Fue un partido de hacha y tiza. De meter y marcar el territorio. El fin justificó los medios y ninguno escatimó en pierna fuerte a la hora de ir en busca del balón. El triunfo fue de Argentino porque supo salir de su peor momento en el juego (lo habían empatado y Jairo Pérez se acababa de ir expulsado) y porque Palmira no tuvo la precisión para terminar de romper un cerco defensivo que se armó en torno a Fontemacchi a partir del 2-1.
La Academia impuso condiciones desde el arranque. Jugamos así, la tenemos acá y te llegó de esta manera. Palmira, sorprendido, no tuvo inteligencia para cambiar el ritmo del encuentro y antes de los 10’ perdía tras una genialidad de Jairo Pérez, quien luego se iría expulsado por agresión a un rival.
El “10” (siempre la pelota a ellos, muchachos) amagó y dejó desairados a los dos centrales jarilleros y le quemó las manos a Videla. El rebote fue de Lucero y a cobrar. De ahí en más equilibró el local pero sin llegar a lastimar a su rival.
En el complemento si apareció la mejor versión del equipo de Bermegui. Logró el empate y ahí nomás provocó que su rival se quedara con uno menos.
Encerró a los de San José contra su arco y lo tenía a su merced. Sin embargo, descuidó la retaguardia, pecó de confiado y terminó llorando con los bolsillos vacíos. Genial contragolpe de la visita, a dos toques, lento retroceso de la Escoba y el Lechuguita le puso el moño al resultado con con un remate made in familia Alaniz.