Argentina, un país unitario - Por Luciana Sabina

Hace más de 200 años que los argentinos del interior vivimos nuestra nacionalidad desde una periferia agotadora.

Argentina, un país unitario - Por Luciana Sabina
Argentina, un país unitario - Por Luciana Sabina

Somos un país unitario -de aspiraciones federales- que sigue midiendo las marchas en Plaza de Mayo como base para legitimar absolutamente todo. La realidad marca que, aún llenando totalmente la plaza, lo que da fuerza no es la cantidad de gente sino dónde se manifiestan. Porque muchas veces suele ocurrir que los muchos que se reúnen expresan a pocos en lo que se refiere a las mayorías sociales.

Este mecanismo se complementa con la exaltación de la multitud de turno a través de los medios nacionales, que en realidad son claramente porteños -por los temas que tratan- pero poseen repercusión en todo el país. Así, si Moyano corta una calle utilizando la fuerza que le otorga su sindicato, también pasaremos horas hablando del tema y dándole mayor relevancia de la que tiene.

Hasta aquí no estamos diciendo nada nuevo y precisamente ese es el problema: hace más de 200 años que los argentinos del interior vivimos nuestra nacionalidad desde una periferia agotadora. Una incongruencia alimentada por muchos artículos de nuestra Carta Magna.

En 1853, Martín Zapata representaba a Mendoza en el Congreso de Santa Fe, donde Urquiza hizo sancionar la Constitución. Desde allí escribió a Alberdi: "Dentro de pocos días la comisión de Negocios Constitucionales acabará y presentará a la discusión del Congreso su proyecto de Constitución, cuyo fondo será el de usted". El estudioso no concurrió y se mantuvo a la expectativa en Chile, aun así se encuentra detrás del documento. Zapata no faltaba a la verdad. Como puntualizó el experto Raúl Gustavo Ferreyra: "Alberdi fue el arquitecto de la institucionalidad argentina".

El tucumano era consciente de que sobre una base conflictiva, como la que ya existía en el país, sería imposible llegar a buen puerto. Su solución fue plantear la inclusión en el texto constitucional de elementos tanto federales como unitarios, para de este modo saldar los conflictos. El documento se sancionó en una Argentina dividida y al borde de la anarquía donde, para variar, las pasiones eran difíciles de aplacar y la violencia imponía el ritmo.

La situación, sumado a los antecedentes históricos, lo llevaron a temer por un futuro fragmentado, así tuvo una preferencia por los dispositivos unitarios y siempre pugnó por ubicar la Capital en Buenos Aires. Podemos decir que somos un poco el fruto de las pesadillas de Alberdi. En sus propias palabras: "Sin la unión de los intereses argentinos no habrá provincias argentinas, ni pueblo argentino: habrá riojanos, cuyanos, porteños, etc., no argentinos (…  ). Una provincia en sí es la impotencia misma y nada hará jamás que no sea provincial, es decir, pequeño, oscuro, miserable provincial, en fin aunque la provincia se apellide Estado. (…   ) Sólo es grande lo que es nacional o federal. La gloria que no es nacional es doméstica, no pertenece a la historia"

También decía el prócer: "La unidad no es el punto de partida, es el punto final de los gobiernos; la historia lo dice y la razón lo demuestra". ¿Sería esta unidad asfixiante la que imaginaba, donde los componentes federales parecen inexistentes? Sospechamos que no.

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