El estadio de Maracaná se convirtió ayer en un estadio albiceleste, tapizado en todo su perímetro por carteles y banderas con leyendas sobre lugares, dichos populares y jugadores. Una de las más grandes, que rezaba sencillamente "Mendoza" sobre un fondo azul y blanco, ocupaba enteramente una de las esquinas del fondo norte y se divisaba perfectamente desde la tribuna de prensa, que contó con la presencia de caras conocidas como el "Bambino" Veira. "Ahí es donde hacen buen vino, ¿no?" preguntaba curioso un enviado especial búlgaro que no paró de criticar (al menos hasta el minuto 65) a Leo Messi y su estado de forma.
El entusiasmo argentino no cedió ni siquiera ante el pésimo juego desarrollado por su equipo durante más de una hora y fue lo más destacado de una noche que se prometía memorable: el primer partido mundialista en el Maracaná después de 64 años y el debut de Messi en la catedral del fútbol latinoamericano.
El regalo bosnio en el primer gol y el detalle de talento de "la Pulga" salvaron un partido muy discreto y permitieron que la fiesta continuase hasta la noche.
Los hinchas argentinos acallaron incluso con un par de pitadas estruendosas un par de rachas de 'olés' coreadas por los escasos aficionados bosnios (probablemente ayudados por algunos brasileños) cuando el equipo balcánico dominaba la posesión de balón, bien dirigido por Pjanic, en algunos tramos del primer tiempo.
Mientras tanto, en la Fan Fest de Copacabana, con su aforo de 20.000 personas completado desde primera hora de la tarde, el 90% de los aficionados eran argentinos.
, aun sin tener entradas, mostraba una mochila perfectamente organizada (sandwiches, vino, mate, cigarrillos) para ver el partido en las pantallas gigantes pero desde fuera del recinto
"Ahí dentro no te podés mover, te registran, tardás la primera mitad entera en conseguirte una cerveza", explicaba en malla y gafas de sol, con una cerveza en la mano, muy satisfecho de su plan tres horas antes del comienzo del encuentro. Todos los bares, cafeterías y supermercados de la zona tenían camisetas albicelestes en su interior. "Esto es más caro todavía que Buenos Aires", contaban sorprendidos un grupo de estudiantes de medicina venidos de Capital Federal.
El ambiente en los alrededores del estadio dos horas antes era fascinante. No hacían falta el portugués ni el inglés para entenderse con la multitud. Las calles eran un río de gentes venidas de todas las provincias argentinas, por cualquier medio de transporte, de todas las edades (desde niños de 8 años a señores de 65).
Messi era el nombre más repetido en remeras y conversaciones. La abundante presencia policial y los férreos controles de seguridad eran otro de los asuntos más comentados.
La hinchada argentina es la tercera en número de visitantes a Brasil hasta el momento: se calcula que en los últimos días llegaron a la 'cidade maravilhosa' 50.000 compatriotas. Entre tantas personas era inevitable alguna connotación política: había algunas camisetas con el nombre de "Cristina" y un número 10 a la espalda. Otro cordobés, muy popular entre la muchedumbre, iba disfrazado del Papa Francisco.
El Gobierno brasileño informó ayer de que cinco ciudadanos argentinos han sido detenidos en la fronteras y devueltos a su país debido a su historial de comportamiento violento en estadios de fútbol.
Pero pese a los pequeños incidentes registrados el sábado cuando la policía dispersó a la fuerza un gran grupo de aficionados para liberar un carril de la Avenida Atlántica (que recorre la playa de Copacabana en paralelo) y algunos incidentes aislados en las inmediaciones del estadio, el primer paso de los hinchas argentinos por Río puede considerarse festivo y razonablemente exitoso. El deseo de todos ellos es tener un motivo para regresar el 13 de julio.
