Al argentino le gusta mucho el espumante. Viene de los tiempos de las vacas gordas, que hizo que muchos argentinos viajaran a Francia y se hicieran aficionados al champán. Después, el tango se encargó de popularizar el consumo.
De la misma manera, el tango siempre despreció al semillón como vino ordinario, algo de lo que le cuesta recuperarse, a pesar de su calidad actual. Con el espumante pasó lo opuesto. Eso sí: el mercado de los espumosos no es fácil. Los consumidores suelen ser fieles a sus marcas, porque prefieren lo conocido que arriesgarse a lo desconocido, muchas veces de mala calidad.
Por eso, lo importante es mejorar entre todos. Cuanto mejor calidad logremos en los espumantes argentinos más conocidos serán en el mundo, más se consumirán, más se venderán y más ganaremos todos. Pero la calidad es conveniente que vaya de la mano de precios que se paguen.
No hacer pocos vinos a precios muy altos y ganar mucho por botella, sino vender todo lo que hacemos, apuntando a un crecimiento importante en los próximos años. Un buen espumante es el que le gusta a uno, y cada época tuvo sus gustos. Hoy las preferencias cambiaron respecto de hace unos años, son otras, diferentes por influencia de la masificación de la gaseosa. Hoy atraen más los espumosos de sabores dulces, frescos, frutados y perfumados.
Aunque para muchos esto es una depravación, no tiene sentido pensarlo así. Los espumantes con menor tiempo de maduración y contactos sobre borras son más adecuados para estos nuevos paladares.
Al tratarse de una bebida festiva, el espumoso tiende a consumirse en momentos de alegría. Las reuniones entre amigos hoy son más planificadas que antes y consideradas un buen momento de celebración, lo cual está dando lugar a un aumento paulatino de su consumo.
Los hábitos de consumo de la población son algo que se desarrolla con el tiempo y se logra con productos de calidad, de la misma manera que para elaborarlos.
Como todo el mundo, en mis espumantes busco calidad y complejidad, y para ello también se necesita tiempo. Luego de muchos años de elaborar esta bebida, lo que más me gusta es trabajar con los licores de expedición, trabajar para el futuro de estos vinos que le dan el perfil a los espumantes. Los Cruzat llevan licores de expedición con espumantes que hice entre 1982 y 1988 que están aún sobre borras y los hemos seguido produciendo para tener una buena previsión en el futuro.
Creo que lo molesto de esta cuestión es que, cuando uno aprende a hacer las cosas bien, uno está más cerca del arpa de lo que pensaba. Con mis 77 años, aún me queda seguir mejorando la calidad de los espumantes que elaboro.
El argentino y el espumante
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