De hacha y tiza. No hubo conceptos ni sutilezas. Argentino debió batallar a lo largo de los 90’ para imponerse por la mínima diferencia ante un Palmira desconocido, sin juego ni poder ofensivo.
El único gol llegó de la cabeza de Juan Paulo Suraci. Antes y después, sobraron roces, pierna fuerte y pelotazos. Nadie se hizo dueño de la redonda.
Revolearla pareció la más cómoda solución frente a la presión rival y así sufrieron (sufrimos) quienes estuvimos presentes en el estadio Mauricio Serra.
Al Boli le alcanzó con orden para ser más que su rival. La posesión se repartió en lanzamientos sin sentido y prevaleció quien tuvo más eficacia frente a la valla rival.
Lo que falló en el inicio el Jarillero, lo aprovechó el local antes de los 20’. Arriba fue Suraci a buscar ese centro de Lucero, Constantini no llegó y Videla nada pudo hacer para impedir el cabezazo del “9”. Argentino no había sido más que el visitante, pero su oportunismo frente a la valla lo ponían en el lugar que quería estar.
De ahí en más, el partido se rompió. Pierna fuerte, discusiones, desaciertos y demasiada imprecisión en el visitante fueron parte del juego. Argentino supo cómo y dónde presionar.
El once del Huevo Castro jamás leyó cómo resolver ese inconveniente. Sin salida por los costados, intentó ir, “tozudamente” por adentro. Obvio, no tuvo éxito.
Encima Andino no sancionó penal de Poblete sobre Villaseca en el arranque del complemento y la esperanza se fue desvaneciendo con el correr de los minutos frente a la solidez que mostraba la última línea local.
De contra, Argentino tuvo algunas chances como para aumentar la diferencia, pero entre la impericia de los definidores de ocasión y las buenas atajadas de Videla, no fue posible.
Palmira terminó siendo un equipo largo, con sus delanteros ahogados entre volantes y defensores rivales y sin un conductor.
Gran triunfo de Argentino en el retorno a la categoría. Le sobró con un momento de lucidez y dejó a Palmira lleno de dudas.
Alegría de un lado, bronca del otro
Las caras lo decían todo. De un lado había felicidad por los tres puntos (aunque sin demasiada euforia). Del otro, bronca y decepción por el pésimo arranque.
“Era vital para nosotros arrancar de esta manera. Ahora estamos viendo los frutos del trabajo iniciado hace dos meses. Enfrentamos un rival durísimo y nos vamos contentos por el triunfo”, dijo Sebastián Cloquell, el DT académico.
“No hubo diferencias en el juego, aprovecharon la única que tuvieron. Teníamos otro partido en mente. Queríamos que Zapata se encargara de la creación de juego, pero no estuvo en una buena tarde y otros jugadores tampoco aparecieron”, se sinceró Gustavo Castro, el DT jarillero.