Argentina, un campo minado - Por Rosa Nélida Rastrilla

Argentina, un campo minado - Por Rosa Nélida Rastrilla
Argentina, un campo minado - Por Rosa Nélida Rastrilla

Eran tiempos de guerra cuando el periodista, constituyente y diputado italiano Iginio Giordani, en 1944 escribió en un diario romano: “Erigir una nueva sociedad política sobre los contrastes significaría construir una ciudad sobre un campo minado. El cambio, el objetivo, es la unidad. La salvación es la unidad”. Me impresionó mucho esta frase porque la pensé para nuestro país, setenta y cinco años más tarde y “sin” guerra.

¿Sin guerra? Me siento inquieta, preocupada, apelada por todo lo que pasa alrededor…

Veo la incertidumbre en tantos rostros, la angustia en tantas familias que ya no saben qué y cómo ajustar para poder alimentar y vestir a sus hijos, solventar las cuotas de los colegios y otros gastos de educación, además de los gastos generales.

Veo la desesperación de familias que pueden perder sus viviendas o vehículos -muchos utilizados como medio para el trabajo- porque no pueden pagar las cuotas actualizadas con altos intereses.

Veo pequeños empresarios desanimados y haciendo esfuerzos increíbles para no perder todo, para no despedir a sus empleados y a otros que ya se quedaron sin nada.

Veo los rostros dolientes, ya sin lágrimas para llorar, sin sueños, sin trabajo, reducidos a personas que solo esperan un subsidio periódico y dádivas de gente generosa pero que solo cubren “parches” urgentes.

Lo que más me preocupa, en este caso, es que veo a muchos niños que no van a la escuela o lo hacen irregularmente y con tantas carencias alimenticias, emocionales, actitudinales y cognitivas que no logran aprender lo mínimo necesario para cada edad.

Me preocupa más porque los imagino repitiendo cíclicamente las vidas de sus padres y abuelos sin sueños, apagados o aplastados por la miseria y sin herramientas para salir de ella.

Veo que el delito avanza en sus formas de robos, homicidios, narcotráfico, etc y que todos somos o podemos ser víctimas.

En el mismo tiempo y lugar, también veo a mucha gente dedicada al partidismo en una guerra cuyas armas son la agresión verbal, la falta de respeto por las diversas opiniones, la falta de interés auténtico por las personas que sufren necesidades de trabajo, salud, vivienda, educación; la utilización de la pobreza con fines electoralistas; la corrupción, la ambición sin límite por el poder y el dinero.

Y junto a los malos políticos, quizás demasiado juntos, veo a empresarios cuyas armas son la evasión de impuestos, el cohecho, el lavado de dinero, la acumulación de bienes sin importarles los medios ni proponerse un beneficio para los demás.

Veo también a dirigentes sindicales cuyas armas son el cohecho, la coacción, la malversación de fondos. Veo que todas esas armas de guerra partidista y económica son exacerbadas por su difusión masiva e invasiva, tanto en las redes sociales como en un cierto periodismo cada vez más militante y menos objetivo.

Nuestro país ya es ese campo minado del que habla Giordani. ¿Qué esperamos para verlo, para darnos cuenta de que somos los escombros de un país que, por su potencial, prometía ser un gran país?

“La salvación es la unidad”, dice Giordani en una Italia devastada por la guerra. Yo creo firmemente en esa afirmación; y no se trata de una creencia utópica o romántica. Solo un ejemplo. ¿Por qué hoy, en 2019, paralelamente con un avance tecnológico extraordinario, hay tantos jóvenes que no saben leer ni escribir; jóvenes y adolescentes sin estudios secundarios y otros que, a pesar de haber terminado la escuela primaria, no adquirieron las herramientas mínimas para tener un trabajo formal ni para satisfacer las necesidades más básicas? ¿Por qué esas contradicciones? Si analizamos edades y épocas, veremos que, desde hace varias décadas, ante cada crisis económica se fueron aplicando medidas de salvataje en forma de “planes sociales” o “subsidios” sin ninguna contraprestación. Seguramente estas medidas fueron necesarias para ayudar, en un momento puntual, una situación extrema, pero el problema es que se transformaron en el único ingreso de muchas personas por generaciones y generaciones. Todos sabemos que el esfuerzo, el trabajo y el estudio movilizan, incentivan, proveen herramientas para independizarse y ser felices con los propios logros.

Creo que los verdaderos políticos, los servidores del bien común, pueden empezar a salvar al país desde el próximo período: juntos deben generar y ejecutar políticas de Estado sustentables en el tiempo para educación, salud y vivienda y, luego, perfeccionarlas y actualizarlas en los sucesivos gobiernos. Para esto se requiere unidad, conciliación, acuerdos, consenso. Y sabemos que estos conceptos no son sinónimos de uniformidad. Al contrario, la diversidad de opiniones y la discusión de planes o proyectos sobre objetivos comunes enriquece siempre a todos.

También creo que los ciudadanos, además de votar, podemos comprometernos a aportar ideas y experiencias que contribuyan a generar esas políticas de Estado y a ser observadores atentos de su cumplimiento.

Rosa Nélida Rastrilla - Docente jubilada - DNI 5.438.413

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