con sumo cuidado de las salinas de la Camargue, es una de las exquisiteces de la región. Entre las tradiciones culinarias, el salchichón de Arlés se empieza a fabricar en el siglo XVII, basándose en una receta árabe, que combina carne de cerdo y vaca, especias y hierbas de Provenza y también vino tinto.
Más para disfrutar
Sobre Vincent: Hijo de un pastor protestante de la provincia de Brabante, del sur de Holanda, recorriendo su país, el Reino Unido, Bélgica y Francia. Trabajó en el comercio de arte, como maestro, vendedor de libros y predicador hasta que, finalmente, a los 27 años, se dedicó a la pintura. Su vida acabó sólo diez años después en Auvers-sur-Oise, cerca de París.
Para visitar: Museo Van Gogh de Amsterdam.
Para leer: El suicidado de la sociedad, Antonin Artaud (Van Gogh, le suicidé de la ciciété, 1968 y 1998, Guallimard, París. 1998, Editorial Argonuta, Buenos Aires.